Con satisfacción en días pasados la acertada proposición del Partido Comunista Venezolano, quien en una jornada de análisis de la economía venezolana, propone al gobierno Bolivariano trascendentales medidas a tomar, las cuales sirvan para ir más allá de las hasta ahora políticas reivindicativas a la mayoría poblacional en las áreas de alimentación, salud, y educación, que conjuntamente agrego yo, con el perfil netamente electorero del PSUV es lo que caracteriza a la “revolución” bolivariana. Tres medidas importantes a tomar propone el PCV a saber: 1) Monopolizar las importaciones, 2) Nacionalizar la Banca privada, 3) El desarrollo de una política de Industrialización. Considero que a dichas medidas debe añadírsele el profundizar en forma real el control popular, libre de toda manipulación demagógica, y por ende libre de todo ventajismo emanado de los centros locales de poder, siendo la condición sine qua non para el logro de dicho control popular, el avocar los esfuerzos de los partidos revolucionarios a la ideologización de la población, a fin de allanar el camino hacia el socialismo del siglo XXI, misión de ideologización esta, obstaculizada en forma permanente por contrarrevolucionarios en función de poder, enquistados dentro de los partidos que apoyan este proceso, y particularmente dentro del PSUV.
En referencia a la monopolización de las importaciones, a estas alturas es de imaginar que el gobierno bolivariano debe contar con la infraestructura necesaria para asumir dicho cometido, dada la experiencia obtenida con las importaciones para MERCAL y PDVAL, con la ventaja de estar al tanto de los costos reales de lo que se importa y por lo tanto poder así fijar el precio de venta de los productos importados, teniendo la posibilidad además de fijar una escala prioritaria de necesidades, sin tener que excluir en forma absoluta a los productos no prioritarios de consumo selectivo, cuyo precio al consumidor lógicamente deberán fijarse a tasas de costo mayores para quienes lo consuman, dado que a su mayor costo en los mercados internacionales se le suma la menor erogación de divisas para obtenerlos de parte del Estado, que las correspondientes a los productos de mayor necesidad y consumo. Otra ventaja para él país sería también la de que el organismo o ente monopólico estatal pueda recurrir a la escogencia de los precios para los productos a importar, acorde a la competividad en los mercados internacionales. Al respecto los ejemplos sobran, es un hecho que tras quinientos años de transculturación en el consumo de la harina de trigo, los productos elaborados con esta, comenzando por el pan, se han convertido en una necesidad básica de consumo diario para todos los estratos de nuestra población, debiéndose estudiar si existe o no la conveniencia de mantenerse amarrado a los precios del trigo canadiense, pudiéndonos acercar a los países del cono sur de nuestro continente (pertenecientes en su mayoría al Mercosur), explorando así las posibilidades de su adquisición a precios para nosotros quizá más convenientes. Las manzanas, frutos desaparecidos de nuestro mercado diario después de la independencia, y de consumo actual frecuente después de la segunda guerra mundial, tengo entendido son importadas de California, y Chile. El comentario del presidente de Uruguay José Mujica en una de sus visitas a nuestro país fue más ó menos textualmente: “que cara son aquí las manzanas cuando en Uruguay se pierden en los arboles”. Sirvan estos dos ejemplos más o menos banales, para ilustrar las posibilidades de un Estado Nación serio, de corte revolucionario, que pueda jugar con los precios e los productos de importación a favor de nuestra propia economía y por ende de la economía de consumo de nuestros habitantes.
En referencia a la nacionalización de la Banca privada. La erogación en divisas del Estado Venezolano a la banca privada ha derivado en un negocio redondo para la misma, no solo por las ganancias de intermediación que engrosan los ya de por sí abultados capitales de la misma, sino por todo los tipos de negociaciones marginales que de ello se deriva. Acorde a lo expresado por muchos entendidos, nunca como en estos últimos catorce años la banca privada ha salido más favorecida en su interrelación con el gobierno. La experiencia favorable hacia la población en lo referente a préstamos blandos otorgados por los bancos nacionalizados, amén de una mejoría progresiva en la atención al público, enciende una luz que guía hacia lo que podría ser un futuro libre de intermediarios en lo que a este renglón se refiere.
