Como revolucionarios nos planteamos el poder como una herramienta para garantizar la equidad y hacer justicia social transfiriendo al pueblo ese poder para la construcción de un nuevo modelo político que accione desde las bases.
De que manera se combate entonces a quienes estando a nuestro lado desean el poder solo por el poder, o peor aún, que pasa con quienes anhelan el poder por los beneficios que eso les confiere, que pasa con quienes no tienen un discurso coherente, ni aportes, ni bases, ni moral, los dirigentes sin gente, los mismos desclasados de siempre ocupando algún espacio importante circunstancialmente.
Será cierto entonces que nos jodimos y debemos entregarnos para dejar a la deriva un pueblo que espera desde el por ahora ser parte de su propia historia y lo ve consolidado hoy en la revolución que cree en la capacidad de las bases y el poder del pueblo, la lucha aún no termina mientras la expresión de ese mismo pueblo demuestre que quiere seguir luchando por encima de las dificultades y que no será tan fácil inyectarnos ese sentimiento de derrota al que apuestan los cobardes de siempre, convertidos en los analistas del momento.
Para ganar esa batalla es necesario entonces, revisarnos, reagruparnos y separarnos de una vez para siempre de todo aquel y aquella que no sume nada a la lucha, es necesario reestructurar nuestros planes y nuestra maquinaria, si decimos ser parte de una revolución entonces estamos en el deber de continuar la tarea pendiente del comandante Chávez, de consagrar para la historia la libertad absoluta de la patria, renovando y reinventándonos las veces que sea necesario.
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