Una de las tesis marxistas más potentes la constituye la idea de revolución permanente, formulación teórica y práctica política revolucionaria, construida por León Trotsky, como intento para detener la burocratización de la revolución bolchevique. Este es un antecedente histórico que la Revolución Bolivariana está obligada a estudiar diariamente desde nuestro colectivo imaginario socialista. Es decir, la revolución dentro de la revolución, como estrategia para garantizar los cambios políticos, económicos y sociales. Desde esa perspectiva las transformaciones sociales son una constante y la garantía de que una revolución sea permanente reside en la continua vinculación entre los sectores sociales organizados y el Estado. La revolución no es un momento, sino una constante, un proceso continuo.
Precisamente a partir del triunfo electoral del 7–O el Presidente Chávez ha llamando a la crítica y autocrítica revolucionaria, la elevación de los mecanismos de supervisión gubernamental para garantizar una labor pública eficaz y a la activación del poder constituyente para la formulación, ejecución y contraloría social del II Plan Socialista de la Nación. Son tres aristas de una misma dinámica de revolución permanente, que garantiza la vitalidad del proyecto histórico bolivariano.
Detengámonos brevemente en cada una de ellas. Las revoluciones socialistas del siglo XX hicieron de la crítica y autocrítica revolucionarias un peligro, reduciéndola a un papel accesorio en los discursos. Todo aquel quien osara formular una crítica pública contra errores, fallas o trabas en la acción de los gobiernos de la URSS, el Estado o el Partido era perseguido y execrado por la nomenclatura. Esta práctica le sustrajo el elemento sustantivo y más importante al socialismo: la democracia, y dentro de ella, el debate libre de ideas y opiniones. Al reivindicar la pública crítica y autocrítica revolucionaria, la Revolución Bolivariana se reencuentra con los más puros ideales del socialismo libertario. Como lo hemos señalado en otros textos, foros y columnas, entendemos la crítica en el marco de la lealtad, el amor y la honestidad con el proceso, el pueblo y los liderazgos.
La crítica se concentra en dinámicas, prácticas y modos de entender lo político y se concreta en decisiones de las instancias a quienes les corresponde decidir; la crítica pública debe tratar, salvo que sea estrictamente necesario, de no personalizar los señalamientos para que el aprendizaje sea colectivo. Por supuesto esto implica una nueva forma de entender el partido y los instrumentos políticos de la revolución, tanto en sus dinámicas internas como en su relación con los movimientos sociales y el poder popular.
La Revolución Bolivariana refresca democráticamente el pensamiento socialista con la noción, desarrollo constitucional y puesta en práctica de la democracia participativa y protagónica, como sistema político para garantizar inclusión, justicia social y desarrollo nacional. En esa dirección la consulta popular sobre todos los temas de gobierno, constituye un enunciado que cada vez se expresa con más fuerza en legislaciones y espacios de construcción compartida (consejos comunales, consejos de trabajadores, consejos estudiantiles revolucionarios, entre otros). Una de las ideas centrales de este planteamiento es el avanzar hacia formas de gobernar obedeciendo al pueblo. Significa depositar la confianza en el pueblo, como garante de un nuevo modelo de sociedad, recreando el propio concepto de vanguardia política. En la medida que el pueblo esté más vinculado a la formulación, ejecución y evaluación de la gestión pública, la eficacia política de la revolución será cualitativamente superior.
Desde esa orientación, a solicitud del Presidente Chávez, desde el fin de semana próximo pasado se inició una hermosa experiencia de poder constituyente para la construcción desde los barrios, consejos comunales, sindicatos, consejos de trabajadores, universidades, clubes, es decir desde todos los municipios, parroquias y comunas en construcción del II Plan Socialista de la Nación. Se trata de un esfuerzo colectivo para definir, precisar y expresar cuanto queremos avanzar en la edificación socialista en los próximos seis años. Todos estamos convocados a participar en esta consulta, sin distinción de opinión política, asumiendo como elemento compartido la lucha por un país soberano e independiente.
Estos tres elementos parecieran ser el preludio de una vigorización participativa de la propuesta socialista que toca a la acción de gobierno, sus instrumentos políticos y los poderes constituidos. El poder Constituyente es el soberano marcando la pauta del sueño creativo de formar parte de un país sin pobres, amos, esclavos… ni burócratas.
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El autor es el Director de la Revista COMUNA: pensamiento critico en la revolución.
@Luis_Bonilla_M luisbo@gmail.com