La crisis política es delicada según se puede inferir de los titulares de las noticias ocurridas en las últimas 48 horas:
“Señalamiento de Guillermo Aveledo dio inicio a la agresión. Golpiza de opositores a camarógrafo de VTV le ocasionó fractura de clavícula y politraumatismos.”
“Ministerio Público designa Fiscal para investigar amenazas contra Nicolás Maduro y Diosdado Cabello”
“Detenidos tres ciudadanos por caso de agresión a equipo de VTV en acto de la MUD”
“Maduro: habrá mano dura contra conspiración de la derecha”
“Detenida cuarta persona por agresión a equipo reporteril de VTV”
“Embajada venezolana en España denuncia campaña contra Venezuela en el diario EL País”
“Fiscal General: se tomarán medidas en contra de quienes pretendan desestabilizar al país”
“Agredidos por la Guardia Nacional trabajadores y comunidad que exigían la distribución de harina precosida en Cumaná”
“Disparan contra unidades de Mario Silva hiriendo a uno de sus acompañantes”
“José Vicente Rangel: Pido investigar al Presidente del Banco Venezolano de Crédito”
Lo preocupante de la coyuntura política actual es que a pesar de lo grave de la situación donde se involucran factores políticos nacionales e internacionales, cargados de violencia e intentos desestabilizadores, se observa una tendencia a considerarlos como una simple guerra comunicacional. Lo de simple es relativo porque este componente mediático fue fundamental en el golpe de Estado del 2002. Me refiero a la tendencia al acostumbramiento, a ver como normales que estas irregularidades políticas se presenten sistemáticamente en la cotidianidad de la democracia venezolana. Fueron loables y positivas las movilizaciones de masas del 10-E Y DEL 23-E, los pronunciamientos de Maduro, de la Fiscal y el llamado al pueblo a permanecer unido a la FANB en estado de alerta. Estas iniciativas disuasivas son importantes pero no lo suficientes porque son posiciones meramente defensivas, muy suaves para contener la avalancha de una ultraderecha derrotada pero envalentonada por la enfermedad de Chávez todavía convaleciente, aunque en franca recuperación.
A mi juicio hay que abortar la conspiración golpista ahora cuando la oposición no ha podido calentar la calle por su pérdida de credibilidad. No hay que dejar preñar al sector antichavista existente en la FANB y a las minorías opositoras de las “buenas intenciones” del 11 de abril. Cómo hacer abortar el engendro golpista que todos sabemos está en preparación y se ventila abiertamente? No es fácil hacerlo porque el enemigo no es pendejo, pero tampoco es imposible descubrir lo que trama el adversario con buenos y confiables servicios de inteligencia que supongo los tenemos y no están infiltrados. El remedio más seguro para abortar el golpe es no permitir ni un milímetro de impunidad a los conspiradores. La impunidad es el talón de Aquiles de la revolución bolivariana chantajeada por el tema de los derechos humanos y la supuesta dictadura de Chávez.
Hay que meter presos, sin contemplaciones, a los políticos que anden pregonando por ahí que desconocen el Estado de Derecho, a los acaparadores, a los especuladores, a los comunicadores y dueños de los medios que conspiran abiertamente contra la paz de la República. También hay que ser implacables con los jefes militares cuando los cuerpos de inteligencia detecten cualquier actividad conspirativa en el seno de la FANB, caiga quien caiga. En política como en el juego la mejor defensa es el ataque y el que pega primero pega dos veces.
*El autor es profesor de filosofía jubilado de la Upel. Fue Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.
sergiobricenog@yahoo.com
