El 21 de febrero de 1848 sale a la luz pública el documento político más universal de la historia de la humanidad, el Manifiesto del Partido Comunista, redactado por Carlos Marx y Federico Engels a encargo de la dirección de la organización política denominada la Liga de los Comunistas con sede en Londres.
Este documento, que siendo el programa de la mencionada organización se convertiría en la más alta guía teórica y práctica del proletariado de todo el mundo, contiene un amplio estudio de la sociedad capitalista con las lógicas limitantes que imponen las circunstancias concretas, pero que más allá de las particularidades señaló ejes de acción política que trascienden los estrechos límites temporales y se convierten en guías universales de acción revolucionaria, la claridad con la que aborda el estudio del capitalismo, haciendo referencia a todas las sociedades divididas en clases, es inapelable “la historia de la sociedad es una historia de lucha de clases” explican sus autores.
En este documento Marx y Engels, a través de la herramienta metodológica que es el materialismo histórico, señalan de manera muy clara el papel que cumple el proletariado en la derrota del capitalismo y además nos señalan a grandes rasgos como cumplir ese papel.
Es un texto de perfecta actualidad, porque en las ciencias y mucho más en las sociales, ya se ha dicho otras veces, las teorías no tiene vigencia por moda; es decir, estas no tiene fecha de vencimiento son actuales y están vigentes mientras lo que plantean tengan perfecta consonancia con la realidad y desde el punto de vista estructural lo analizado en el Manifiesto del Partido Comunista se corresponde con la esencia del modo de producción capitalista al cual aun no hemos derrotado.
29 años antes, acá en Angostura, el Libertador presentaba a la instalación de aquel extraordinario Congreso el 15 de febrero de 1819 su discurso, el cual también pasaría a la historia como un documento de inmensas profundidades políticas en el análisis de la sociedad y de la coyuntura concreta del momento y en las propuestas de las formas organizativas de un gobierno republicano; muchas de las cuales, por lo dicho anteriormente, mantienen plena vigencia en el marco de la actualidad venezolana, siendo aceptado esto así, ¿por qué habría de ser distinto en el caso del Manifiesto que plantea un análisis universal del capitalismo?.
Una de las más importantes y hermosas propuestas de este documento fue la necesidad del internacionalismo de la causa proletaria, “proletarios de todos los países uníos”, aunque como dicen Marx y Engels en el Manifiesto: “es lógico que la clase obrera de cada país se las tenga que ver primero con su burguesía nacional”. La dialéctica en todo su esplendor
Este es el internacionalismo es el que convierte para la Clase Obrera del mundo en una sola la lucha de los venezolanos en defensa del proceso bolivariano, de los ecuatorianos por su revolución ciudadana, de los cubanos por su revolución socialista, de los griegos por derrocar a un estado inoperante y abrir cause al socialismo y en definitiva plantea, más allá de las formas concretas, una misma lucha para la clase obrera del mundo: liquidación del capitalismo y del imperialismo como su forma superior.
Ese fantasma que en 1848 recorría Europa hoy resurge en América Latina, en Asía, en África y embiste con la fuerza de los pueblos contra la misma Europa imperialista que se creía blindada contra él.
Ese manifiesto, que contiene a grandes rasgos la propuesta comunista que se concreta y detalla según la realidad de cada país, nos ofrece al leerlo el secreto del porqué el comunismo nunca ha sido vencido de manera definitiva y es que su planteamiento de verdadera liberación para la humanidad no puede ser derrotado, no hay manera.
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