Con la derrota y sustitución del feudalismo y su absolutismo por el capitalismo, con la libre competencia y la creación de las repúblicas capitalistas, se archivó para siempre esa teoría que se fundamentaba en que el desarrollo de la historia dependía, casi por completo, del papel de la personalidad de reyes, zares o emperadores. La ilustración, con su arma de la razón, vino a darle una estocada mortal al toro del feudalismo en su propio ruedo o feudo. Sin embargo, el desarrollo de la historia, hasta ahora, no puede concebirse sin el papel de la personalidad, especialmente, de los grandes líderes de masas, pero son éstas, al fin y al cabo, quienes juegan el papel determinante en los acontecimientos históricos y, especialmente, cuando tienen en su frente una verdadera organización de vanguardia política se transforman, con su locura y cuestionamiento a todo lo viejo, en decisivas. Por ello, Marx sostuvo que la revolución es la locomotora de la historia y la lucha de clases su motor.
No hace muchos meses escuché a una persona, que intervino en una reunión de la SIP, decir que “Chávez estaba lanzando por la borda 400 años de evolución”. En ese momento no le presté ninguna atención, porque no aprecié ningún argumento válido para tal afirmación, pero entendiendo cómo se encuentra el mundo actual y, especialmente, las realidades de lo que antes fue la poderosa Unión Soviética y lo que la patentiza hoy día, soy un convencido que la muerte del camarada Lenin sí ha significado para el mundo quién sabe cuánto tiempo de atraso. Y éste se lo debemos, en primer lugar, a aquellos radicales, sectarios y dogmáticos socialrevolucionarios de izquierda que atentaron contra la vida de Lenin, porque no comprendieron para nada las realidades y complejidades de una revolución proletaria en un país como la Rusia del tiempo en que era el eslabón más débil del desarrollo capitalista europeo. La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, por mencionarlo con el título de una obra de Lenin, conlleva a posiciones extremas que terminan viendo la función de la lucha política como el uso –casi exclusivo- de una pistola en la mano izquierda y una granada en el mano derecha: bala y explosivo, como un dúo hacedor de destino dentro de un marco estrecho del pensamiento social.
Hablar o escribir de evolución sin para nada tocar el concepto de revolución, por lo menos desde la Revolución Burguesa Francesa de 1789 en adelante, es exactamente igual que hablar o escribir del corazón sin tomar en cuenta para nada las venas que le hacen llegar la sangre para su funcionamiento. Nadie está obligado a olvidar que la evolución es, precisamente, el proceso que culmina en una revolución; es decir, es la aplicación de la ley de los cambios cuantitativos en cualitativos como solución a las contradicciones antagónicas en los fenómenos sociales o naturales y a la necesidad de los cambios o transformaciones. Eso es dialéctico desde hace siglos aunque el eminente filósofo, conocido como Hegel, la hubiera tenido andando con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo. La grandeza, entre otras cosas de Marx, para la correcta interpretación de los fenómenos históricos, fue haberla puesto a caminar con los pies hacia abajo y la cabeza hacia arriba.
Partiendo, entonces, de esa gran verdad histórica e inevitable en los procesos de la historia humana (y también de la propia naturaleza) es que se puede hablar o escribir sobre ese casi un siglo de atraso histórico que ha traído consigo la muerte del camarada Lenin. En la evolución entran en pugna todas las leyes de la dialéctica, tales como principales: la de la unidad y lucha de los contrarios, la de los cambios cuantitativos en cualitativos y viceversa, la de la negación de la negación, la de la contradicción y la de la interacción de los fenómenos. La historia humana no marcha hacia atrás sino hacia adelante, siempre es ascendente, de lo simple a lo completo, de lo inferior a lo superior, aunque tenga sus flujos y reflujos, sus victorias y sus derrotas, sus avances y retrocesos, pero siempre está en movimiento independiente de sus cortos períodos de reposo. Eso es científico y no metafísico. Así como la física debe cuidarse de la metafísica, el marxismo debe hacerlo del revisionismo.
¿Por qué hubo un hecho que produjo medio milenio de atraso al mundo?
