Capital y consumo: Plusvalía del consumo

Si bien, como hemos pretendido demostrar, el centro de generación de plusvalía en el capitalismo sigue girando alrededor de la explotación del trabajador (manual o intelectual), el enfrentamiento dialectico entre Capital y Trabajo, existe a su vez nuevos explotadores, los que lo hacen a través del consumo, y el Capital Conocimiento. La explotación a través del consumo, representada por aquellos sectores que poseen el capital del conocimiento.

Por diversos mecanismos el carácter social del conocimiento, como producto histórico de los hombres entre sí y con la naturaleza, como experiencia acumulada, ha venido siendo sustituido por el conocimiento como mercancía. Como el conocimiento dominante en la actualidad forma parte de la propiedad, es fuente de producción, modo de producción, la propiedad del conocimiento es cada vez más privado, menos social, más costosos. Por el cual crean una plusvalía no solo a partir de la explotación del trabajador sino del consumidor.

Por eso hay quienes prefieren hablar de consumidores en vez de burguesía y proletariado, que está determinado fundamentalmente por la producción, el papel que se juega en el aparato productivo, ahora estamos en una sociedad fundamentalmente de consumo, se consume mucho más de lo que se produce, y esto determina una nivel especulativo constante y eso exige otro modo de abordar los orígenes y características de la nueva base de la plusvalía capitalista. No se trata de que la tradicional plusvalía determinada por la diferenciación entre el trabajo abstracto y el trabajo concreto haya llegado a su fin, sino que la sociedad de consumo, ahora determinante, genera un nuevo tipo de plusvalía que ataca directamente al consumidor, consumidor que al ser al mismo tiempo trabajador es doblemente explotado.

Según la perspectiva de la economía neoclásica, es el mercado y no el trabajo el que determina las nuevas relaciones de producción. De esta manera la plusvalía ya no está terminada en la producción (sin dejar de existir) sino en el valor de cambio, es decir en la capacidad de consumo. Este concepto que propongo de plusvalía de consumo sirve para explicar- entre otras cosas- el distanciamiento cada vez mayor entre los niveles de producción y los de consumo, la diferencia entre los costos de los productos y su precio de venta y también nos permite entender, en el terreno de las relaciones sociales, como un profesional de la medicina, u otra área, puede generar rentas de magnitudes superiores a los tradicionales sectores explotadores, sin tener muchas veces ni un solo empleado a su disposición.

Max Weber contrapone la categoría grupos de estatus a la de las tradicionales Clases Sociales, para referirse a este nuevo predominio de la sociedad de consumo: "Con algo de sobre-simplificación, uno puede decir que las clases sociales son estratificadas en función de sus relaciones con la producción de bienes; en tanto que los grupos de estatus son estratificados en función de los principios del consumo de los bienes como representando un estilo de vida" (Weber, 2006, p. 58).

Pero al final, esta plusvalía del consumo aparentemente determinada por el modo de vida (estatus) representa una abstracción, ya que al final todo lo que se consume se objetiviza, se mide en productos que fueron producidos, no son abstracciones ni invenciones, son objetos reales (materiales o inmateriales) producto del esfuerzo físico y mental, y detrás de estos bienes hay seres humano que lo hicieron posible, aunque ya no en las condiciones de trabajo tradicionales.

Esta nueva forma de explotación, poco estudiada, viene acompañada de un proceso de legitimación por el estatus que ocupa en las sociedades modernas, llamadas sociedades del conocimiento y el dominio hiper especializado sobre unas áreas del conocimiento. Lo que produce la paradoja de que los sectores que en la actualidad mayor taza de ganancia obtienen y mayor plusvalía consiguen explotando al consumidor son justificados y legitimados por el resto de la sociedad, considerando esta relación como justa por el grado de conocimiento que tienen este nuevo sector social que en apariencia no ejerce ningún dominio ni impone sus intereses a los otros.

En cambio en los sectores tradicionales en la agricultura y en la fábrica- en donde los beneficios y las mejores condiciones del trabajador han representado una elevación de los costos y por lo tanto disminución de las ganancias del empresario- lo simple de la relación entre el que lo tiene todo (tierra, tecnología y capital) y el que solo tiene su fuerza de trabajo sigue siendo el centro de la crítica y la confrontación política.

Compartimos con Alonso Benito (2005) quien parte de una definición conflictivista y poliédrica del consumo como proceso histórico, esto es, como forma de apropiación material del excedente social, a la vez que producción, circulación y uso de signos, encarnado todo ello en las prácticas de cada posición social (el célebre habitus) El autor pone en evidencia:

…el reduccionismo de ciertas propuestas que acaban resultando casi caricaturescas sobre consumo, tales como el mecanicismo individualista de las teorías de la elección racional —que conciben un abstracto individuo aislado y condicionado por factores inmutables en su acto plenamente soberano de compra—, el consumo como proceso cultural de alienación y dominación totalitaria en la Escuela de Frankfurt o la paradoja del consumo/código posmoderno como estructura simultáneamente proyectada, ficticia y trascendente a los sujetos y sus contextos con el hedonismo de consumo como signo esencial de una estructura que no trasciende y determina ya a los sujetos La era del consumo remite a una propuesta de articulación política y colectiva que pasa por la recuperación del espacio público como entorno plural de negociación y cohesión social. E trabajadores uníos, consumidores uníos

