Hay una crisis civilizatoria producto de la ganancia, el mercado y el privilegio que ha trascendido los mismos límites de la razón humana. Es la razón, para algunos teóricos del neoliberalismo, la que no tiene capacidad para generar cambios en la sociedad y en el individuo, la historia es un peligro para ir más allá de lo fundamentalmente sustantivo. Lo deliberativo no es lo que va a modificar los escenarios humanos, el nuevo orden social, ya retomado por los intelectuales de la hegemonía o de los que no comulgan en la capacidad deliberativa del hombre en colectivo, que muy por encima de la capacidad transformadora del hombre, el mismo Adam Smith y muy bien retomado por Friedrich Hayek, decía que “los hombres tienden a obrar de acuerdo con la fuerza natural, que es el egoísmo (…) y cada individuo en su beneficio privado contribuye al bien público” para el mantenimiento del orden “natural” de la sociedad que garantizaría la conformidad entre el interés público y el privado. He aquí el principio de no intencionalidad humana y el desconocimiento u ocultamiento de la razón crítica y deliberativa de la acción individual, como agente en competencia dentro del ámbito del mercado. El orden social para los neoliberales es el mercado, la mano invisible que actúa sin rendir cuentas a nadie. Esa es la filosofía hegemónica que ha sido el constructo del capitalismo y de la desigualdad humana y no obstante, la que mantiene el orden históricamente despreciando la acción deliberativa de los pueblos. En términos más coloquiales, en esta tendencia no figuran las capacidades colectivas dispuestas a transformar lo transformable a través de lo cotidiano y lo reflexivo, la acción y el pensamiento, el consentimiento activo de los grupos dentro de la dinámica histórica y social.
Ese es el debate en la construcción del nuevo escenario que como alternativa de convivencia se discute en el día de hoy y que se ha discutido desde la puesta en escena de las grandes revoluciones políticas desencadenadas por la Revolución Francesa en 1789. Todo esto configuro toda una situación perturbadora, por el temor de los continuos cambios que se suscitarían a lo largo de la historia, y que evidentemente generó enemigos teóricos que no dejaban de elucubrar sobre el retorno al pasado controlador. Desde allí comienza la teorización occidental que en el devenir histórico ha dominado al mundo, imponiendo su razón instrumental, al decir de Habermas.
Todo este proceso que es expuesto me conduce hasta llegar a lo que es la necesidad de mantener el sistema actual, complejo que posee sus ramificaciones que la explican y por evidencia, la sustentan. El capitalismo, en esta etapa globalizada, de expansión continua, globalizadora del capital, ha creado no áreas cerradas como en otrora, sino que ha creado áreas más abiertas a la competencia y los denominados bloque expansionistas, como por ejemplo EEUU que conjuntamente con Canadá posee hegemonía en América Latina que ha sido su fortaleza económica, como patio trasero para explotar los enormes recursos que posee le región. Ya no están definidos, en el sentido estricto de la palabra, los denominados enclaves económicos, sino que desde el mercado, como agente dominante por si solo en su impulso extraterritorial fuera de la intervención humana, es decir, no como producto intencionado del hombre, es parte de la naturaleza misma, con sus propias leyes que la distinguen y que la caracterizan por su mano invisible donde la participación del Estado está fuera de orden o mejor dicho, sin el bienestar que la naturaleza del Estado debe procurar según su origen natural.
En concreto, todo este escenario teórico ha servido para indicar que la historia y el individuo en colectivo han tenido sus encuentros para salir de las crisis que se han desatado desde que el capitalismo asumió las riendas para el control social, para la ganancia y para el privilegio de, según Spencer “los más aptos” Estas luchas, como un reflejo de las masas, han pasado por una serie de etapas con cambios invariables creciente y en descenso.
