En el arte y el deporte existen los personajes, en general, más populares del mundo como en la política los más impopulares. Los beatles sostuvieron y fue cierto, que eran más populares que Jesucristo. Lo mismo se puede decir de Messi o de Ronaldo en la época actual. Pero vamos a limitarnos a la política y la ideología de clase, porque de éstas depende el destino de la humanidad y no del fútbol. El mundo ya casi llega a los siete mil millones de habitantes y no existe posibilidad alguna humana que el capitalismo tenga fórmulas para dar solución a los gravísimos problemas socioeconómicos que hacen que la inmensa mayoría viva en la miseria crítica o agónica y la más reducida minoría disfrute de la mayor opulencia y riqueza.
Primero, vayamos a los seres vivientes. No hay duda que Fidel es un personaje eminentemente popular. Ningún exmandatario en este mundo tuvo la popularidad de Fidel durante la segunda mitad del siglo XX. Pero, hay que reconocerlo, Fidel no es el más popular. Sin duda, el personaje viviente más popular del planeta es ese extraordinario luchador social conocido como Nelson Mandela, el símbolo del antiapartheid. A Fidel no lo alaba la derecha política o ideológica que se opone al socialismo pero a Mandela sí, porque éste jamás ha planteado la sustitución del capitalismo por el socialismo aunque toda la razón de su vida ha sido luchar contra ese flagelo perverso que se llama racismo. Fidel y Mandela tienen completamennte asegurado que se marcharán de este mundo siendo admirados por la mayoría de la población del planeta, aunque el primero no caiga en gracia a las clases y estamentos reaccionarios que dominan a la aplastante mayoría de las naciones que conforman la ONU. Ambos, a mi juicio y aunque parezca ridículo, tienen más popularidad que el Papa y que Jesucristo. ¡Por favor!, que ningún religioso ni ningún político, sean de la tendencia que sean, se ofendan por lo dicho.
Fidel y Mandela han sembrado, de alguna forma, conciencia en millones y millones de personas aunque éstos no se propongan, por lo menos, en lo inmediato realizar el sueño de sus admirados. No pocas veces se admira a un personaje histórico sin que se esté de acuerdo con la línea final de su pensamiento y de su lucha. Millones de revolucionarios, por ejemplo, admiran a Mandela sin que éste haya planteado una lucha radical para derrotar al capitalismo y sobre sus escombros, asumiendo lo mejor de su legado, construir la sociedad socialista. Millones de personas, por ejemplo, admiran a Fidel sin compartir su convicción por el comunismo. Esas son características, en este tiempo, de los líderes más admirados en el planeta.
Pero también, independiente de la popularidad de Fidel y de Mandela como seres humanos vivientes, se encuentra un personaje no vivo, que nadie ha podido ver, ni tactar, ni olfatearle su sudor, ni tampoco escucharle su voz. Personaje que la aplastante mayoría de sus admiradores no siguen fielmente sus enseñanzas ni sus sueños. Cuando una burguesía, un proletariado, un campesinado y estamentos medios de la sociedad admiran, cada quien a su manera y conveniencia, a un mismo personaje, eso refleja una profunda contradicción insoluble no sólo en la política, lo económico sino, especialmente, en lo ideológico. Los intereses de principios –de toda naturaleza- entre unas y otras o entre otros y unas, son de carácter antagónicos. Cuando, por ejemplo, la burguesía alaba a un líder de una revolución proletaria, es porque algunas aguas del río se han salido de su cauce y lo mismo sucede cuando un proletariado elogia a una burguesía. Bien se sabe que los llamados sectores medios de la sociedad ansían ser como la burguesía y desprecian, sintiendo terror, caer en la categoría de proletarios. Por ello, llevan en su entraña el germen de impulso para el régimen fascista o nazista. ¡Ojo pelao!, deben tener el proletariado y las organizaciones revolucionarias en los países altamente desarrollados del capitalismo (imperialistas) con los vaivenes de los estamentos medios de la sociedad. Las crisis profundas del capitalismo, que afectan terriblemente a las naciones imperialistas, preparan condiciones para estallidos de fascismo o de revolución. Eso no tendrá término medio.
El personaje a que me refiero es, nada más y nada menos, que el Dios-único del islámismo, Alá. Unos cuatro mil millones o más de personas lo admiran con idolatría, casi tres veces de los que admiran a Jesucristo, pero al igual que éste sus admiradores lo hacen en base, fundamentalmente, relacionándolo con la ideología que pregonan por clases sociales más que por individualidades y con la posición política de visión del mundo con mayor acento y preferencia en el Cielo que en la Tierra. Precisamente, es en el mundo islámico donde imperan gobiernos terriblemente monstruosos en políticas internas y externas, excesivamente represivos y genocidas, demasiados epígonos del imperialismo. Y, según el Corán, Alá nada tiene que ver con esas realidades. Si Alá quiere la felicidad de todos los islámicos y todas las islámicas (más de cuatro mil millones de almas), que alguien del islamismo explique ¿el por qué no hacen una revolución que realmente signifique su emancipación social y el por qué la aplastante mayoría de los Estados islámicos están al completo servicio de los intereses del imperialismo y no de sus pueblos? De nada le sirve a los islámicos y a las islámicas las prédicas o enseñanzas de Alá, a través de Mahoma, si la mayoría de los mismos y de las mismas no hacen mucho por combatir el capitalismo (como fuente de las injusticias y desigualdades sociales) y construir un mundo que sea semejante al reino de Alá donde impere la felicidad del ser humano pero en la Tierra. Eso tiene la misma validez para el cristianismo, el judaísmo, el budismo y demás religiones existentes en este mundo.
En lo particular, hablando de líderes vivos, mi mayor admiración es por Fidel aunque también admiro a Mandela. No poseo admiración aunque sí respeto por líderes religiosos (como Jesucristo y Mahoma) o dioses (como Jehová y Alá).