Uno de los grandes retos de la revolución en transición pacífica del capitalismo al socialismo es que las fuerzas revolucionarias logren destruir las estructuras burocráticas establecidas en la cuarta república y crear los nuevos modelos revolucionarios que las sustituyan. Hacer la revolución en el modelo que ha logrado imponerse en Suramérica para esta revolución, esta convivencia de las dos fuerzas en las que hay que dormir con el enemigo y trabajar al lado del enemigo, no es cosa fácil. La burocracia tiende a absorber las fuerzas revolucionarias, a mantenerse funcionando y ha persistir como modelo a pesar de su ineficacia. De allí nace la obligación a redoblar el empeño, a mantener las alertas y a no perder el objetivo: vinimos a cambiar las cosas no a que las cosas nos cambien a nosotros.
Hugo Rafael Chávez Frías es un ejemplo vivo y constante de este necesario esfuerzo, del sacrificio y el compromiso indispensable para no descansar y entregar el pellejo en el trabajo revolucionario. No se cansa ni descansa. A la hora que usted quiera lo ve en distintos lugares y con diferentes grupos y espacios en donde se impulsa la revolución. De no ser así, Chávez no podría empujar la marcha de este proceso y así como él, todos los que digamos que estamos comprometidos en la lucha por la revolución debemos asumir iguales compromisos.
El tema de la salud en Venezuela es un área crítica, como muchas que hay, pero en la que se ha hecho bastante difícil el avance. El logro más importante lo constituye Barrio Adentro, que nace de forma paralela para poder dar respuestas y que ahora, bajo el mando de la Ministra Eugenia Sader, se intenta unificar al Sistema Nacional de salud. Pero aun a pesar de la gran vitalidad y entrega de la Coronela, la marcha debe hacerse enfrentando todo un mamotreto instaurado durante decenios para no dar soluciones. El concepto del asistencialismo debe cambiarse radicalmente a la lucha por imponer el concepto revolucionario de la medicina preventiva. El asistencialismo se dedicó a dar un servicio de atención final cuando la población presenta ya síntomas de enfermedad, además el Ministerio de Salud y su enorme nómina, está constituida por una gran cantidad de médicos que se acogen a un horario especial de seis horas, que según ellos mismos “defienden” se creó para salvar su salud mental y evitar el agotamiento. ¡Ojalá y se pudiera decretar igual que el pueblo se enfermara solo seis horas del día!
La verdad verdadera detrás de este horario burgués y acomodaticio es que la gran mayoría de este personal no trabaja seis horas, trabaja doce y más horas. Sólo que seis de ellas son con el gobierno y todas las demás en la medicina rentista y privada: en sus consultorios. La verdad es que la gran mayoría de estos profesionales solo tratan de mantener estas seis horas asistenciales en sus cargos con el estado para garantizarse su jubilación y vivir de ella cuando la vejez les impida la consulta privada.
Imponer la medicina preventiva, que es el fondo revolucionario que pretendemos desde la revolución, es imposible crearlo si se mantiene esta premisa burguesa, este privilegio que en los años de la cuarta lograron institucionalizar los médicos con visión capitalista. Esta visión revolucionaria precisa no de un Chávez sino de cien mil Chávez, precisa de un ejército de batas blancas graduados para darle solución, salud y felicidad al pueblo y no para enriquecerse con su sufrimiento. Imponer la medicina preventiva implica un cambio en la visión del ejercicio de la ciencia médica. Los MGI (Médicos Generales Integrales) en su totalidad son graduados de médicos y de educadores, todos deben cursar los estudios de componente docente para además de médicos poder enseñar, enseñar a los nuevos médicos y, lo más importante, enseñar al pueblo a prevenir enfermedades. En el capitalismo los vectores eran aliados que producían enfermos que producían dinero, en el socialismo los vectores son enemigos que deben ser sometidos por un pueblo culto y con conocimientos de cómo prevenir las enfermedades. Esto es lo radicalmente revolucionario y en donde se debe enfilar la lucha. La incorporación de los Médicos Generales Integrales a la red hospitalaria, la nueva fase de avance de éste proceso revolucionario actual, es un paso muy importante que de seguro encontrará enormes fuerzas de resistencia, pero junto a su inclusión en el modelo que estamos transformando se deben de tomar medidas revolucionarias para que el trabajo en la salud pública deje de ser el seguro de vejez de los médicos burgueses. ¡Que se acabe este privilegio de seis horas! Un verdadero revolucionario que se incorpore a la lucha por devolverle la salud al pueblo precisa de ir acompañado con la entrega que nos enseña nuestro presidente comandante, que nos enseña la Coronela Eugenia Sader, que nos están demostrando estos gloriosos miembros del Batallón 51: trabajar sin descanso para cumplir con lo que nos pide la revolución. Jamás podremos dar respuestas al pueblo sino se logra el cambio de que todo profesional que desee trabajar en la salud pública lo haga a tiempo completo y como mínimo las ocho horas que impone a todos la ley, más las horas que de forma revolucionaria y voluntaria todos aporten como a diario lo vemos hacer a estos héroes graduados en la ELAM.
Debe insistirse en la profundización del cambio revolucionario dentro de las instituciones que heredamos de la cuarta repúblicas en donde el erario público ha sido convertido en el gran botín asaltado a mansalva por la corrupción y los apátridas. El pueblo debe ser incorporado, enseñado, preparado e incluido en esta batalla para derrotar la medicina burguesa que aun mantiene tanto poder y que nos impide un mayor avance.
Un grito clamoroso de ¡vivan los nuevos Médicos Integrales Comunitarios! ¡Vivan los hermanos médicos cubanos en misión de servicio en Venezuela! ¡Viva el Convenio de Salud Cuba Venezuela! Y viva nuestra revolución que avance inclemente para derrotar las viejas estructuras:
¡Venceremos!
raulhbracho@hotmail.com