Ya, en artículo anterior, hablé de las declaraciones de Rolan Denis y me referí a un tema bastante amplio que tiene que ver con las formas de lucha y la pertinencia del proyecto. Ahora voy a tocar el tema del rentismo, del cual también habló e incluyó, de manera por demás comprometedora, a Jorge Giordani. Tanto como asignándole primero una responsabilidad y actuación más que dudosa, como calculadamente nefasta o en el menor de las casos, viendo de buena fe, como prestándose para cubrir un incalculable error.
No intento exculpar a Giordani, primero porque es cierto que estuvo en el gobierno cuando se ejecutaron las políticas a las cuales nos referiremos más adelante. Es más, pese a los alegatos suyos sobre ese asunto, como haber manifestado por varias vías sus desavenencias, para quien esto escribe, por el solo hecho de haber estado en el alto mando del manejo financiero y planificación, de hecho lo exhiben como parte responsable. Pero también es verdad, tan grande como una torre, como solían decir antes, como si las torres fuesen suficientemente grandes, que en fin de cuentas no fue si un funcionario bajo dependencia de una persona o un equipo.
Meses atrás, cuando Maduro y Aristóbulo comenzaron a hablar como al alimón, para decir, como Arquímedes, ¡Eureka! o “lo he descubierto”, que el modelo rentista se había agotado y era imprescindible implementar acciones para sustituirle, escribí denunciando aquello como un falso - no tardío, eso sería demasiado complaciente – “descubrimiento”, pues de eso hemos venido hablando los venezolanos desde el año 1928, estuvo en los programas de todos los partidos tenidos como desde progresistas hacia adelante y fue la premisa fundamental del proyecto que atribuimos a Chávez.
Pero por lo menos, ellos, Maduro y Aristóbulo se atrevieron a decir eso, reconocer el fracaso o para mejor decirlo, la desidia al no asumir el compromiso en su justo momento, aunque de manera simulada y no endilgaron culpas a nadie. ¡Claro! Tendrían que empezar por autocriticarse y todavía no hemos llegado a esos niveles de nobleza y desprendimiento. Aunque también es valedero decir que llegaron a la orilla de un barranco y no tuvieron otra opción que reconocerlo con un desplante o discurso romántico y de epopeya.
Lo que vino después, la larga fila de funcionarios de segundo orden repitiendo aquello cual estribillo, no fue más que un montaje teatral. Hasta llegar a casi exponer la opción de la agricultura urbana como la panacea. Como ahora parecemos estar convencidos que el CLAP es toda una obra revolucionaria y para la salvación de la patria
Confieso, me quedé afectado, pensando en lo que pudiera haber o no de justicia en eso, cuando leí a Roland Denis decir:
“Se puso allí un ministro – se refiere a planificación y finanzas –para justificar ideológicamente una fuga gigantesca de capitales y preferir estratégicamente la importación frente a la producción nacional”.
Obviando eso de “se puso allí un ministro para justificar”,porque implica pensar en quién le puso y quería justificar lo que denuncia Denis, quiero dejar constancia mi concordancia con él cuando habla contra lo de “preferir importar y no producir”. Porque es cierto que enloquecimos y, aparte de favorecer a los importadores, por las razones que fuesen, el gobierno estimuló al paroxismo el apetito consumista de los venezolanos. Hasta los cubanos que aquí estaban en las “Misiones”, desataron un ansia voraz y en cada barco o avión que hacia Cuba salía, enviaban millones y millones de dólares en todo tipo de mercancías, compradas aquí a precio irrisorio por razones del tipo de cambio. Eso obvio, pero no lo difícil de creer, viéndolo desde la perspectiva de un simple maestro de escuela, pudiera atribuírsele simplemente al ministro puesto “allí para justificar ideológicamente”aquello. Tampoco creo a Giordani, viendo lo dicho por Rolan Denis desde otro ángulo, tan inocente y poco perspicaz, para dejarse usar para ese fin. Porque no entiendo mucho eso de pretender “justificar ideológicamente” aquel festín descomunal que, de paso, con las ofertas de los productos chinos en aparatos electrónicos y eléctricos del hogar, de los Mercados Bicentenario, dieron inicio a eso que después los zulianos llamaron bachaqueo.
Tanto fue el entusiasmo que solía decir entre amigos, incluso cubanos, “la fiesta venezolana, en la cual los cubanos están inmersos, va a terminar echándole una vaina al gobierno de allá”.
Pero Roland Denis, como para que no quede duda de la culpabilidad, según su percepción, que en esto de juzgar no parece equilibrada, agrega, “Ese fue Giordani quien implantó un modelo nefasto que todavía está aplicándose, hasta llevar al sistema cambiario al caos total”.
Es decir, como aquel chinito de Recadi, el único preso por los enormes desfalcos, mediante la vía cambiaria, de que fue víctima la nación o los venezolanos durante la IV República, ahora es Giordani el culpable. “Ese fue Giordani”, dice Denis, con demasiado énfasis, pero resta importancia, o pasa por bolas, a quién o quiénes le pusieron “allí para justificar ideológicamente” aquel despilfarro y festín consumista.
Sería bueno que Giordani hablase específicamente sobre este asunto. Pues, de su boca, directamente escuché decir dos cosas puntuales; que sendas veces se fue del gobierno por discrepar de las políticas económicas de Estado, la cambiaria, la estimulación a la importaciones y aquella actitud demasiado dispendiosa y regalona, que se justificó con canto romántico según el cual había que pagar la “acumulada deuda social”. Como si era esa la única, más eficiente y sustentable manera de pagarla. De sus labios, escuché, haberle dicho al presidente, “aquí se acabó la regaladera”. Es más, fue Giordani quien primero denunció el desfalco de la cifra hasta entonces contabilizada de 65 mil millones de dólares sin fin ni residencia conocida, mientras el presidente estaba enfermo. Sin contar lo derrochado en la etapa festiva de la cual hablamos. Pero de esto nadie habla; más bien se le ha echado un manto de olvido. Una vez, Sanguino y Jesús Farías intentaron remover ese asunto, cuando estaban en la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, y al final optaron por callar, como por miedo a los fantasmas. Pero no a los de los muertos, que en verdad nunca salen, sino a los de quienes vivos están y hasta son como demasiado vivos.
Es obvio que nadie quiere halar la cabuya, pudieran hallarse ellos mismos en algún nudo y menos hasta el final por temor a quién pudiera encontrarse en el otro extremo. Pero tampoco es bueno culpar al primero que a cada uno se le ocurra. Eso es escatológico y nada resuelve.
Pero sería sano escuchar o leer ahora a Giordani referirse a esa acusación que lo exhibe como mascarón de proa. Pero no sólo para defenderse, si no explicar las razones de aquella conducta y el por qué no se hizo lo que pareciera demandaban simples nociones de economía y política. Y lo más importante, vuelvo sobre lo dicho en el artículo anterior, más que buscar culpables, hasta debajo de las piedras, lo que pudiera remover muchos monumentos, lo pertinente es entablar una sana discusión acerca de, como he dicho antes, la pertinencia del proyecto bolivariano, la coyuntura histórica, sus metas, el problema de clases, cómo y cuáles de éstas se pueden y deben insertar en él y hasta asuntos del partido; que, este último, que parece ser más bien una entelequia, no puede ser una organización de extrema verticalidad, donde los militantes y por estos el pueblo, el primer actor del proceso , no tenga nada que decir y menos el derecho de decirlo.