Meto mi cuchara en el sancocho propuesto por el camarada Antonio Aponte

Confieso que me ha parecido muy interesante el artículo del camarada Antonio Aponte titulado “¿Se suicida el socialismo?”. Y meto mi cuchara en ese sancocho porque el mismo camarada Aponte llama a que se realice un foro donde se discutan temas importantísimos como él mismo los señala y enumera: “¿Se puede ir al Socialismo en conchupancia con el capitalismo? ¿Se puede separar la relación económica de la formación de la Conciencia del Deber Social, fundamento del Socialismo? ¿Se pueden construir nuevos empresarios capitalistas sin conciencia capitalista, como proponen algunos?”. Seguramente, muchos otros camaradas también incorporarán otras interrogantes o ideas para la discusión.

         Digo que casi globalmente comparto lo expuesto por el camarada Antonio Aponte. Sólo en unas poquísimas diría no estar totalmente de acuerdo con él. A mi juicio, las revoluciones, por ejemplo, no se suicidan sino que son guillotinadas por los hombres y mujeres que ella misma devora al no querer entender que la historia no depende de las voluntades de los gobernantes sino de condiciones tan objetivas como los factores económicos. Si una Revolución, creyendo su dirigencia que van a construir el socialismo independiente de su mundo exterior o lo que le rodea, sencillamente desarrolla la burocracia al extremo de cesarismo y la guillotina si políticamente las medidas de corrección no se toman a tiempo.

A mi juicio, hay profundas diferencias entre lo que aconteció –con el socialismo- en lo que fue la Unión Soviética y lo que ha sucedido en China y en Vietnam. En la primera la máxima dirección del Gobierno –de manera obstinada- quiso construir el socialismo dentro de las fronteras soviéticas en forma aislada de la economía capitalista que gobernaba el mundo casi entero, es decir, de las leyes que rigen el mercado mundial. En el caso de China, su dirección a tiempo se percató que aislarse del mercado mundial e intentar construir el socialismo a la interioridad de sus fronteras no era posible, entonces todo el rumbo lo enfiló hacia la competencia en la economía de mercado con todos sus rasgos de capitalismo olvidándose para siempre del socialismo. Y en el caso de Vietnam, sus fuerzas productivas, su atraso en inferioridad de condiciones económicas en relación con el capitalismo avanzado le hizo entender, por cierto a una dirección evidentemente revolucionaria, que los errores de la ex-Unión Soviética no debían seguirse y que debía ir logrando pasos de avance sin darle la espalda a las más poderosas realidades del capitalismo pero pensando en todo lo que pueda mejorar las condiciones socioeconómicas de su población. Otro gallo cantaría si la Revolución Proletaria hubiese triunfado en algunos países de capitalismo avanzado. Sin duda, Vietnam estuviese allí, a la cabeza, señalando rumbos hacia el socialismo. En lo que debe tenerse claridad meridiana, sin que nadie se desanime por ello y sin que nadie deje de luchar por la revolución, es que en ningún país subdesarrollado se podrá construir socialismo sin que éste se construya en naciones de capitalismo altamente desarrollado. Idea mía. No, jamás y nunca. Idea de Marx, Engels, Lenin, Trotsky pero, además, de la propia realidad objetiva de este mundo capitalista. La transición del capitalismo al socialismo es una fase, aunque ligada y relacionada dialécticamente, que no puede ser catalogada como propiamente la socialista mientras los elementos de capitalismo estén allí disputándole terreno en todos los sentidos.

