La pugna de clases en Venezuela, su situación y desafíos, son sobradamente complejos, pero tiene aspectos que concentran sus expectativas. De sus tantos forcejeos, la cuestión se divide entre una salida neofascista de entrega total del país al hegemón norteamericano, o la recomposición revolucionaria del proceso popular bolivariano-chavista. Aquí hasta los puntos intermedios que acusan las crisis en uno u otro campo, están quedando en el limbo o con el reloj en contra, no importa cuán críticos sean, están llamados a las grandes definiciones para en ellas contribuir con su parte.
Dentro de esta tensa situación lo que venía ocurriendo en la etapa que termina y esta que comienza es que el Estado se encuentra azotado entre las tendencias capitalistas que lo definen y la presencia del legado de lucha por el poder popular revolucionario. Así también se presentan estas otras condiciones: el gobierno bolivariano en concreto, sus instituciones y mecanismos están entrampados en la inercia institucional burocrática a la defensiva; la oligarquía asechando a la ofensiva, sin los medios complementarios a su poder económico, perdiendo recursos por su guerra provocada, a la espera de más billetes verdes; una política oposicionista burguesa desestabilizadora que socava el proceso aun cuando ella navegue de crisis en crisis; una casta burocrática dispuesta a ceder con los viejos amos y sabotear por todos los medios; la sistemática agresión a las instituciones más comprometidas con el proceso y el deterioro de las condiciones generales del país; la asonada terrorista en las calles, entre otras amenazas de paralizar y consumar el golpe de estado; y unas circunstancias generales que imposibilitaban al ala revolucionaria para afrontar las situaciones y las limitaciones constitucionales en pro del ejercicio del poder popular bajo los mecanismos estrictamente oficiales.
De seguir por la misma vía del asedio capitalista sin una alternativa revolucionaria que tomase la iniciativa y recupere la contraofensiva popular, las amenazas estaban cantadas contra Venezuela y Latinoamérica. La batalla tendría que dirimirse en medio del fuego militarista imperial, y aun así no se descarta nada de esta pretensión oligárquica de agarrar el poder a trocha y moche; pero con la diferencia de que parte del debate que se pretendía centrar entre las élites contrarrevolucionarias y la alta burocracia más afín a ella; está siendo trasladado al seno del pueblo, lo que traerá grandes consecuencias para su proceso, la vida nacional y la lucha de nuestros pueblos. Lo que ahora está aconteciendo pese a todo es que el escenario tiene posibilidades de que gire radicalmente hacia la batalla popular con el movimiento chavista recuperándose.
Pero las cosas no han cambiado por completo, la polarización pasa a otros términos, el terrorismo es la carta fuerte del imperialismo y la oposición, la capitulación de la revolución bolivariana es su demanda fundamental, creen poder conseguirla y merecerla. Los campos que se enfrentan, entre sus tantas tendencias se proponen de un lado la disociación de las masas, y de otro la conciencia más alta, clasista y patriótica. En torno a la vieja lucha por el poder, las líneas se agrupan ya sea por una profunda contrarrevolución a lo Pinochet o la Constituyente por profundizar el poder popular comunal consagrándolo en sus rumbos históricos. La cosa no está fácil, se requieren grandes fuerzas y acciones permanentes, amplias e innovadoras de la lucha.
Cada posición está en plena brega por afirmar su agenda, sin embargo es notorio que la agenda golpista ha sufrido un revés tras la iniciativa de Nicolás Maduro de llamar a la Constituyente. La agenda imperial del “Freedom 2”, que cuenta con tantos recursos económicos, políticos y militares externos, con el respaldo de oligarquías y clases medias locales, así como recluta sus tropas en sectores desclasados; está descociendo el saco de sus mentiras, porque le echó más de las que le cabía contar, y aunque sigue creando nuevas, terminó por reventarlas. Están saliendo a flote sus intenciones, y revelando el carácter totalitario del viejo sistema, pero sigue siendo suficientemente peligrosa como para no dejar de enfrentarla diariamente en todos sus frentes de batalla, especialmente en la lucha por las almas.
