Una revolución en marcha, un aviso médico, una situación comprometedora de salud, ante esto el comandante lo primero que pensó fue como decirlo a su pueblo de forma que no causara tanta angustia, tanto dolor, aceleró la marcha en los asuntos pendientes, dejándonos como guía el plan de la patria para garantizar la irreversibilidad de la revolución, asegurando con esto dejar al pueblo en buenas manos, si acaso llegaba su ausencia.
Seguramente también se imaginó que su circunstancial partida física podría simbolizar la desmoralización de la militancia y la oportunidad de la derecha para exacerbar todas nuestras miserias, nuestras bajas pasiones, en otras palabras, la oportunidad que tanto desearon para fraccionar y dividir al chavismo.
A esto también se antepuso la astucia de Chávez el estratega, cuando dejo de ser Chávez para ordenarnos a todos ser Chávez, para revisar nuestro quehacer como revolucionarios, para replantearnos la vida como si la ciencia nos diera un ultimátum, ordenar las prioridades y probar que tan bravo es este pueblo.
Es urgente rescatar la esperanza y asumir las fallas, cosa que viene asumiendo el camarada Nicolás, porque si bien no es fácil recibir una noticia angustiante, tampoco lo es conducir una nación a sabiendas que se trata de un nuevo líder,que no es llanero, ni canta rancheras, uno que quizás no se planteó nunca estar sentado frente a un pueblo para liderar una revolución.
Sin embargo, asumió y gano electoralmente la dirección de un país sumido en una tristeza colectiva, quienes vivimos ese momento sabemos que la derecha más recalcitrante celebró nuestras lágrimas y nuestro dolor, es momento de recordarles a esos mismos, que ni antes ni ahora es el momento del regreso de quienes persiguieron al pueblo, es ahora como antes momento de enfrentar nuestra situación siendo un poco como Chávez, encarando el reto un poco como Nicolás, la patria nos llama es ahora o nunca.
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