Esperanza: Confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que se desea.
Incertidumbre: Falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud.
Chávez pronosticó su mandato hasta el 2021 y penetró esa creencia con fuerza en la conciencia de la gente con un sentimiento de certeza y de amor o de temor según la audiencia. No quería dejar dudas el Comandante sobre sus intenciones y limpió el terreno de interrogantes sobre su voluntad de permanecer en la presidencia hasta que el pueblo lo quisiera. Esa confianza de Chávez en su destino se la transmitía a las masas chavistas que en respuesta se alistaban como en un ejército libertador siempre unido con la moral en alto para el combate.
Ahora pasa todo lo contrario con su heredero. Nadie sabe a ciencia cierta hasta cuándo estará Nicolás Maduro en el poder, cuál será el desenlace de esta crisis económica y ética. Mucho menos se tiene claro lo que vendrá después. Lo peor de todo es que no hay ni siquiera precisión en lo que quieren los unos ni los otros, los que están y los que probablemente vendrán. En vez de una se plantean múltiples alternativas de posibles escenarios en el inmediato acontecer político a partir de lo más básico y predecible. Se abre una interrogante en el devenir histórico de la revolución bolivariana.
Nos encontramos plantados en la segunda década del siglo XXI con la revolución bolivariana estancada o en retroceso, a la defensiva, acorralada, sin perspectivas convincentes de superar a la derecha y vencerla. Los dueños del capital y enemigos de la patria la atacan por todos los flancos para saquear nuestras riquezas y llevárselas en más cuantía al extranjero. Washington considera contradictoriamente a Venezuela una amenaza cuando aquí el gobierno de Maduro, en nombre del socialismo, garantiza la posesión de los medios de producción a la burguesía pro norteamericana, reafirma la estabilidad de la banca privada, apoya la penetración de la explotación imperialista, incluido el arco minero, a través de las empresas mixtas y garantiza que PDVSA siga siendo su seguro y confiable socio petrolero.
Esa amenaza de Obama será para darse el gusto de intentar una administración pro Washington, por la calle del medio, en Miraflores que traiga de nuevo al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Se reemplazaría a la República Popular China y a los otros países acreedores de Venezuela que están fuera de la órbita financiera del imperialismo norteamericano. También se recuperaría la clientela de la FANB, actualmente equipada por Rusia, y se incorporarían otra vez la misión militar norteamericana al Ministerio de la Defensa, la DEA al Ministerio de Justicia y la CIA en sitios claves de la vida nacional. En el plano internacional la OEA volvería a ser el organismo de más influencia regional y los cubanos serían expulsados de Venezuela. En otras palabras, busca Obama, que Venezuela regrese a ser un dócil país obediente en el patio trasero de los EEUU, a las órdenes del Pentágono, sin la esperanza emancipadora creada por Bolívar y Chávez ahora gris y disminuida por una administración indecisa e ineficiente.
El país post Maduro forma parte ya del imaginario colectivo en una sociedad donde, según Datanálisis, el 68,9% de los venezolanos no quiere que el presidente Maduro termine su mandato. Hay al respecto muchas incógnitas. ¿Cuál será la línea que apruebe la dirección política de la revolución bolivariana para defenderla? ¿Cuál será el papel de los diferentes grupos políticos de la FANB en esta coyuntura? ¿Cómo se comportarán las masas populares organizadas sin partido? ¿Hasta qué extremo llegará la intervención del imperialismo y de la derecha internacional? ¿Habrá negociación pacífica o lucha armada? ¿Seguirán los partidos de izquierda a la cola de PSUV? ¿Se recuperará el país del caos económico? ¿Se acabarán las colas? ¿Se desatará en gran escala la represión y la persecución contra los bolivarianos? ¿Se liquidará el régimen constitucional? ¿Se derrotará la inseguridad, la burocracia, la ineficiencia y la corrupción o todo continuará igual o peor? ¿Se investigará el asesinato de Chávez con resultados científicos creíbles o se pospondrá hasta el olvido? ¿Surgirá un nuevo liderazgo que tome el camino del socialismo revolucionario? ¿Se privatizarán los entes públicos de educación, salud, comunicaciones, agua, electricidad, vivienda, PDVSA y demás empresas básicas del Estado para darle rienda suelta al neoliberalismo? ¿Se abrirán las puertas a la intervención extranjera con la aplicación de la Carta Democrática Interamericana?
De aquella alegría que iluminó la madrugada del 4 de Febrero, del entusiasmo popular por los repetidos triunfos electorales del chavismo y de la moral erguida del pueblo por las derrotas propinadas al fascismo el 13 de abril y en el golpe petrolero, nos queda el descontento y la frustración. Surge la incertidumbre en una significativa porción de las masas bolivarianas. Donde siempre existió la convicción de un cambio histórico nace ahora la desconfianza creada por las indefiniciones y las contradicciones ideológicas de la dirección revolucionaria.
En medio de la incertidumbre subyace, en estado de vida latente, la esperanza del renacimiento insurgente, emancipador y socialista de un liderazgo, revolucionario y antiimperialista, que dé al traste, algún día, con la dominación capitalista sobre Venezuela y desmantele la hegemonía de todos sus vicios y perversiones.
Profesor de Filosofía de la Educación jubilado de la UPEL