A la final de todo este proceso es lo que en si ha generado una gran crisis civilizatoria, y en eso nos estamos enfrentando hoy en día. Hemos entrado en una etapa de no tanto crisis sino de “angustia civilizatoria”, de donde el neoliberalismo en etapa demoledora ha adquirido ciertos mecanismos drásticos para el sostenimiento de su capacidad acumulativa, para sobrevivir a como dé lugar. Ejemplos típicos lo vemos hoy en día por las fuentes informativas en Libia, Siria y Ucrania, y más rotundamente visto desde la perspectiva más cínica, es el caso de Egipto, cuyo control se da para evitar un Egipto democrático que en su efecto buscaría su independencia al orden dominado por EEUU, como patrón del sistema, según Samir Amín, Arabia Saudita y el Estado sionista de Israel. Esto provocaría una enorme fisura en el orden acordado por estos países porque Egipto podría convertirse en un Estado antiimperialista y como dice Samir Amín “reanimaría la solidaridad de los pueblos árabes e impondría el reconocimiento del Estado palestino por parte de Israel”. Por ello Egipto es clave fundamental en la estrategia norteamericana para seguir con el control del planeta mediante un régimen islámico. Todo esto igualmente abortaría el ascenso de las potencias emergentes como lo son Rusia y China y por supuesto, la desaparición del Estado iraní.
Ahora bien, el objetivo fundamental de la sobrevivencia de las grandes potencias es acabar con los recursos del planeta, satisfaciendo sus necesidades para el mantenimiento de sus privilegios, háblese de las grandes elites, háblese de las empresas que dominan el mercado mundial. Lo que prevalece en esta red de colonización y despojo es para el mantenimiento del sistema capitalista, de eso no hay duda porque no estamos hablando de nada nuevo.
La guerra de estos países ya no se da a través de armamentos militares sofisticados, el campo es, a decir de Emilio Terán, la cotidianidad, el desafío al discurso, a través de la acción contestataria de los movimientos que han surgido en contra de, no solo contra los medios embusteros y difamadores del capitalismo, sino contra la guerra de generaciones inventadas por Israel y los Estados Unidos, esto es, grupos de mercenarios asesinos contratados para generar el caos en países donde no les conviene un sistema realmente democrático.
Sin ir muy lejos, no podemos obviar lo que está sucediendo en nuestro país Venezuela. Desde que asumió Chávez la primera magistratura, el país se ha visto envuelto en una serie de capítulos que han puesto en peligro al país y a su proyecto, comenzando por la constituyente, luego el golpe de estado y el paro petrolero, los distintos enfoques que se le han dado a este gobierno a través de la prensa mundial y las amenazas continuas por parte del gobierno de Washington. Por último, luego de la muerte del comandante Chávez, según algunos analistas sesudos han visto la falta de liderazgo fuerte y contundente como lo fue el propulsor de esta revolución de donde se ha puesto en tela de juicio su muerte.
Hay que considerar que el actual conflicto que hoy nos abruma, con las denominadas guarimbas, con conexión con factores de la ultraderecha del norte y Colombia, representado por el narcoparamilitar Álvaro Uribe, como puente para crear el caos.
La salida no es la complacencia capitalista, como lo quiso manifestar el dueño de la empresa Polar, ni mucho menos la producción con el sector privado, la salida es, por un lado, mantener la sinergia permanente entre las tareas políticas del PSUV en alianza con las organizaciones de base, llámese consejos comunales, de tales tareas políticas, se encuadrarían las tareas económicas permanentes para la producción, la formación constante de los cuadros políticos para que asuman el compromiso histórico con los cambios mediante un plan de contingencia política permanente para la transformación permanente y revisar las posibles alianzas con alguno que otro empresario privado con verdadero sentido nacionalista. De esta manera estaremos fortificando el proceso que comenzó en 1999.
Por último, mi pregunta fundamental es donde está el supuesto “movimiento obrero”, el supuesto “movimiento estudiantil y campesino”, allí les dejo esa duda.
Dr. en Ciencias Políticas