La democracia participativa y protagónica constituye la substancia fundamental de la Constitución venezolana y del proceso revolucionario bolivariano, la cual conduce al establecimiento de una sociedad democrática de nuevo cuño, diferente en todos los aspectos a la que tradicionalmente hemos conocido las venezolanas y los venezolanos desde el siglo pasado, ajustada la misma a los requerimientos del capitalismo.
Sin embargo, hay que admitir que las diferentes iniciativas puestas en práctica para lograrla han tropezado enormemente con la concepción reformista que maneja alguna porción de la dirigencia chavista en relación al poder, cuyos métodos han pospuesto significativamente el papel protagónico que le tocaría asumir al pueblo para ejercer su soberanía y, de este modo, hacerse presente en la toma de decisiones de los diferentes niveles de gestión pública.
Esta realidad, con todo, no frustra las expectativas populares por que se concrete este ideal revolucionario en Venezuela. Pese a todos los inconvenientes, deserciones y desviaciones que ha sufrido el proceso revolucionario, es innegable que éste conserva un respaldo decidido entre las masas populares.
Todo esto nos permite insistir en la necesidad de una teoría revolucionaria con la cual se establezca definitivamente la práctica revolucionaria de la democracia participativa y protagónica en contraposición al reformismo insertado en las diversas estructuras del Estado venezolano, en vista de la precaria formación ideológica y de una adecuada organización de las cuales adolecen -en algunos casos- los sectores populares, cuestión que ha influido grandemente en que los mismos no hayan desplazado y/o controlado a la actual dirigencia reformista en el poder.
Así, al plantearse la revisión y la superación de las deficiencias presentadas por el proceso revolucionario, se debe activar, independientemente de cualquiera de los controles cogolléricos partidistas actuales, la participación segura de las amplias mayorías en la toma de decisiones como un primer paso en el avance y consolidación del proceso revolucionario hacia el socialismo. Esto impediría, sin duda, que el proceso revolucionario bolivariano derive en un puntofijismo remozado (¡el pueblo no lo permita!), con unos nuevos actores políticos, sociales y económicos que rodearían al Presidente Hugo Chávez y que, de una u otra manera, represaría una vez más -como en 1958- esa ansia no satisfecha de transformación estructural que aviva el corazón de la mayoría del pueblo venezolano. En tal sentido, es vital que todos los revolucionarios auténticos (no aquellos que se aprovechan de la ocasión y sólo se preocupan de aprovecharse de las ventajas derivadas del poder constituido) trabajen en función de la lucha multiforme que generará -necesariamente- unos nuevos órganos institucionales, formas y niveles organizacionales que tengan como epicentro la democracia directa, ejercida por el pueblo; entendiendo de antemano que tal lucha es legítima e ineludible para que se defina, evolucione y se arraigue el proceso revolucionario.
Por ello, es imperativo exigirle a todos los gobernantes chavistas el apego fiel y diario al ideal revolucionario de “todo el poder para el pueblo” que los llevara al poder. Por eso, a los revolucionarios nos compete acompañar a las masas en esta etapa de definiciones que le tocará vivir al proceso revolucionario bolivariano frente a una nueva coyuntura electoral, de modo que se pueda acceder efectivamente a un nivel más avanzado en la construcción del socialismo revolucionario.-
(*)Maestro ambulante.
¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!!
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
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