¿Cómo se confirma la exactitud descubierta por Hegel en su Lógica, según la cual, al llegar a un cierto punto, los cambios puramente cuantitativos se truecan en diferencias cualitativas?
Del estudio que dejamos hecho de la producción de la plusvalía se deduce que no todas las sumas de dinero o de valor pueden convertirse en capital, pues para ello es necesario que se concentre en manos de un poseedor de dinero o de mercancías un mínimum determinado de dinero o de valores de cambio. La mínima expresión del capital variable es el precio de costo de una sola fuerza de trabajo empleada durante todo el año, un día con otro, para la obtención de plusvalía. Si este obrero contase con medios de producción propios y se bastase a sí mismo para vivir como obrero, sólo necesitaría trabajar el tiempo indispensable para reproducir sus medios de vida, por ejemplo, 8 horas diarias, y no necesitaría tampoco, por tanto, más que medios de producción para 8 horas al día.
En cambio, el capitalista, que además de estas 8 horas le hace rendir, supongamos, 4 horas diarias de trabajo excedente, necesita contar con una suma de dinero adicional para adquirir los medios de producción adicionales. Sin embargo, bajo el supuesto de que aquí partimos, para poder vivir como un obrero cualquiera de la plusvalía diaria acumulada, es decir, para poder cubrir sus necesidades más perentorias, necesitaría dar trabajo a dos obreros, por lo menos. Si así fuese, la finalidad de su producción sería simplemente ganar para vivir y no incrementar su riqueza, como ocurre en la producción capitalista. Para poder vivir doble de bien de un simple obrero y volver a convertir en capital la mitad de la plusvalía producida, tendría que multiplicar por ocho el número de obreros que emplea y el mínimo del capital desembolsado. Claro que también él puede intervenir directamente en el proceso de producción, como un obrero más, pero en ese caso no será más que un término medio entre el capitalista y el obrero: un “pequeño maestro” artesano. Y al llegar a un cierto nivel de desarrollo, la producción capitalista exige que el capitalista invierta todo el tiempo durante el cual actúa como capitalista, es decir, como capital personificado, en apropiarse y por tanto en controlar el trabajo de otros, y en vender los productos de este trabajo. El régimen gremial de la Edad Media quiso impedir violentamente la transformación del maestro artesano en capitalista poniendo una tasa máxima muy reducida al número de obreros que cada maestro podía emplear.
El poseedor de dinero o de mercancías sólo se convierte en verdadero capitalista allí donde la suma mínima desembolsada en la producción rebasa con mucho la tasa máxima medieval. Aquí, como en las ciencias naturales, se confirma la exactitud descubierta por Hegel en su Lógica, según la cual, al llegar a un cierto punto, los cambios puramente cuantitativos se truecan en diferencias cualitativas.
nicolasurdaneta@gmail.com