Por otra parte, para que el proceso popular constituyente avance con firmeza se abre una situación de crítica directa, clara y transparente sobre las dificultades para la construcción del poder popular en que se subrayan los errores, las limitaciones y complicaciones producidas por el imperialismo y la burguesía interna, pero también auspiciadas por la burocracia y demás elementos que lejos de desarrollar líneas revolucionarias en educación, formación de la conciencia, salud, cultura, servicios generales, trabajo, u otras instancias, se abocan a socavar y desprestigiar la lucha por el socialismo. Aquí se hace importante en este asunto quebrar los esquemas de pensamiento pequeñoburgués y clasemediero en torno a las perspectivas de país, desenmascararlos hasta en sus últimas consecuencias.
Un proceso que recién comienza, y que debe seguir en ascenso vertiginoso, haciendo a un lado los obstáculos, neutralizando a los burócratas, a la anticrítica, al deseo puramente reformador, a los apetitos de volver al mismo cauce, al relato único, a la persistente línea de ocultar los problemas sociales.
Los problemas sociales ya están en la base de la crítica popular, deben ser materia para enrutar el proceso en su real corrección o superación. No habrá un verdadero proceso popular constituyente si no salen a relucir estos, si no se asoman sus soluciones, si no se consolida el debate popular que plantee las urgencias revolucionarias del socialismo, que distinga las responsabilidades, las inconsecuencias habidas, las concesiones inconvenientes, los oportunismos ampliamente enquistado, y los recambios en el manejo del Estado, el gobierno y el conjunto de las instituciones. Es ahora cuando el pueblo tiene planteada la alternativa, empujar su poder popular y control social en torno a las líneas trazadas por Maduro, para la superación de la etapa actual.
Mientras tanto el gobierno bolivariano no puede ceder en su línea de contención frente a la amenaza fascista imperialista, es una tarea aunada al desmantelamiento del terrorismo y las políticas agresoras de la burguesía, en lo que no cabe esperarse a un proceso post-constituyente. Y en esta medida es que también debe perseverar en su vigilancia sobre el buen arribo del proceso que comienza, asegurando los medios y líneas que le toca direccionar en tanto el pueblo toma control de la situación y da vía al movimiento que se ha convocado. Lo cual abriría las compuertas a la crítica y desarrollo de los liderazgos, su corrección y su decantación; donde se reafirmen, se desplacen o surjan como fuerzas nuevas, como dirigencias revolucionarias en todos los niveles y ámbitos.
Condicionar con una política antimonopólica es una necesidad imperiosa, desmantelar el asedio económico y la estructura económica del capitalismo se vuelve una tarea de mediano plazo en el ámbito de las banderas económicas y sus motores. En todos los planos, de la batalla institucional y la lucha popular estas banderas tienen sus cauces. Abrir el debate más allá de las cuadraturas burocráticas sobre la pertinencia de que los reclamos del pueblo se hagan sentir con todo su peso y organización, es ya un asunto que pasa a la realidad del discurso revolucionario consecuente.
Este planteamiento constituyente da para impulsar conciencia y participación, es de raíces más democráticas que el esquema electivo representativo burgués, dado que se arraiga en las clases, sectores y segmentos que componen el pueblo en primer lugar. Rompe el esquema burgués de elección en la que se imponen sus gentes a fuerza de dineros, mediáticas y maniobras políticas. Lo cual, junto a otras temáticas deben ser explicadas por sus impulsores y defensores con todo detalle, de manera clara y abundante para robustecer la perspectiva.
Más allá de sus inminentes posibilidades de trazo para la lucha de clases y su blindaje frente a la contrarrevolución, una vez que la discusión recaiga abajo, la constituyente puede y requiere dar paso a la recomposición de fuerzas del pueblo bolivariano y especialmente del chavismo, fracturando las amenazas de dominación que vienen barruntándose.
Con el proceso constituyente el pueblo, sus fuerzas democráticas y revolucionarias salen del callejón en que se les quiere emboscar, por esto es un gran acierto que se le defina como un desencadenante histórico de serias posibilidades para reconfigurar los sentidos estratégicos de su proceso protagónico liberador de cara a las siguientes batallas.
yeko31@yahoo.com