Se está cumpliendo el viejo adagio que se aplica a los cobardes, pusilánimes, traidores, oportunistas e ingratos, cuando su modus vivendi en la familia, grupo o sociedad en la que parasitan, deja de ser ventajoso: “Si hay peligro de zozobra, la ratas son las primeras que abandonan el barco”.
Para empezar, los pseudo-revolucionarios de orilla que militaron en las filas del chavismo y se mantuvieron allí mientras fueron favorecidos con cargos de ministros, embajadores, gerentes, generales de confianza, etc., que empezaron a mostrar sus colmillos, primero solapadamente y luego abiertamente, cuando por una u otra circunstancia (casi siempre por ineficiencia) tuvieron que ser apartados de los anillos de influencia del gobierno central. Llama la atención el hecho de que, mientras ostentaban sus puestos de vanguardia, muy pocas veces abrieron la boca para plantear las críticas y soluciones mesiánicas que ahora vociferan. Es más, ninguno de los quinta columna y de los que salieron del caballo de Troya, ha planteado ideas nuevas y prácticas que puedan ayudar a Venezuela a salir de la actual coyuntura a corto o mediano plazo. Todos se limitan, al igual que la montaña del eco, a repetir de mil maneras, las mismas incongruencias, inconstitucionalidades y exabruptos que cacarea la oposición nacional e internacional y la media al servicio de los intereses imperiales.
También encontramos dentro de esta joyería aquellos que, definiéndose como socialistas, empiezan a ladrar soluciones que, de cumplirse, irremediablemente nos empujarían de nuevo a las fauces del neoliberalismo fascista, tal como ha ocurrido últimamente en algunos países de nuestra patria grande, y que sin duda, revertirían, en perjuicio de las grandes mayorías, las reivindicaciones políticas, sociales y económicas alcanzadas hasta ahora por la Revolución Bolivariana.
Y queda otro grupo aún: un sinnúmero de individuos de la clase media en general, primordialmente escuálidos que aprovecharon las divisas preferenciales a precio de gallina flaca, para darse un vidón y visitar los países que les dio la gana; por supuesto, siempre dejando un remanente del botín para venderlo a precio de dólar negro e incrementar su peculio sin mucho esfuerzo. Muchos de estos personajes, casi todos profesionales graduados en universidades del estado, ahora dejan el pelero porque se acabó la manguangua y se van (yo diría: huyen) a ejercer la profesión de plateros y a manejar carros distintos todos los días, como lo dice el merengue de antaño
Me fui para Nueva York. Qué fácil es obtener un título universitario sin pagar matrícula, y en muchos casos recibiendo becas y otros beneficios logrados en revolución, para luego irse a otro país donde serán empleados de segunda, pero conformándose y casi alardeando por estar en el país de Blanca Nieves. Pero eso sí, no muy al norte para que su inglés macarrónico no sea un impedimento para colocarse de mesero, despachador de gasolinera, chef de McDonald’s o valet parking en un restaurant, pero con título universitario.
Estando una vez en Marruecos escuché de labios de un chofer del lado oriental de las Montañas Atlas que hablaba 5 idiomas el proverbio inglés: Between east and west, home is best, cuando le sugirieron irse a Europa y explotar sus conocimientos lingüísticos