“En el ámbito interno, es necesario reconocer que las aspiraciones de la militancia por lograr la democracia interna, en cierto modo, han sido frustradas por algunos militantes con cargos de dirección o gobierno, los cuales manejan recursos y gestionan cuotas de poder, para imponer a sus lealtades personales por encima de los auténticos liderazgos populares, leales a los principios revolucionarios”.
Hugo Chávez, Líneas estratégicas de acción política, enero 2011-diciembre 2012.
Sin desperdicio el documento hecho público por el Presidente Chávez recientemente donde hace un análisis descarnado de la situación interna del PSUV, haciendo énfasis no solo en los aciertos sino en los errores (importantes) cometidos, entre los que destacan la “cultura capitalista” y el “partido maquinaria”. La cita con lo que abro el presente artículo representa una muestra de lo que ha ocurrido, con mucha notoriedad y hasta descaro en Nueva Esparta, sin que hasta el momento ninguno de los responsables haya hecho siquiera un esbozo de reflexión, mucho menos de asumir lo que le corresponde, por el contrario, siguen empeñados en practicar un discurso cargado de frases y clichés, mientras su acción aleja cada día más las esperanzas de que a estas islas llegue algún día la revolución.
Estos jefes (que no líderes), persisten en seguir utilizando el método de aplastar cualquier disidencia o atisbo de discusión en el seno del partido, utilizando el chantaje de “no darle armas al enemigo”, cuando es más que evidente que el daño profundo que producen al proceso y al alma de la gente, del pueblo, es inocultable. Resulta patético verlos comportarse como cualquier Alfaro Ucero. No deja de describirlos Chávez en el documento citado: “Algunos camaradas se consideran líderes absolutos e indiscutibles en sus espacios, y asumen la discrecionalidad de excluir del Partido, y hasta de la Revolución, a quienes se atrevan a diferir de ellos y ellas”. Lo único que le faltó al Presidente es poner la fotico de las y los aludidos, probablemente para no herir la inteligencia de los lectores que los conocen de sobra.
El siguiente paso debe ser el de obligar a presentar cuentas públicamente a quienes haciendo uso del poder muestran un nivel de vida nada cónsono con los salarios y remuneraciones que teóricamente perciben. Es grosero el desparpajo con el que se exhiben en gastos y consumos de todo tipo quienes deberían ser funcionarios públicos que no tienen cómo explicar tanto lujo, mientras dejan tras de sí una estela de cementerios administrativos e instituciones públicas quebradas e inauditables.
Se encuentra en encrucijada el proceso y la revolución. El presidente Chávez está consciente de esa situación y el pueblo que lo acompaña también, falta ver si esta anunciada rectificación salta de las letras escritas a la acción o sucumbe en el teatro ya fraguado de “cambiar todo para que no cambie nada”. Amanecerá y veremos.