Entre la Cuarta y la Quinta

La Paz no debe ser la de Los Sepulcros

¡Volvimos después de una semana de reflexión! ¡Santa Semana! Y de aquí en lo adelante a seguir desde nuestra trinchera haciendo lo que creemos, es un aporte para el debate de las ideas. Hoy como todo el planeta sabe, habrá sendas marchas en Caracas de la oposición venezolana y del gobierno nacional y los factores socialistas y chavistas. Eso está bien. Hoy no les voy hablar del episodio del muchacho y María Beatriz Martínez allá en Guanare, ni de la flojera y pasividad de los líderes del chavismo en Portuguesa. Aunque parezca raro, hoy les voy hablar de mí, de lo que pienso y creo y de lo que he vivido en estos últimos 18 años ¡claro! Podría escribir un libro pero no, será corto, preciso y conciso porque más que de hablar de mí, es hablar y reflexionar sobre mi país, ese país donde nacimos todos los que están hoy en Caracas defendiendo a su manera, de acuerdo o no con ellas, sus ideas políticas. Ideas políticas que jamás deben estar por encima de la vida, de la patria, de la tierra, del honor, de nuestros hijos, ideas que hoy están por encima de muchísimas de esas cosas y que no deben ser. Fíjense; yo no creo en la cúpula de la iglesia católica pero, me casé en la casa de Dios en una parroquia del municipio San Felipe, no creo en la violencia, pero más de una vez me he ido a las manos con cualquier paisano, porque todo tiene un límite y tolerar, es de humanos. Creo en el chavismo, pero cuestiono la corrupción, la viveza, el oportunismo, la indiferencia con que se mira al pueblo que cree en ese chavismo.

No creo en la oposición, pero tiendo mi mano a quienes están en ella, debato, discuto, opino, pienso, enseño, promuevo para ellos mis ideas, casi siempre nunca llegamos a nada, pero sería incapaz de vilipendiarlo, ofenderlo o descalificarlo con el poder comunicacional que la providencia y la sociedad me dio, providencia refrendada por mis padres y mis hermanos y la gloriosa casa de estudios Cecilio Acosta (Zulia). Me reconozco como un periodista que en algunos casos he cometido excesos (…) el libre de pecados; que lance su piedra; mis piedras las llevo guardadas en el morral de la ética, en el morral de la esperanza, procuro no aumentar el número de ellas, y no lanzarlas para no ser hipócrita. Es un huracán de contradicciones las que rondan (en lo político y humano) en este momento. No son debilidades ideológicas ¡ojo! Que nadie confunda, profundamente creo en mis ideas socialistas, pero por encima de ellas no quiero sangre, no quiero guerras, y no quiero odiar a quien promueve esas características y sé que Dios los perdonará, porque estoy seguro que no saben lo que hacen. ¡Hambre! Las hemos pasado, ¡tristezas! Muchas (…); pero creo que ninguno de nosotros en verdad, ha soltado ni una sola lágrima por este país, y no hablo de nuestros líderes opositores y chavistas (…), les confieso; yo tampoco. Y no porque no tenga un nudo en la garganta ahora mismo cuando escribo, sino porque no es tiempo de lloriqueos, invito a todos mis hermanos venezolanos a querer a Venezuela, como querer a nuestra propia madre, amarla siempre y viva, porque una madre nunca deja de amarse aun cuando ya haya partido. Para los que tenemos la suerte de tenerla viva es hora de defenderla. ¿Cómo? Mandando a la mismísima mierda a los políticos que quieren que vayamos a matarnos unos con otro, porque unos quieren el poder y otros quedarse en él.

Ahí está ese chamo en Miranda, muerto por la indolencia de unos pocos; y Maduro sigue siendo presidente (…) y Capriles sigue siendo gobernador, Almagro vive feliz; Uribe sigue feliz, y el muchacho de 21 años sigue muerto. Esa Madre llora a su hijo, mientras hoy ve por televisión, como Venezuela se mata. Pensando quizás que otra madre pudiera vivir lo mismo que ahora mismo a ella la agobia. Esas son mis tristezas de hoy. Ver cómo Diosdado dice "Rondón no ha peleado", pero Rondón no es él, ni los hijos de él (…), son los hijos míos, de usted señora, de usted señor; ver como la propaganda opositora menciona en todas sus publicaciones la palabra MIEDO. Y llaman a dejar el miedo, con efectivo neuromarketing nos dicen se acabó el miedo a que te maten, se acabó el miedo a que te metan preso, se acabó el miedo, el miedo, el miedo. ¡Claro! Si yo tuviese a mis hijos en Holanda, o EEUU, de bolas que no tendría miedo, así cualquiera es líder en la oposición. Pero los que deben perder el miedo son los hijos míos, los hijos suyos señor, los hijos suyos señora. Que ruede la sangre y "los que mueran por la vida no pueden llamarse muertos". ¡Por Dios! Maldecir es malo, me decía mi abuela cuando estaba yo chavalo. Hoy comprendo que hacerlo significa una ira contenida, pero expulsada en la palabra para expresar la indignación. Hoy digo ¡maldito el soldado que vuelque las armas sobre el pueblo". Pero más "trimaldito" el político que incite al odio entre hermanos. Tres veces más sean los que por el poder, fomenten el odio, la sangre, la envidia, la ira, entre venezolanos.

No es una frase, Yo amo a Venezuela; yo amo a Portuguesa, yo amo a Acarigua, amo a Durigua III donde me crie buena parte de mi vida, amo a Yaracuy y sus montañas, sus brujos y chamarreros, los amo. Yo en verdad quiero paz, pero no la de los sepulcros. Hasta el miércoles y ¡ah! Busca al cura de la iglesia, no busques al Cardenal, dile que la lucha es larga, que hay que aligerar la carga, que la misa de domingo, con pueblo libre, es mejor.



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Édgar Alexánder Morales

SEO / Especialista en Neuromarketing Político Acarigueño de sepa

 moralesjayaro@gmail.com      @moralesjayaro

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