La verdad irrefutable es que unas pocas naciones son muchísimo más desarrolladas que la mayoría de los países del planeta; cuentan con fuerzas productivas muy avanzadas y con un nivel de ciencias que no es posible en aquellas regiones donde el conocimiento ha estado embargado o hipotecado negándoselo a los pueblos explotados y oprimidos. Eso no significa que en una determinada ciencia en una nación subdesarrollada alcance un nivel de avance que en un país de capitalismo altamente desarrollado se desconozca o esté atrasada. Así como los genios militares son posibles únicamente en los períodos de guerra, es en la miseria social donde brotan aquellos cerebros iluminados que desarrollan sus conocimientos por la presión de las múltiples necesidades que se requieren resolver. Por ejemplo: la cura de la gangrena fue posible en Viet-nam, por necesidad de la guerra y teniendo un nivel de ciencia médica no muy avanzado, primero que en los países de capitalismo altamente avanzado.
La ley del desarrollo desigual sigue trazando el camino del planeta en provecho de unos pocos países y en perjuicio de muchos. Sin embargo, han existido hechos históricos que si bien trajeron consigo importantes conocimientos y valiosas experiencias técnicas –sólo para unas pocas naciones, aunque desde el punto de vista de la ideología contribuyeron a enriquecer la doctrina revolucionaria del proletariado-, sus derrotas, al no permitir consolidarse los grandes objetivos liberadores que llevaban en sus entrañas, significaron un atraso de siglos para muchos otros países o pueblos.
La Comuna de París, por ejemplo, con su revés hizo que el marxismo se enriqueciera con nuevas ideas pero su derrota favoreció a países en crecimiento y desarrollo, porque la masa de obreros o proletarios que tuvieron por destino el ostracismo, llevaron sus conocimientos, como un gran aporte para el desarrollo de las fuerzas productivas, a otras regiones del planeta. Estados Unidos fue uno de los más beneficiados, lo cual le permitió, entre otras cosas, saltar del esclavismo al capitalismo sin tener que conocer los intrincados laberintos del feudalismo.
Si algún hecho histórico ha tenido transcendencia para el atraso del mundo no fue otro que las famosas Cruzadas encabezadas por Papas de la Iglesia cristiana o católica. Guerra política, defendiendo específicos intereses económicos, levantando una bandera ideológica religiosa. La primera Cruzada (1095-1099) fue ordenada por el Papa Urbano II. La segunda Cruzada (1147-1149), fue dispuesta por el Papa Eugenio III. La tercera Cruzada (1189-1192), fue obra de Ricardo I Corazón de León, rey de Inglaterra; Federico I Barbarroja, emperador germánico; y Felipe II Augusto, rey de Francia; la cuarta Cruzada (1202-1204) fue dispuesta por el Papa Inocencio III; la quinta (1217-1221) ordenada por el Papa Inocencio III; la sexta (1228-1229) decretada por el Papa Honorio III; la séptima (1248-1254) ordenada por el Papa Inocencio IV; y la octava (1270) fue obra de Luis IX, rey de Francia. Sólo dos Cruzadas fueron ordenadas exclusivamente por reyes y las demás por Papas con o sin reyes.
La Cruzada que más causó atraso a la historia fue la Tercera. Quinientos años para que se sepa y lo dijo Engels con argumentos irrefutables. Atraso de medio milenio a las naciones de Europa, pero al resto del mundo, es de suponer, por lo menos un milenio de miseria y de ignorancia. Para la América Latina vinieron los españoles y portugueses a conquistarla y colonizarla. Los rezagos o retazos de un esclavismo completamente desaparecido en Europa y un feudalismo decadente y moribundo (como fórmulas de la producción económica) fue lo que trajeron e impusieron y, además, una ideología religiosa que no resistía la crítica de las nuevas ideas de la burguesía europea. Por algo la Iglesia se le colgó del cuello a Descartes, el que decía que primero pensaba y luego existía aunque su filosofía era en tres cuartas partes materialista. Sí es cierto que eso significó un paso de avance en la historia de Latinoamérica y el Caribe, pero en relación con el resto de Europa marcó, como límite, una distancia increíblemente de atraso para nosotros mientras que en Estados Unidos y Canadá llegó una cultura avanzada para ese tiempo, lo cual asimilaron y por ello, entre tantas cosas, son actualmente los dos países más desarrollados del continente americano. El primero, convertido en el más grande, poderoso e influyente gendarme del mundo entero.
