"El arado y el mar"

Un 6 de diciembre que olvidó a un glorioso 4 de febrero

Las aguas fundadoras desatadas el 4 de febrero, después de muchas luminosidades, intentan estancarse en este 6 de diciembre. Del 4 al 6 es un arco histórico que debe ser analizado con visión de humanidad, sólo así se comprenderá su grandeza y la terrible derrota que significaría la concreción de su pérdida. En este periodo surgió, contra todo pronóstico, la posibilidad de salvar a la especie de la extinción, de superar al capitalismo, de ir hacia el Socialismo.

El heroico 4 de febrero fue una insurrección contra el mecanismo formidable de dominación que es la democracia burguesa. Ese movimiento requirió una gran valentía política, un arrojo teórico, no era fácil romper con la unanimidad del sistema de dominación; sin dudas, allí germinaba una Revolución, quizá sobrepasaba la comprensión inmediata de sus dirigentes.

La masa fue convocada por aquellos jóvenes a tomar las riendas de su destino, se le proponía el altruismo, la espiritualidad del humanismo, ese era el núcleo del movimiento que sorprendió al mundo por su desprendimiento. En medio de la lógica del capital, unos jóvenes ponían en riesgo su vida por objetivos altruistas, nada personal, nada material, eran impulsados por los mejores valores que inspiraron a los libertadores, la creación de Patria, salieron a buscar el sueño de Bolívar.

Después, ya es historia, se inició el camino de la búsqueda de la fundación del nuevo mundo, errores y aciertos empedraron el camino, la masa comprendió la sinceridad, el amor del líder, y supo acompañarlo en las buenas y en las malas, se sentía representada, interpretada, juntos seguían un mismo afán, iban al encuentro del amor, de la fraternidad secuestrada. Las mejores batallas en este periodo se sustentaron en "profundos sentimientos de amor", en la espiritualidad.

El mundo fue impactado por la Revolución de Chávez, la esperanza renacía, sus discursos eran históricos, sus frases resonaban en los cielos del planeta, la humanidad despertó del letargo de años intentando olvidar las Revoluciones. Lenin, Mao, Trotsky, Miguel Henríquez, Santucho, el Che, Fidel, Fabricio fueron reivindicados, ahora el Socialismo no era un anatema. Pero la reacción no podía permitir que un nuevo Mesías surgiera, y el nuevo Mesías corrió la suerte de sus antecesores: fue crucificado, como lo fue Lenin por una bala inconsciente, igual que el Che en aquella escuelita boliviana, Trotsky, Fabricio.

Ahora aquella Revolución esplendorosa devino en  el sainete de la democracia burguesa, en un torneo de cambio de dádivas por votos, zancadillas, mentiras, ataques personales, inauguraciones groseras, efectismos, encuestas, pronósticos, acusaciones de comadres de lavandero. El espíritu, el corazón cedió lugar al lucro, a la compra de almas, a las metas subalternas. Aquellas manifestaciones de amor que plenaban avenidas fueron sustituidas por trucos de cámaras, los argumentos se olvidaron junto a las metas espirituales, todo debía ser contabilizado, cuántas casas, cuántos carros regalados, cuántas Canaimitas, todo lo material debía mutarse en votos. La derecha externa fabrica agresiones, acusa desde sus cuarteles extranjeros. El teatro está montado, la pieza es de las mejores de la cuarta república. Volvió la podredumbre que el coraje del  4 de febrero había disipado.

Es así, del 6 de diciembre, de la culminación de ese teatro que aniquila al 4 de febrero no hay nada bueno que esperar, es el camino errado.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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