Con certeza que no se le puede aplicar la ley a quien, independientemente de que no pertenezca al partido de la revolución, esté al frente de un alto cargo y lo esté haciendo bien, pero con la misma fuerza uno cree, afirmándose en el pensamiento del filósofo Séneca que, lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad.
Aquí es donde está realmente ese asunto de los encamisados, enfranelados, encachuchados y enchaquetados de rojo, de esos que están en altos cargos sin sentir la pasión revolucionaria ni padecer su evolución. Esos mismos a los que hace referencia el Presidente de la Asamblea Legislativa, Diosdado Cabello.
Todavía a estas alturas de haber pasado por las aulas del Fermín Toro, haber vivido la experiencia del enfrentamiento liceísta de aquellos tiempos con los agresores de la conocida sotopol, los enfrentamientos posteriores en los distintos escenarios de la Universidad Central de Venezuela, UCV, y otros, como lo he expresado antes, solo me han permitido ubicarme en la izquierda y aún sin capacidad para considerarme revolucionario porque esa palabra, de acuerdo a mi apreciación, es altamente profunda para exhibirla como un letrero en el pecho y la espalda.
¡Muy profunda la palabra revolución, demasiado profunda!
¿ Y a qué viene todo esto?
Solo responde a realidades sencillas que escuchamos y vemos a diario, como esa de unas cuantas personas -unas cuantas bastante, un montón- dedicadas a venderse a cada instante y especialmente frente a las cámaras de televisión como personas revolucionarias, siempre con una connotación, un fuerte tono que suene a profundo sentir político, lo que casi siempre choca con las conductas de las personas.
¡Ha sido así e innegable, de paso!
Y son esas personas quienes en ocasiones actúan como voceros de un proceso tan complicado, severo y participativo como es una revolución, únicamente con el expreso motivo de vender una aparente imagen y solucionar su vida económica.
¡ Es así! ¡Siempre ha sido así!
Una revolución -y eso se aprecia a simple vista- es un proceso cultural de profundas raíces educativas dirigida al rescate de lo original de ese país y a su transformación como único camino hacia su independencia.
"No hay que reventarse la testa", como diría un italiano amigo de años, para entender de qué trata una revolución, que no tiene que parecerse a nada, sino a ella misma, como cuando alguien se mira a un espejo. Los únicos patrones que sigue una revolución tienen que ver con lo soberano de su tierra, de su lar, del respeto a su gente, del rescate y educación de su población, de la comprensión de la transformación que adelanta y de los avances que debe dar para garantizar el futuro de la nación.
Los tiros no van por otro lado, están por allí y quien quiera conocer mas de los encapuchados -enfranelados, etc., solo tiene que apelar a las páginas de las publicaciones que están en las bibliotecas, en las grabaciones de los programas de radio y televisión, en las versiones de personas serias.
La última vez que conversé con una de estas personas, me comentó que un colega sentado a su lado, y hoy en la televisión- le decía en un acto en Llaguno, ¡ Por favor, no me vayas a mencionar que yo no tengo nada que ver con esto!
¡Y así sucede siempre y muchos se siguen llamando revolucionarios, cuando en realidad, nada tienen que ver con el sentir de una revolución! ¡Mas de uno lo sabe!
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