Tres elementos de la Biblia son esenciales y suficientes como para pensar que ese sagrado texto huele a pólvora en manos de los anticapitalistas o de los revolucionarios sean sacerdotes o ateos. Esos elementos son, si creemos que fueron postulados o conceptos fundamentales del pensamiento del camarada Jesucristo: 1) “es más fácil que entre un kamelo por el ojo de una aguja que los ricos entren en el reino de los cielos”; 2) “ama a tu prójimo como a ti mismo”; y 3) “lo que hacéis por los pobres lo hacéis por mí”. Esos principios, en cualquier región del mundo donde hayan explotadores y explotados, opresores y oprimidos, tienen que oler a pólvora y no a perfume caro de frasco pequeño. Seguro debemos estar que esos postulados fueron, entre otras cosas importantes, lo que llevó al padre Camilo Torres Restrepo a convertirse no sólo en guerrillero, sino, más importante aun, en un predicador que anunció al mundo que un cristiano no podía ser anticomunista y que ambos tenían por deber o misión hacer la revolución que los emancipara para siempre de la explotación y la opresión capitalistas. De igual manera, así lo entiendo, eso mismo hizo que el sacerdote Camilo ingresara a las FARC-EP y actualmente sea uno de sus comandantes.
En este tiempo se ha agudizado la contradicción que existe entre la cúpula de la Iglesia o Clero y las enseñanzas del cristianismo, ese que pensó y luchó por el derrocamiento del Imperio Romano. Todo quien haya leído o estudiado un poco de cristianismo sabe que éste nació en Roma, justo en el tiempo en que el Imperio dio muestras de su decaimiento en Italia, España, parte de Francia, de Turquía, Palestina y otras regiones. Fue en un tiempo en que cobró impulso la absurda y antinatural idea de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el alma y el cuerpo, como lo expuso Engels en “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”. La propaganda del cristianismo primitivo estaba dirigida a movilizar e incentivar el espíritu de lucha de los pobres para combatir a los amos de la riqueza pero a la manera religiosa.
No es cierto que el cristianismo haya combatido al régimen de la esclavitud, más bien coexistió con él en el Imperio Romano; nunca hizo nada por impedir el comercio de esclavos de los cristianos, tampoco el de los germanos en el norte, menos el de los venecianos en el Mediterráneo como tampoco la trata de negros. La esclavitud se derrumbaba porque era más costosa mantenerla que acabarla. Engels dice, en “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, que “Los grandes virajes históricos sólo han sido acompañados de cambios religiosos en lo que se refiere a las tres religiones universales que han existido hasta hoy: el budismo, el cristianismo y el islamismo”.
Aunque a muchos nos duela la verdad histórica, hay que decir que la religión es, de todas las ideologías, la que se encuentra más alejada y desligada de la realidad. Nació, dice Engels, en una época muy primitiva, de las ideas confusas, selváticas, que los hombres se formaban acerca de su propia naturaleza y de la naturaleza exterior que les rodeaba. Pero toda ideología, una vez que surge, se desarrolla en conexión con el material de ideas dado, desarrollándolo y transformándolo a su vez; de otro modo no sería una ideología, es decir, una labor sobre ideas concebidas como entidades con propia sustantividad, con un desarrollo independiente y sometidas tan sólo a sus leyes propias. Estos hombres ignoran forzosamente que las condiciones materiales de la vida del hombre, en cuya cabeza se desarrolla este proceso ideológico, son las que determinan, en última instancia, la marcha de tal proceso, pues si no lo ignorasen, se habría acabado toda la ideología. Sin embargo, hay que reconocer que la religión existe y tiene su propia ideología.
El cristianismo influye en más de mil doscientos millones de seres humanos actualmente en el mundo. Los musulmanes, creemos, sobrepasan los dos mil millones, y otras religiones lo hacen sobre millones y millones de personas. Para el marxismo eso es un elemento muy digno de estudiar, de tomar en consideración, porque sin los religiosos, hoy mucho más que antes, no puede concebirse la agrupación de fuerzas sociales suficientes para llevar a feliz término la revolución que derroque el poder del capitalismo y haga posible la construcción del socialismo en toda la faz del planeta. El exsacerdote Camilo, actual comandante de las FARC-EP, es una de millones de pruebas de esa necesidad de visión o de entendimiento para los marxistas.
La Biblia, huele a pólvora, amenazando la estructura y la superestructura del capitalismo. Y eso debe saber aprovecharlo el proletariado sin fronteras. Jesucristo y Marx, andan sueltos pregonando en este tiempo ideales comunes que prenden en la conciencia de sus creyentes y se hacen práctica social. Sólo existen dos alternativas en este tiempo en el mundo actual: socialismo o prolongadas hecatombes sociales que ponen en peligro la existencia misma del planeta.