Los venezolanos y probablemente muchas otras personas en el resto del mundo, a raíz de la entrada de la gasolina iraní a Venezuela, pusimos mucha atención al despliegue publicitario de distintos miembros del alto gobierno venezolano, incluyendo al Presidente Maduro, explicando las nuevas medidas para la normalización de la economía del país, comenzando la primera semana de junio de 2020. Diría que hubo algo de entusiasmo en la gente; se recuperó en algo la muy maltrecha credibilidad del Gobierno y por eso, el lunes a las 8:30 los clientes, mayoritariamente personas de la tercera edad y con evidentes dificultades físicas, estuvimos a las puertas de los bancos. Nada pasó, ni a las nueve ni a las nueve y media. Ni siquiera estaban los funcionarios ni los vigilantes que dieran alguna explicación (hablando del Banco Provincial de Santa Mónica, Caracas, pero por la actitud de la gente en las afueras de las varias agencias del Banco de Venezuela del mismo sector, ocurría lo mismo). Habíamos seguido con mucha atención la intervención televisada de días anteriores en las cuales Nicolás Maduro explicaba, todo enredado e insistiendo, que medio centavo de dólar era lo mismo que medio dólar y sin poder aclarar que el cupo de gasolina anunciado era mensual. Pero, más allá de los enredos y la improvisación evidente, caímos en el error, de creer, lo de los bancos y también el que de cinco de la mañana a cinco de la tarde las estaciones de servicio, siguiendo el patrón establecido y las listas correspondientes, funcionarían. El primer día operó el sistema, aunque no comenzaron a las cinco sino después de las nueve, mientras duró la gasolina que habían traído el día anterior y, aunque no fueron puntuales a la apertura, sí lo fueron al cierre (5 pm) y muchísimos carros se quedaron sin llenar su tanque a pesar de que quedaba gasolina en los depósitos y deben esperar al nuevo comienzo del ciclo (cinco días). A mí me tocó el martes y, creyendo en la palabra de los altísimos funcionarios incluido el señor Presidente, me ubiqué en la cola a las 5 am. Pues bien, después de muchas mentiras, rumores, comentarios y chistes malos de todo el día, a las cinco y treinta de la tarde se terminó la cola. No llegó nunca la gandola ofrecida y lo único que avanzó la cola fue por efecto de los ciudadanos que abandonaron. Hoy, miércoles tres de junio caminé muy temprano por una larguísima cola y la historia se repitió: dos días sin llegar ninguna gandola pero lo sorprendente fue que en una estación de servicio de las dispuestas para atender a los venezolanos de clase social alta y con ingresos en dólares (bonita revolución socialista: ¿qué diría Chávez?) la cola ha estado avanzando desde muy temprano, seguramente ésta sí a las cinco y muy bien surtida de gasolina con gandolas que llegan puntuales. El comentario de los ciudadanos en la cola que no avanza, la de los pendejos, fue que el gobierno simplemente terminará haciendo desaparecer la gasolina popular en función de la privatización de PDVSA ¿Hacia dónde nos lleva Presidente?