Así, "Con el apagón, qué cosas suceden", título de una vieja canción mexicana de la época de II guerra mundial, cantada por la "Jarocha", "Toña La Negra", escribí y titulé, tiempo atrás, un artículo que está inserto en Aporrea y Blog de Eligio Damas, que recuerdo ahora, por esto de los dos apagones nacionales que han conmovido al país y la gravedad que envuelven y hasta pudieran anunciar los apagones mismos y la manera de interpretarlos o hablar de sus causas con tanta liviandad y rapidez.
http://deeligiodamas.blogspot.com/2016/04/con-el-apagon-que-cosas-suceden.html
¿Por qué tendemos a tomar por verdadero lo primero que transmiten las redes?
Es hablar a lo Perogrullo, decir que el lector no debe tomar como suficiente lo que alguien diga, sino partir de los hechos, las informaciones y opiniones que pueda o quiera manejar, para elaborar su respuesta o conocimiento después del trabajo que eso demanda. De lo contrario procede más o menos como un esclavo de quienes envían por las redes, sin importar su signo, miles de mensajes con la intención de imponer sus verdades. Claro, en medio o a lo largo de la red, se pudieran hallar personas que procediendo inocentemente, le dan su aprobación aquello sin evaluarlo en la amplitud y profundidad requeridas y las reenvían. En "Le Monde" diario parisién, totalmente ajeno a influencia distinta al mundo y personas que alude esa información, se dice "No solo los Estados realizan operaciones de desinformación. Durante varios años, un pequeño grupo de multimillonarios estadounidenses, que financian en su país el ala derecha del Partido Republicano, también han apoyado campañas para difundir información falsa en varios países de la Unión Europea."
Suelo mencionar un ejemplo ilustrativo por la fuente de la cual procede. Renny Ottolina, hablando con un viejo amigo nuestro, quien forma parte del grupo de intelectuales que hace causa en la oposición venezolana, le comentó una vez lo siguiente:
"La capacidad de penetración del mensaje enviado a través de la televisión es descomunal. Por él, se puede hasta hacer a alguien presidente".
En aquel tiempo, Renny comenzaba acariciar la idea de lanzarse de candidato, como en efecto, más tarde, lo hizo. Es bueno saber que el entonces afamado presentador y animador de televisión, con un estilo novedoso que dejó atrás a aquellos anunciantes que gritaban desaforadamente, como en la vieja radio, que consistía en "platicar" con su público como quien participa de una tertulia, era la figura más destacada de la televisión venezolana.
-"Mira chico", le dijo Renny, "vez este refresco", mientras le enseñaba una botellita verde, "es lo más parecido a un purgante. Pero mientras lo publicito la gente lo compra por gaveras. Cuando dejo de hacerlo por decisión de quienes lo producen, las ventas se vienen al suelo y vuelven a mí".
Por creer aquello, lo que hoy es una verdad incontrastable, lo relativo al poder de "convencimiento" de las redes, Renny se lanzó a competir por la presidencia de la República frente a los partidos del puntofijismo, AD y Copei, sin contar con una estructura política que lo promoviese en la calle. Lamentablemente, un accidente aéreo, le sacó de la carrera donde estaba muy bien ubicado desde los primeros instantes y eso que en esa época, ya no aparecía en televisión, por haber roto con los propietarios de aquellas empresas muy ligadas a los viejos políticos y se comunicaba con su público por la radio con el mismo éxito y audiencia.
La Venezuela de hoy es tan sorprendente como un laboratorio y hasta un buen circo. Ayer, mientras, como hubiese dicho García Márquez, "viendo el transcurrir del apagón", rodeado sobre todo de jóvenes amigos de la familia, escuché a algunos de ellos, que intentaban averiguar las causas de este nuevo, ¿puedo llamarlo siniestro?, leer explicaciones dadas a través de las redes sociales. La mayoría de ellas eran dadas por amigos o por lo menos conocidos suyos donde el método obedecía a expresiones como "me dijeron", "dicen", "se supone", "tengo entendido", " se comenta", "ayer y qué hubo", "en la casa tal hay un amontonamiento", "parece ser que una de las turbinas no cierra ni abre completo", "un amigo que es amigo de…..me dijo" y otras tantas formas de sustentarse parecidas que, a cualquiera equilibrado, sin hablar de académico ni cosa parecida, le conduciría a desechar todo aquello por tener la firma indeleble de la imaginación y hasta la especulación. Sin mencionar la alta carga política o ideológica que eso porta. No obstante, aquellas "informaciones" y hasta opiniones, eran tomadas como verdades absolutas e irrefutables por los receptores, quienes no solo las leían en alta voz para las escuchasen quienes estaban cerca sino que las reenviaban con convicción y como en cumplimiento de un deber.
