La lealtad revolucionaria

Oigo a diario a líderes gubernamentales exigir lealtad ciega (lo de “ciega” es una inferencia de mi parte ante la actitud de estos líderes de no admitir ningún tipo de crítica, ni propiciar el espacio necesario para la discusión política interna en cuanto a la marcha del proceso), por parte de la militancia del PSUV, hacia las autoridades del gobierno y del partido, como cualidad primordial para que puedan ser considerados como revolucionarios, además de también exigir dicha lealtad a todo aquel que se considere estar con el proceso bolivariano. Estos llamados a lealtad antes nombrados, me hacen retrotraer a varios escenarios, pertenecientes a una historia política aun reciente en los anales de la humanidad. Por una parte aun resuena el eco de la principal consigna del fascismo, la cual resume su ideología en el “credere ubbidire e lottare”, (creer obedecer y luchar). Consigna esta cuya única validez puede aplicarse en cuanto a las relaciones jerárquicas se refiere, a los miembros de cualquier grupo regular o irregular durante los conflictos bélicos, eventos estos, donde las órdenes superiores emitidas por la cadena de mando, no pueden estar sujetas a ningún tipo de discusión, y solo cabe su acatamiento.

Otro escenario que me hace recordar ese pedido de lealtad sin discusiones, es el de la época del estalinismo en la Unión Soviética, donde todo comentario cuya interpretación no estaba de acuerdo con la línea oficial (acorde al entender de algún burócrata en funciones de poder), era considerado como trotskismo, espionaje, o cualquier otro atentado contra el estado socialista, lo cual terminaba en el mejor de los casos, con una larga condena en campos de trabajo forzado, para el considerado culpable. Siendo lo anterior consecuencia colateral de la transformación del Centralismo Democrático Leninista, en un mero Centralismo Autocrático. Lamentablemente este tipo de interpretación de lo que debía ser el Marxismo Leninismo se extendió a la China de Mao, y a los países Socialistas del Este de Europa. Aun persiste ese modelo de socialismo con diferentes grados de aplicación, desde una mayor laxitud en la Cuba revolucionaria por ejemplo, hasta llegar a una rigidez extrema al otro lado del espectro del socialismo existente, como sucede con el régimen autocrático familiar que lidera a Corea del Norte.

Es así y como reflejo de lo antes descrito, que aquí en la Republica Bolivariana de Venezuela, nos encontramos como de una manera ligera e intencionada, la mayoría de los lideres de esta llamada revolución, y también mucho de sus seguidores (estos últimos en el colmo del fanatismo o del “jalabolismo”), catalogan como contrarrevolucionario a todo aquel, que emite opinión, critica, señala fallas, denuncia mala gestión, o corrupción a diferentes niveles, o pide rectificación de medidas que considera no son revolucionarias. Manifestaciones estas que encierran opiniones alternativas, o avisos de alerta, y de descontento, que al no poder ser canalizadas por la discusión ideológica, interna, amplia, y abierta a todos los niveles organizativos dentro del proceso, terminan por ser canalizadas en los medios alternativos que como Aporrea, abre sus puertas a la crítica revolucionaria.

Pienso que a pesar de la identificación de Chávez con la tesis de Dieterich del Socialismo del siglo XXI (la cual por cierto ya ni se nombra en los predios del gobierno Bolivariano), tesis esta que nace como una alternativa a los errores en la aplicación del llamado socialismo real en el siglo XX, errores que al final terminaron por llevar dicho socialismo al fracaso. Planteamiento este de Dieterich, el cual considero mucho más revolucionario por ejemplo, que el llamado Socialismo de Mercado de la China actual, el cual ha llegado al colmo del revisionismo (y valga la frasecita esta vez con una verdadera connotación filosófica de fondo), cuando el Comité Central del Partido Comunista Chino, decide aceptar como miembros del partido (en un giro asombroso que de un plumazo borra la contraposición dialéctica Capital—Trabajo), a los neo capitalistas que ya en ese país proliferan. O los primeros pininos que por necesidad está dando la Cuba revolucionaria de acercamiento al libre mercado, al no querer o no poder cambiar el sistema burocrático de gobierno, calcado en su época y con sus propias variables, del esquema soviético.

Al respecto del país hermano, siempre me he hecho la pregunta de cómo después de 58 años de revolución y algo menos de proclamarse socialista, habiendo tenido avances importantes en el área de la salud y de la educación entre otras, y con una tasa de natalidad similar a los paises del primer mundo, es decir sin un crecimiento poblacional exagerado, no hayan podido resolver por completo el problema de la auto sustentación alimentaria, lo cual la coloca en desventaja casi similar a la de Venezuela, con la diferencia que en nuestro caso el “chorro de petróleo” permite la importación de casi todo de lo que consumimos, importación esta, hoy por hoy notablemente mermada, merma esta no solo achacable a la llamada guerra económica declarada por la oposición y el imperialismo, si no achacable en alto grado también al mal manejo interno de las divisas, tanto por ineficacia como por corrupción, con las consabidas perdidas sustanciales para la Nación; perdidas mucho mayores estas, que las que produjo el paro de PDVSA en el año 2002. La solidaridad automática y la complicidad, ha impedido el que aun conozcamos a los culpables.

Pero volviendo al tema de la lealtad acrítica. Hay que comenzar por remarcar que ni la unidad ni la lealtad son compatibles con las aberraciones (mas que errores), que incrustadas en el proceso bolivariano han llegado a formar cuerpo con el mismo. Y si no como se puede considerar como ejercicio político revolucionario la de aquellos que a diversos niveles de la administración pública consideren la prestación de servicio como cuota de poder, es decir el considerar que estar al frente de cualquier organismo en la Administración pública es un derecho ganado el cual les corresponde en base a sus manifestaciones de “lealtad”, añadido a su presencia en todo acto político partidista (con camiseta roja y todo por supuesto), cocinando así una impúdica mezcla entre sus intereses personales, y lo que de manera empírica e ineficaz considera debe ser el cumplimiento de sus obligaciones dentro o al frente del organismo en que labora o hace vida partidista (por lo común en ambos). Con el añadido de que la corrupción y la ineficacia en el ejercicio de sus funciones, puede quedar impune en la medida en que demuestre su lealtad (no al proceso en sí aunque así lo manifiesten), sino a quien lo precede en la escala jerárquica, contribuyendo a transformar el ejercicio administrativo revolucionario, en repartición de zonas o parcelas de poder, estructuradas y jerarquizadas entorno a distintas personalidades o grupos que vistan el ropaje de bolivarianos y socialistas.

Muy difícil será erradicar vicios de la gravedad que aquí expongo, tales como lo pretende el Presidente Maduro, si de una vez no se eliminan las trabas para una discusión franca dentro del PSUV y sus aliados del Polo Patriótico, que permita aplicar los correctivos que conduzcan verdaderamente al caiga quien caiga. Entiendo los temores que suscita el pisar “cayos dolorosos”, en los altos niveles de gobierno, pero de no hacerse se corre el más que evidente peligro de la reconquista del poder por parte de la derecha neo liberal.



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Arnaldo Cogorno


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