¿Y sabemos por qué esa Cruzada causó quinientos o más años de atraso, miseria e ignorancia al mundo? Por una sencilla razón: porque al dedicarse en hacerle la guerra a los musulmanes, Ricardo I Corazón de León, Federico I Barbarroja y Felipe II Augusto, le dieron la espalda a la conquista de la gran necesidad económica histórica de su tiempo: la implantación del librecambio.
No es que el librecambio haya sido una panacea para que el factor económico sea, de manera exclusivo, el único elemento de alta consideración para el desarrollo de la historia o de las naciones. No, eso no, pero sí influía para la reorganización, en lo interno y en lo externo, de la política financiera en función de los intereses del capitalismo, mientras que los obreros europeos, o más seguro, no se hubiesen vistos sometidos a los rigores de las leyes más escandalosas de la explotación capitalista de ese tiempo y después.
¿Por qué la muerte de Lenin no se sabe cuántos siglos de atraso histórico significa?
Lenin jamás limitó sus conocimientos y sus actividades revolucionarias a los estrechos límites del nacionalismo fronterizo. Siempre creyó que el socialismo es realmente posible construirlo como tal si se produce el carácter permanente de la revolución. Por eso le pareció de vital importancia, como la mejor manera de hacer avanzar la revolución en Rusia, que se produjera la revolución, primero, en Alemania como un país de capitalismo altamente desarrollado para entonces. Aunque le costó caro a la revolución rusa, bajo la presidencia de Lenin en el Consejo de Comisarios del Pueblo, el intento de llevar la revolución a Polonia como un punto de estímulo para que se desencadenara un oleaje revolucionario en toda Europa.
Hasta la hora de su muerte Lenin pensó en que el socialismo era cosa de la revolución internacional, mucho más allá de las fronteras de un solo país o de Rusia. Ese pensamiento no puede ni debe ser desvirtuado por nadie y sí debe ser asumido por el proletariado en base a la consigna de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista: “¡Proletarios del mundo, uníos!”.
Supongamos que Lenin hubiese estado con vida párale momento en que se produjo la Segunda Guerra Mundial. Empecemos diciendo –suposición, por supuesto pero no alejada de la verdad- que hubiera sido difícil el triunfo del nazismo en Alemania por varias razones, inclusive, políticas e ideológicas donde Lenin hubiese influenciado mucho en el proletariado alemán y, en cierto sentido, en la misma socialdemocracia. Pero aceptemos que el triunfo del nazismo hubiese sido inevitable. En primer lugar, Lenin jamás hubiera permitido ningún tratado con el gobierno de Hitler y menos en detrimento de la lucha revolucionaria de los alemanes –en particular- y de los europeos –en general-. En segundo lugar, todos los países invadidos por el nazismo hubieran encontrado en la Unión Soviética, antes incluso de la invasión nazista, una verdadera solidaridad militar para responder a las tropelías del impostor. En tercer lugar, el nazismo no hubiera gozado de tiempo para invadir a la Unión Soviética, sino que ésta hubiese entrado inmediatamente en la guerra reduciendo la capacidad de combate de los enemigos de la humanidad. En cuarto lugar, el gobierno de los comisarios del pueblo hubiese estimulado alzamientos o rebeliones armadas contra los gobiernos que se aliaron con el nazismo para hacerle la guerra de rapiña al mundo. En quinto lugar, el imperialismo estadounidense no hubiese podido sacar los provechos que obtuvo basándose en el servilismo de Inglaterra a los designios del primero y éste, no se hubiera atrevido a lanzar bombas atómicas contra una nación rendida. Y en sexto lugar, Lenin jamás hubiera detenido el avance victorioso del Ejército Rojo en toda Europa y, seguramente, en Asia. Con esos seis elementos, quien se atreve a dudar que la victoria principal contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial hubiese sido a favor de la Unión Soviética y, por ende, del avance arrollador de la revolución proletaria en aras del socialismo. ¿Cuántos siglos de atraso se le hubiesen evitado al mundo midiéndolo con el actual? Por supuesto que un anticomunista dirá “gracias Dios que mataron con tiempo a Lenin”. Los que realmente aman la redención de la humanidad, sí están conscientes que la muerte de Lenin significó un atraso para el mundo.