Las redes sociales hoy ejercen sobre el público, el mismo efecto mágico de la televisión cuando esta estaba naciendo o expandiéndose. El público venera lo que por ellas se dice. No importa quién lo diga. Se da el caso que, quien lee el mensaje, aun sabiendo bien quien suministra aquella opinión o información y hasta teniéndole en un nivel de evaluación muy bajo, le basta haber leído aquello en la pantalla de su teléfono para darlo como verídico y hasta enjundioso. Pero también, además de esa especie de veneración por todo mensaje que corre por esas redes, que se sobrepone a cualquier otro razonamiento o fuente informativa, participa el deseo que todo eso sea cierto. De donde uno pudiera concluir o pensar por lo menos, que buena parte de la gente, está cediendo a esos medios su capacidad de razonar, deber y hasta derecho de buscar la verdad en medio de la confusión. Todavía no sé si por comodidad, aquel deseo que embarga a mucha gente que todo esté resuelto y acomodado y no nos den trabajo, porque todo "está hecho" y hasta comprendido, basta hallar el abasto dónde eso venden, que podrían ser las redes sociales o por el deseo que las cosas transcurran como uno quiere, buena parte de la gente viene asumiendo esa actitud.
De manera que, de repente, un mensaje lleno de mentiras, sesgado y hasta una opinión con un fin deliberado, bajo la presunta firma o autoría de alguien con nombre, por lo común, hasta parecido a personas que conocemos, a uno le llega. Si nos hallamos en un estado de angustia por las circunstancias en que estamos envueltos, sin acceder a una respuesta proveniente de una fuente confiable, sería y pertinente, la posibilidad que esos constructores de realidad, logren sus propósitos y hasta ganen lectores y adeptos, aumenta.
Estamos frente a unos acontecimientos casi catastróficos que demandan del venezolano juzgarlos con la seriedad que ellos demandan. En principio, todas las hipótesis, efectos de una crisis por desidia, descuido, falta de inversión y también sabotaje, para toda persona sensata y equilibrada, son válidas. Por eso juzgar por lo primero que uno le llegue, como aquello de "listo para usar o consumir, no se tome el trabajo de preparar nada", porque es que se aviene con mis deseos o intereses, implica dañarse así mismo.
La hipótesis de la responsabilidad gubernamental es valedera. Es más, la crisis económica que venimos atravesando, el prestar el servicio hasta sin costo alguno al usuario, lo que pudiera ser un aval a favor del gobierno, no obstante contribuye al despilfarro o consumo desmedido y favorece esa narrativa en el caso de quienes desde lejos y sin buenos informantes de primera mano intentamos buscarle respuesta a lo acontecido. Pero la coyuntura política, caracterizada por una estrategia oposicionista que tiene como meta, ya nada disimulada, de sustituir al gobierno, cuya mayor prueba lo es la existencia de un "presidente interino", también sustenta la idea del sabotaje. Pero hay además hasta un discurso y manera de abordar los acontecimientos que también fortalecen esta sospecha. Además, son muy elocuentes los abundantes pre anuncios vulgarmente injerencistas de Marco Rubio, Bolton y Trump mismo, que no se pueden obviar fácilmente al momento de interpretar los hechos.
Quienes intentamos de manera equilibrada Juzgar o interpretar, ajenos al interés político o sin dejarnos influir por parcialidad política alguna y careciendo de suficiente información, no caemos en el simplismo de juzgar a priori o hacernos portavoz de ninguna de esas versiones. Lo que si podemos afirmar con seriedad es que, siendo válida cualquiera de ellas, estamos frente a un hecho censurable y condenable.
Pero, como estamos en Venezuela, sin tener las suficientes pruebas, uno pudiera sin romper radicalmente con el paisaje, manejar la hipótesis según la cual, aquí se encontraron, como en perfecto ajuste, el hambre y la necesidad.