Tal vez sea propio de todos los seres humanos preguntarse en determinado momento de su existencia: ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Esto es lo necesario para mi vida? ¿El rumbo que debo seguir está claramente definido?
Indudablemente, como lo dijo algún pensador, la vida es un dibujo que se hace sin ningún boceto previo. Es decir, los trazos de la vida los construímos día a día sin que exista la posibilidad de “detenerse” para hacer un ensayo y si no nos gusta entonces borramos y hacemos un trazo que nos guste. Esto es lo que posiblemente lleva a los seres humanos en algún momento de su vida a analizar, aunque sea por unos segundos, lo que ha venido haciendo, de dónde viene, hacia dónde va y si lo que está consiguiendo es lo que quiere o es lo que le conviene ya que no existe la posibilidad de desdibujar lo que ya se ha hecho aunque, quizás, pueda enmendarse un poco el final.
Al trasladar esta realidad a la situación política que vive el país en la actualidad no podemos verla como algo que es ajeno a la realidad particular de cada quien. Esta situación política se enmarca en una perspectiva que, más allá de cualquier matiz que pueda presentar, está y estará marcada por las circunstancias propias de las personas que participan o hacen vida en medio de ella.
De esta manera, es probable que todos aquellos que en algún momento les corresponda tomar una decisión trascendental para sus vidas – como por ejemplo, participar en la escogencia del modelo político que desea para su país – se enfrenten al dilema de responder preguntas como las señaladas al inicio de este escrito.
Estar dentro del bosque a veces impide ver el tamaño de la montaña y tal vez ésta sea la situación que mejor refleja la encrucijada que pudiera representar para muchos el tomar la decisión acerca de continuar o no con un proyecto político. Al estar en medio de tan importante situación tal vez resulte natural sentirse abrumado por las circusntancias y perder la perspectiva acerca de lo que realmente merece la pena escoger.
No obstante, existen elementos concretos que pudieran permitir que se asomen luces acerca de lo correcto o no que resultará la escogencia de determinado proyecto político. Cuando hacemos referencia a lo concreto no necesariamente tienen que ser cuestiones materiales, sino todos aquellos elementos que tienen suficiente peso para marcar la vida del país.
Es difícil entonces pensar que el Socialismo del Siglo XXI no cuenta con suficentes elementos concretos que nos llevan a pensar que ese es el rumbo correcto que en este momento se está planteando continuar o no en el país. El crecimiento intelectual, político y sobre todo moral, que ha experimentado esta nación aunque no es algo que pueda medirse o pesarse en términos cuantitativos es totalmente indiscutible. Esas transformaciones y ese crecimiento repercute sobre todos y cada uno de los ciudadanos y lo seguirá haciendo por muchísimos años. Si a esto sumamos la extensión de muchos aspectos de este ideal revolucionario a lo largo de América Latina nos daremos cuenta que esta repercusión va más allá de las fronteras.
Es innegable que se han producido fallas y, por lo demás, es natural dada la magnitud de los cambios que han presentado en la vida de todos los habitantes de esta república, pero sin lugar a dudas, todas las transformaciones que han sobrevenido con este proceso constituye una referencia que no puede menoscabarse al momento de valorar si vale la pena continuar o no el rumbo que se ha emprendido.
Sólo la perspectiva que le permite el tiempo es la que finalmente dirá si acertamos o no en lo que estamos haciendo con nuestras vidas. No corresponde a nosotros mismos valorar si lo que estamos haciendo es lo correcto o no dentro del proceso histórico que estamos viviendo, pero a juzgar por los aspectos concretos – que no materiales – con los que contamos todo pareciera indicar que así es.
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