Como bien se sabe, el proceso de globalización neoliberal ha sido acompañado en las últimas décadas por políticas que propugnan la reducción del Estado a su mínima expresión, la desaparición de las economías y las soberanías nacionales, el conocimiento al servicio del mercado y del crecimiento económico. No obstante, está más que demostrado que la aplicación de estas nefastas políticas ha incidido negativamente en el fortalecimiento etnocientìfico y cultural de nuestros pueblos. En todo caso, la universidad debe tomar en consideración los cambios favorables a concepciones que apuntan hacia la construcción de sociedades más humanas y solidarias, democráticas y participativas.
Frente al paradigma de la globalización neoliberal que propugna un desarrollo con participación de fuerzas ciegas desde afuera, está el paradigma del “desarrollo” endógeno que se vehiculiza desde adentro con la participación consciente de redes sociales productivas (economías de tipo familiares, colectivas, sociales, cooperativas, entre otras).
Si la universidad es concebida como un espacio para la libre discusión de las diferentes corrientes del pensamiento, es ético entonces que ésta promocione una opción alternativa frente al modelo “globo- neoliberal que nos enseña, o más exactamente , nos conduce a un solo modelaje de concebir el mundo y de vivir la vida, nos referimos a la ideología que nos han sembrado de que vinimos a este mundo a “trabajar” y “competir” para acumular bienes y amasar fortunas, forjando de este modo a un ser “des e inhumano”, egoísta/individualista, que naturaliza la pobreza y la explotación, mientras que justifica el papel de los más fuertes y poderosos
Una alternativa de universidad socialista está obligada a profanar estos preceptos cuasi-sagrados del proyecto globo-neoliberal, pues es imperdonable que una universidad que se llame socialista siga formando profesionales para que sirvan como un “esclavo moderno” al gran capital. De allí la necesidad imperativa de ingeniárselas para nuevos valores y otros ambientes culturales fundados en principios más humanos y solidarios, en fin socialistas.
La universidad socialista debe proponer una nueva reforma ética moral que nos enseñe una nueva forma de vivir la vida.
Cuando ingresamos como estudiante a la universidad sentimos que salimos de un mundo para entrar en otro; poco a poco uno va perdiendo aquellas amistades que no pudieron o no quisieron continuar sus estudios, ya no es posible permanecer tanto tiempo en su comunidad sino en la universidad, los problemas que alguna vez le parecieron relevantes ahora le resultan insignificantes, pudiéramos decir que, ese estudiante que decide prepararse a nivel “superior” sale del mundo de la vida para entrar, en cierto modo, en otro mundo artificial, (en el mundo del disimulo)1 desconectado del cosmos o del universo del cual forma parte.
De allí que no es un atrevimiento afirmar que la universidad de hoy vuelve a sus miembros (estudiantes y profesores) extraños y falsos con su comunidad y también consigo mismo, ese estudiante termina -como decía Gasset- siendo extranjero en su propia tierra. En otras palabras no se siente bien en ese ambiente a pesar que fue el lugar que lo vio nacer.
En el actual modelo universitario no son poco los estudiantes que se ponen viejos rápidamente o se enferman de gastritis, producto no tanto de la mala alimentación que consumen, sino del estrés crónico a que se ven sometidos generalmente por un “tareismo” insustancioso e improductivo sobre temas que pocas veces tienen pertinencia con el medio en que viven.
En el nuevo modelo de “Universidad socialista” que estamos planteando –o mejor dicho soñando- no habría motivos para que el estudiante ande estresado o se dé mala vida. Por el contrario, tiene que sentirse a gusto y alegre al darse cuenta que no sólo está obteniendo o recibiendo conocimientos sino que los está produciendo para beneficio de su propia comunidad. De esta forma el estudiante convertido en profesional se sentirá útil, que no ha perdido ni su tiempo ni el dinero que su padre invirtió en su educación. Particularmente conozco muchos casos en que padres interesados en hacer crecer sus bodegas o fincas se sacrifican para que sus hijos obtengan grados académicos en economía, administración o ingeniería agrícola y luego se sienten defraudados al ver que sus hijos al profesionalizarse no aportan mayores conocimientos para hacer crecer su empresa.
De igual modo, la nueva universidad que estamos proponiendo no es aquella casa de estudios preocupada por la producción de saberes destinados a la mera satisfacción de las necesidades de los individuos, necesidades que como todos sabemos están relacionadas al consumo que generalmente nos impone el modo capitalista de producción. El concepto de felicidad que nos impone la sociedad consumista esta relacionado al hedonismo o a la vida placentera muy común en los casinos y en las discotecas.
La vida, la felicidad, debe ser entendida de otra manera como a diario y a cada momento nos enseñan los medios propagandistas de “comunicación”. Una universidad que pretenda ser la vanguardia de la sociedad como siempre apuntaba el “ché”, tiene que dar la batalla para promover otro tipo de conciencia que nos acerque a un modo de vida mas consustanciado al mundo natural de donde venimos, incluso que nos brinde las herramientas para “descivilizarnos” al estilo occidental, y que nos permita encontrar la libertad personal (no individualista) para escoger o no el “desarrollo” que nos vende el capitalismo.
Docente investigador Unellez
franc2604@hotmail.com