Los pobres merecen una oportunidad

Pareciera que la pobreza es una condición natural para ciertos grupos humanos, a tal grado, que hasta las sagradas escrituras la refieren como algo intrínseco en la sociedad. Por lo general nadie se responsabiliza de la asimétrica distribución de las riquezas albergadas dentro de las entrañas de la corteza terrestre y fuera de esta, causa fundamental de las penurias humanas. A costa de la miseria ajena se han amontonado fabulosas e impúdicas riquezas, esencialmente, ciertos políticos sinvergüenzas que llegaron al poder ofreciendo resolver los problemas a los pobres y luego, una vez en el gobierno, se olvidaron de ellos. Muchos han sido los libros en los que se narra la miseria en  la cual viven millones de seres cuyos autores cobran jugosas ganancias. Al igual ocurre con ciertos teatreros y alguna que otra ópera donde se patentizan los afanes y las desesperanzas de los pobres. Tristemente, los únicos que no han logrado obtener lucros de su misérrima condición son los protagonistas de las desdichas.

En verdad, mucha gente tiene la palabra pobre próxima a su aparato fonético, pero, los que no han conocido los apremios de la miseria desconocen, de seguro,  los sinsabores de las carencias. Es difícil imaginar  a una madre o un padre despertarse a medianoche en un inhóspito e insalubre rancho de tabla, o de latas o de cartón, donde se ve el rostro sonriente de algún candidato presidencial, que al fin al cabo será para lo único que sirve la propaganda electoral. Quizás se despabila consecuencia del sollozo de un hijo enfermo, ante la mirada impávida de otros cuatro macilentos hermanos quienes se suman en coro al gemido de su pariente. Por supuesto, el padre o la madre, o ambos, angustiados no podrán hacer nada, dada la carencia de dinero y mucho menos, intentarán salir del rancho, motivado a que no tienen hacia donde llevar al enfermo. Lamentablemente tendrán que esperar la salida del sol para tomar una decisión, que seguramente será ninguna, en espera de la mejoría del muchacho con algún lenitivo. Al levantarse, tal vez no tendrán comida para satisfacerle el hambre de su prole, quienes vaciarán sus vísceras en cualquier lugar próximo al rancho, producto de que en la habitación carece de los servicios básicos de una vivienda. Desde muy temprano los niños saldrán de su casa sin comer, no para dirigirse a la escuela, sino para errar por la calle en la búsqueda de un bocado de comida, intentando infructuosamente reparar el hambre de muchos días. Este drama es el que vivirá durante muchos años y su futuro será el que le depare una ineluctable enfermedad o el que le ofrezca un malnacido que lo incorpore a la prostitución infantil, al robo o al tráfico de estupefaciente. Este es uno de los tantos cuadros de la depauperación.   

Mientras los pobres se sumergen en una de una manera ineludible en la miseria, dado su índice de natalidad abundante y descontrolada, por otra parte, los ricos exhiben y reivindican una exuberante riqueza creciente. En ese estado de bienestar social y de opulencia viven, piensan y obran como si en esa marejada de la miseria no estuviese rompiendo el muro de su rimbombante casa de playa.

Ciertamente, la prensa comprometida nunca deja de mencionar las crisis económica y social, pero no refieren que la escasez (relativa) de materias primas, de alimentos, de viviendas y de las especulaciones es consecuencia de la misma limitación propiciada por los dueños de los medios de producción y de los grandes capitales. Para los ricos el apetito extremo por consumo y la acumulación de capital no tienen medida y para eso recurren a los pobres, esa gran masa de obreros que trabajan en sus empresas en condiciones deplorables. 

Con la llegada de mi comandante Chávez al poder el cuadro de miseria al cual me referí en el párrafo anterior cambió por completo. En el caso de que un niño se enferme en cualquier zona popular de seguro contará con un módulo de Barrio Adentro donde presta servicio un medico venezolano o cubano para atender la enfermedad del niño. En la actualidad es factible encontrar a una niña o un niño de cualquier barrio del país exhibiendo una Canaimita gratuita, en un plan que permite incorporar a millones de niños pobres a la tecnología de punta. También es probable observar en una zona popular a un niño o niña radiante cargando a cuesta un violín, un trombón, un chelo o cualquier instrumento, un(a) participante, de las tantas, del Sistema de Orquesta que tanto éxito ha alcanzado, tanto dentro como fuera del país. Ya en las zonas populares son conocidas las casas de alimentación donde acuden adultos(as),  ancianos(as), y niños(as) para satisfacer el hambre, evitando de esta manera el aumento de enfermedades por inanición.   

Indudablemente Hugo abrió el camino y actualmente MM, el presidente chavista y obrero, está empeñado en aplicar el Plan de la Patria para que los pobres tengan la oportunidad de alcanzar una excelente calidad de vida, negada por más de cien años por los gobiernos de la derecha. Caracas y varias zonas del país nos muestran un nuevo paisaje en el cual se han incorporado los apartamentos y las casas de Misión Vivienda, una manera de ofrecerles a los pobres una vida, un habita digno y seguro para la familia.  Ya los jóvenes no se deben preocupar por el futuro, el gobierno les asegura cupo en las universidades con la certeza de que aquellos pobres, que en un momento carecían de todo, en un destino próximo dirigirán la rienda de los posteriores gobiernos socialistas. La pobreza en Venezuela dejará de ser una epidemia que asolaba millones de venezolanos(as), simplemente porque los ricos pensaban que el país, el petróleo y las otras materias primas eran de su propiedad.

No podemos descuidarnos, la oligarquía pestilente no va a descansar hasta que nuevamente conquiste el poder y para eso pactará con quien sea. A esa camarilla de ricos deshonestos no les importa poner en manos del imperio las riquezas del país para que, en complicidad con las avaras corporaciones financieras y transnacionales de la energía, logren conservar (robar) los privilegios mantenidos durante más de cuatrocientos años. Sueñan con Ucrania, con Siria, con Libia, Afganistán, Palestina… y elevan su mirada hacia el cielo con la esperanza de atisbar los drones que lanzarán sobre el país bombas humanitarias, retumbando y ultrajando nuestro espacio aéreo. Estos nefastos personajes, María Machado, Leopoldo López, Ledezma, Diego Arria, Burelly… y tanto zánganos ricachones, consideran que cuarenta y tres muertos inocentes no bastan. Para estos malvivientes la sangre mezclada con los escombros de una ciudad es la mejor manera de mantener su hegemonía. Nada les importa, son poderosos, cuentan con brutales aliados: el Departamento de Estado, la OTAN, el FMI, la OMC, la UE y toda la prensa comprometida con la destrucción de los gobiernos progresista. Están convencidos que hay que acabar con los logros obtenidos por los pobres durante la Revolución Bolivariana. No permitamos que envenenen nuestro presente y futuro con las mismas ponzoñas del pasado; que no se dilapide la oportunidad que mi comandante Chávez  les dio a los pobres del mundo.



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Enoc Sánchez


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