En cuanto a la política de Industrialización. Históricamente los gobiernos que han regido a nuestro país desde su independencia están en deuda con este importante planteamiento; en un inicio, dado la pobreza del erario público basado en los ingresos de exportación de productos agro ganaderos (cacao, café, reses en pie, ó cueros) cuya producción amén de verse obstaculizada por nuestras guerras civiles, aportaban divisas para el país que bailoteaban de uno a otro extremo, acorde a la oferta y la demanda del mercado internacional. Con el inicio de la explotación petrolera en manos de las grandes compañías transnacionales, y a pesar de los contratos leoninos en contra de los intereses del país, el erario nacional se vio acrecentado sustancialmente de la noche a la mañana, empleando el gobierno Gomecista dichos recursos en fomentar el agro a favor de las propias haciendas de Gómez, sus familiares y allegados, pero fundamentalmente para construir un sistema vial básico a nivel nacional, y de paso (en una forma que aun hoy genera controversias), Gómez paga la deuda que el país venía arrastrando dese la independencia. Con un campesinado que emigra hacia los campos petroleros en busca de trabajo, y hacia las ciudades en busca del “repele” que sobra de la explotación petrolera, el país se fue convirtiendo en un país mono productor petrolero como única industria, plagado de locales comerciales vendedores de bienes de consumo de origen importado, importaciones que cubriendo una amplia gamma con el tiempo han llegado a sustituir hasta nuestra propia producción alimentaria. Aunque desde el gobierno de Medina Angarita un grupo de empresarios nacionales intentó estimular la industria nacional agrupándose en lo que se llamó Pro Venezuela; el primer intento serio de industrializar el país nace durante el mandato del dictador Pérez Jiménez, tamaña osadía fue uno de los factores que le sustrajo el apoyo del gobierno Norteamericano y propulsó el apoyo de dicho gobierno a los lacayos más dóciles que vinieron después (ergo Rómulo Betancourt). Pérez Jiménez inicia la construcción de las industrias básicas (siderúrgica), y pretende traer técnicos para desarrollar nuestra propia tecnología, aprovechando la posibilidad de contratar especialistas en las áreas científicas y técnicas, técnicos estos mal pagados o desempleados en la Europa de la segunda post guerra mundial. La caída de la dictadura impulsa el comercio de los grandes supermercados y tiendas multi departamentales de capital extranjero, y la instalación de ensambladoras de automóviles, la sustitución progresiva de las partes importadas con muy pocas excepciones, queda en el papel, todo esto con la excusa betancurista de que “hay que dar empleos”. Con un endeudamiento nunca visto, cuando el país se encontraba en su mejor momento de ventas petroleras a altos precios, Carlos Andrés Pérez en su primer mandato funda las empresas de producción de aluminio de Guayana. Industrias estas hechas desde sus inicios para la quiebra, administraciones corruptas e ineficaces, todas defensoras de los intereses personales de los politiqueros propios y externos de aquella época, y los que en la actualidad están disfrazados de “rojos rojitos”. No voy a abundar al respecto por razones de espacio, pero si quiero recalcar que la actual política del gobierno bolivariano en cuanto a asociaciones estratégicas (en tanto la Nación tenga mayoría accionaria en las mismas), creo es una política acertada, lo que no veo hasta ahora con dicha política, es que aquí (con muy pocas excepciones), se esté fabricando algo, aquí se sigue ensamblando, y la tal transferencia de tecnología en cuanto a productos industriales que contribuirían a darnos una verdadera independencia económica ( fábrica de motores de todo tipo por ejemplo), me sigue oliendo a puro cuento.
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