Creo que en lo expuesto más arriba, con una brevedad muy simple y pequeña señalando los casos de la ex-Unión Soviética, China y Vietnam, toco lo relacionado con la primera interrogante del camarada Aponte. Sólo emito una opinión para incorporarla a lo que el camarada Aponte denomina discusión (madre de todas las cosas según un filósofo chino), sin la cual –lo comparto con él- corremos el riesgo de dogmatizarnos y sectarizarnos en un solo enfoque sin aceptar jamás salir de él, aun cuando nos atiborren la cabeza de verdades inobjetables. Sin embargo, quienes hayan tenido oportunidad de leer al camarada Lenin en su tiempo cuando fue el jefe del Gobierno de los Comisarios del Pueblo a raíz del triunfo revolucionario en aquel final de octubre de 1917, seguramente estarán plenamente convencidos que podrá haber un período de la historia donde se viva en base a una coexistencia pacífica entre el capitalismo y el socialismo (que no será conchupancia sino necesidad histórica mientras no triunfe el socialismo en los países de capitalismo más avanzado) pero que nunca jamás podrá ser eterna o siquiera permanente: uno u otro vencerá. Si la Revolución Burguesa Francesa de 1789 no hubiese llevado, luchado y triunfado por su objetivo supremo al resto de Europa, seguramente, el mundo tuviera casi tres siglos de atraso en relación con las conquistas que se lograron a final del feudalismo y el capitalismo, tal vez, estaría aún en pañales. Lo mismo quiso hacer la Revolución Socialista, bajo el mando del camarada Lenin, con la mala suerte que fue derrotada en Polonia y no se produjo la Revolución Proletaria en Alemania. De allí la imperiosa necesidad de que todo Gobierno revolucionario ejerza el internacionalismo proletario como estímulo para que en otros países triunfe la Revolución Socialista.

Y sobre si es posible crear empresarios sin conciencia capitalista habría que analizarlo desde diversos ángulos. Una Revolución Proletaria cuando expropia o nacionaliza una industria o empresa la convierte, de manera inmediata, en propiedad transicional del Estado. Si la pone a funcionar correctamente está creando propietarios sin conciencia capitalista, porque su objetivo es llevarla a propiedad social. Si la burguesía o los sectores de la pequeña burguesía fuesen capaces de declararse y activar por la Revolución Proletaria, no habría necesidad de partidos políticos ni gremios o sindicatos. El proletariado no llevaría en su entraña la construcción de una nueva sociedad. El Manifiesto Comunista hubiese concluido así: “Burgueses de todos los países, uníos”. En fin, si fuese capaz una Revolución de construir propietarios individuales –por un lado- y trusts monopólicos de propietarios particulares –por el otro- sin conciencia capitalista tendríamos que esperar –esencialmente el proletariado- que haya un eclipse total de la Tierra y no quedando una alma viva sobre la misma, las abejas -obreras de la economía doméstica- se rebelen contra las reinas y dejando de considerar a los machos como zánganos, nos escriban un texto bíblico y clásico de comportamiento humano por si acaso vuelve a nacer el hombre y la mujer para habitar otro planeta en las mismas condiciones geográficas, geológicas y climáticas que la Tierra.  De lo que sí no debe tenerse dudas es que han existido o existen burgueses que llegan a restearse con la causa del proletariado, es decir, con el socialismo. Beslay  fue uno de ellos en la Comuna de París de 1789 incluso alertando a los proletarios que no creyeran en las promesas de burgueses.  Engels fue de la burguesía y todo el que haya leído algo de marxismo conoce la grandeza revolucionaria del mismo, sus aportes a la doctrina marxista o causa del proletariado y cuánto le debe la Revolución Socialista a su activismo por la misma. Pero eso es lo particular y nunca será una generalidad.

Bueno, este escrito, es sencillamente una síntesis que nadie debe asumirla como la verdad de todas las verdades. Pero la discusión planteada por el camarada Antonio Aponte es algo neurálgico para bien del proceso bolivariano. Nadie debe alterarse por ello y lo recomendable es recurrir a argumentos, conceptos, juicios, razonamientos, conocimientos y experiencias para enaltecer el debate y la reflexión y no optar por desprecio o descalificaciones a quienes se incorporen a tan imprescindible necesidad de elevación y   enriquecimiento de la conciencia revolucionaria o social.



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Freddy Yépez


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