Quisieron eliminar por siempre las ideas libertarias de Guaicaipuro, lo acorralaron y mataron, pero el aguerrido guerrero siguió vibrando en las gargantas de sus descendientes junto a su brazo guerrero que se mantuvo en sus herederos. José María España fue torturado y descuartizado en la Plaza Mayor de Caracas como castigo por rebelarse contra el Imperio Español, pero sus hijos izaron la bandera de la libertad en el mismo lugar de su martirio y continuaron sus herederos y seguidores proclamando la libertad. A nuestro gran Libertador Simón Bolívar lo llevaron hasta Santa Marta donde lo enterraron para callarlo, pero se hizo en millones que siguieron proclamando sus ideas republicanas en las mentes y las voces de sus seguidores, no podían silenciar fácilmente las doctrinas tan fuertemente arraigadas en el pueblo.
Entonces inventaron meterlos en estatuas y encerraron los gritos de estos y tantos héroes en bronce, mármol y cañuelas.
A Guaicaipuro lo encerraron en metal y lo colocaron en un pedestal con su alarido de guerra ahogado y su potente brazo inmóvil e inerte. Lo mismo harían con España: hasta dieron su nombre a una plaza, de donde no pudiesen salir sus ideas libertarias. Al gran Bolívar lo hicieron estatuas y en su caballo de inmóvil bronce lo mantuvieron encerrado con una espada inerte. Lo sacaban a pasear por un rato una vez cada año y lo llenaban de flores y discursos enaltecedores que duraban poco tiempo, devolviéndolo, al ocaso del día, a la soledad de su urna de plomo. Igual sucedió con los otros héroes y sus ideas.
El 18 de mayo de 1871, luego que los españoles sacrificaran a toda su familia y antes que le cortaran la lengua los españoles, el inca Túpac Amaru proclamó en Qeshwa y Castellano “Volveré y seré millones”; a este también lo volvieron estatua y bronce.
No pasaría mucho tiempo, unos 120 años después fue cuando se presentó Hugo Chávez quien liberó todos los héroes latinoamericanos del metal donde estaban encerrados, al contar contantemente sus historias y rememorar perseverantemente sus ideales. Le devolvió a Guaicaipuro su grito de guerra y su hacha fulminante; a José María España su discurso libertario y al Gran Bolívar le devolvió su espada y echó a correr su caballo que lo tenían frenado dentro del escudo: Desde entonces camina alerta con su espada al aire por la América Latina, de norte a sur y de este a Oeste, como lo quiso Neruda con su canto, que despertara cada cien años como lo hacen los pueblos, esta vez para siempre.
Por eso no queremos que a Hugo Chávez lo conviertan en fría estatua, que no nos lo encierren en bronce, ¡ni un requiem in pace para quien nunca quiso descansar en paz! Preferimos mantenerlo vivo en los videos, en los audios, en los libros y en nuestros corazones y mentes; en nuestro proceder republicano: hecho millones como vaticinó Túpac Amaru.
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