La primera víctima de la guerra es la verdad. Y la inteligencia.
Nos está pasando en Venezuela porque nos metieron en una preguerra. Pero este conflicto no es simétrico. Hay brutalidad en el chavismo, claro, pero la misma que hay en todas partes. Si hay más en la oposición no es porque haya más imbecilidad allí, sino por una razón coyuntural, instrumental, que trataré de explicar, hasta donde me lo permita mi propia brutalidad, que también, porque tampoco soy inmune.
Culpa del Imperio. Son divertidas las burradas de Fox, Bush, Piñera, Capriles, Sarkozy. Fueron seleccionados así por la Casa Blanca porque una persona bruta es más manejable que una inteligente, que suele ser disposicionera y eso no le gusta a ningún imperio.
Brutos pero ignorantes. Lo más patético es que creen que se la están comiendo. Es que ser rico embrutece. Nadie te discute y te acostumbras a hablar sin pensar, o sea, te embruteces. La gente se ríe a tus espaldas. Inevitable. Una desventaja de ser rico. Trump, por ejemplo, que está convencidísimo de que es un portento. A eso lleva la molicie.
Ambrose Bierce, el inmortal maestro estadounidense del humor negro, definió al idiota como «miembro de una grande y poderosa tribu cuya influencia en los asuntos humanos es dominante y despótica». Añade: Sus decisiones son inapelables porque tiene siempre la última palabra en todo. No es imposible discutir con gente así, pero es inútil. Y peligroso porque te obliga a ponerte a su nivel. Las burradas de la oposición no son refutables, solo son ridiculizables. Veamos.
Convocar a una marcha con un discurso deliberadamente oscuro, que se clarifica a la luz del golpe de 2002, paro patronal, guarimbas, asesinatos selectivos, bombas, paramilitares… ¿sigo? Si se examina el discurso de la supermegamarcha el galimatías iba del desafío violento al poco creíble llamado a la paz.
Después de eso campeó la idiotez: el Apocalipsis se resolvió en un cacerolazo, la montaña parió un hamster, y después vino jugar stop el miércoles 7 por 10 minutos. No funcionó, luego del anticlímax del 1° de setiembre, porque el pueblo opositor es más inteligente que su diligencia. Los medios no han logrado embrutecerlo del todo. Y la realidad, esa testaruda, es una maestra que enseña mucho.