Gran parte de la derecha en Venezuela, considera a los sectores populares (en una amplia proporción, seguidores y sustentadores principales del proyecto revolucionario bolivariano) una masa abstracta, manipulable e incapaz de entender y de protagonizar el más sencillo avance en la construcción de un nuevo modelo democrático en el país, hasta el colmo de convertir a estos últimos en víctimas de ataques de todo tipo racista; negándoseles, incluso, la dignidad a la que tienen derecho. Algo que no les preocupa en modo alguno. Al contrario, se enorgullecen mucho del desprecio que sienten hacia los mismos, en una especie de sádica competencia por hacer ver -vía redes sociales- que sus mensajes fascistoides son los más virulentos de todos (especialmente, los dirigidos a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello u otro representante destacado del chavismo gobernante); equiparándose con ello a sus patrocinadores extranjeros.
En contraste, los sectores populares han dado un viraje ideológico y político muy importante, abandonando los patrones de sumisión y de apatía a que fueran habituados por más de medio siglo. Sin embargo, esto no significa que hayan dejado de ser objeto, como en el pasado, del oportunismo, la corrupción y la demagogia de aquellos que ambicionan convertirse en sus gobernantes. No obstante, dicha situación podría subsanarse mediante la aplicación de nuevos modelos de interpretación y de comprensión de la realidad venezolana, lográndose conjugar en un mismo esfuerzo y en un mismo proyecto político a los amplios conjuntos de proletarios y sectores sociales como vía para enfrentar y frenar el avance de la derecha capitalista.
Ello sería, a grandes rasgos, emprender una lucha constante contra la ineluctabilidad de la historia, la misma historia que legitimó durante siglos el poder sacrosanto de las clases dominantes y que les hizo sentir a los sectores populares que nunca serían capaces de asumir la construcción de su propio destino democrático, condenados -como se daba por descontado- a vivir una condición de minusvalía permanente. Sin embargo, la realidad forjada en las últimas décadas facilita la ocasión de dar nacimiento a nuevas formas de autodeterminación social, desestabilizando seriamente el orden establecido a favor de las amplias mayorías.
A diferencia de los sectores dominantes tradicionales, al nivel de los sectores populares, el ideal de democracia siempre ha estado asociado al ejercicio soberano de la democracia directa, a la participación autónoma en una asamblea popular y a la toma de decisiones políticas mediante discusiones abiertas, como expresión de la voluntad general. Sin embargo, los sectores dominantes lograron inculcarle su ideología, haciéndoles ver que serían incapaces de una democracia de este tipo y, por lo tanto, que sería imprescindible delegar en unos representantes electos el manejo del Estado, instaurándose en consecuencia la democracia representativa; con lo que aseguraban su hegemonía como clase social, generando igualmente relaciones de subordinación, garantizadas mayormente a través del clientelismo político.
En esta importante coyuntura definitoria a favor de la estabilidad democrática de las naciones de Nuestra América, le tocará a los sectores populares de Venezuela actuar como verdadero poder popular organizado, con la determinación y conciencia que se requieren para reducir -hasta su más mínima expresión- los ejes de conflictividad social que tratan de explotar la derecha y el imperialismo gringo en su provecho. Tal cosa podrá lograrse disponiendo de suficiente comprensión y voluntad política, al mismo tiempo que se ataca -sin darle tregua alguna- al burocratismo exagerado e inoperante presente en la mayoría de las instituciones públicas. Con esto, además, las organizaciones populares dejarían de funcionar como simples correas de transmisión de algunos gobiernos y serían capaces de constituir sus propios espacios autogestionarios; construyendo, por consiguiente, una verdadera revolución social que trascienda el modelo civilizatorio imperante. Para ello, es sumamente importante la incorporación de cuadros revolucionarios que sepan interpretar adecuadamente el momento histórico actual y antepongan los intereses colectivos a los suyos y a los de su partido político, sin dejar de lado la lucha que aún tendrá que librarse contra los planes desestabilizadores de una oposición francamente apátrida y, por supuesto, contra aquellos que tenga en agenda el imperialismo gringo.