Según Baudrillard (2009), el consumo no se puede considerar, por tanto, como un simple deseo de propiedad de objetos La lógica del consumo es una lógica de manipulación de signos y no puede ser reducida a la funcionalidad de los objetos. Consumir significa, sobre todo, intercambiar significados sociales y culturales y los bienes/signo que teóricamente son el medio de intercambio se acaban convirtiendo en el fin último de la interacción social. Dicho de otro modo, detrás de cada trabajador asalariado, hay un «consumidor saturado »: la necesidad es un modo de explotación igual que el trabajo (P. 43).

Para Baudrillard la sociedad de consumo representa el más alto nivel de alienación humana, un mito donde se cree poder lograr un poder de igualación social y además creer que esta sociedad nada tiene que ver con la explotación capitalista:

El consumo es un mito, es un relato de la sociedad contemporánea sobre ella misma, es la forma en la que nuestra sociedad se habla. [...] Nuestra sociedad se piensa y se habla como sociedad de consumo. (P..33). El consumidor vive sus conductas distintivas como libertad, como aspiración, como elección y no como imposiciones de diferenciación ni como obediencia a un código.(p.56).

Baudrillard rompe con cualquier visón idealista del consumo, como plenitud de las libertades individuales, por el contrario lo coloca en el nivel de privilegios, y lo más importante determinado por la producción social:

Pero, en realidad, las aspiraciones constituyen, por tener su propia lógica, que es una lógica de la diferencia, una variable incontrolable, es decir, que no son una variable más del cálculo económico, una variable sociocultural de situación o de contexto, sino que son una variable estructural decisiva que ordena todas las demás. (p. 59)…antes de ser una sociedad de producción de bienes es una sociedad de producción de privilegios (p.63).

Pero la verdad del consumo es que éste es, no una función del goce, sino una función de producción y, por lo tanto, como la producción material, una función, no individual, sino inmediata y totalmente colectiva.(p.80). Toda ideología del consumo quiere hacernos creer que hemos entrado en una era nueva, que una Revolución humana decisiva separa la edad dolorosa y heroica de la producción de la edad eufórica del consumo, en la cual finalmente se reconoce el derecho del Hombre y de sus deseos. Pero nada de esto es verdad. La producción y el consumo constituyen un único y gran proceso lógico de reproducción ampliada de las fuerzas productivas y de su control. Este imperativo, que es el del sistema, se presenta en la mentalidad, en la ética y en la ideología cotidianas de manera inversa: con la forma de liberación de las necesidades, de florecimiento del individuo, de goce, de abundancia, etc. Las incitaciones a gastar, a gozar, a no hacer cálculos (p.85) El sistema tienen necesidad de los individuos, en su condición de trabajadores (trabajo asalariado), en su condición de ahorristas (impuestos, préstamos, etc.), pero cada vez más en su carácter de consumidores.(p.87).

Pero además para el autor también el consumidor tiene un gigantesco campo político, que necesita ser analizado junto con el de la producción. Todo el discurso sobre el consumo apunta a hacer del consumidor el Hombre Universal, la encarnación general, ideal y definitiva de la Especie Humana y a hacer del consumo las primicias de una «liberación humana» que se lograría en lugar de la liberación política y social y a pesar del fracaso de esta última.(p.89).El pueblo son los trabajadores, mientras permanezcan desorganizados. El público, la opinión pública, son los consumidores siempre que se contenten con consumir.(p.91).

Quizás la lucha mayor hoy más que la disminución de las horas de trabajo, los mayores salarios y beneficios que permitan el desarrollo de la vida humana, lucha es contra el proceso de alienación y fetichizarían que no permite comprender esta realidad compartir con personas que creemos distintas pero que forman parte de una misma clase trabajadora la que produce bienes no solo tangibles sino también intangibles y la que produce plusvalía y ganancias a los capitalistas.

Frente al des dibujamiento del capital y los capitalistas que ya no se ven tan directamente dirigiendo las fábricas de chimeneas sino que está en los accionistas, que se disfrazan en los gerentes a quienes utiliza para no permitir su visibilidad, pero el rico es rico y el burgués es burgués. Tomas conciencia de que ya no es suficiente considerar la explotación del trabajador sino también la explotación del consumidor, lo que degenera es una doble explotación. Entender que en esta llamada sociedad del conocimiento mientras la mayoría lo que hace es asimilar información utilitaria que sirve para su mejor desenvolvimiento técnico, es decir para perfeccionar su propia explotación, por el contrario el conocimiento sigue estando en manos de muy pocos, forma parte del capital, que ya no es solo tierra y maquinaria sino también conocimiento.



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Pedro Rodríguez Rojas

Sociólogo e historiador (UCV). Magister en Historia Económica (UCV). Maestría en Tecnología Educativa (UNESR). Doctorado en Ciencias Económicas y Sociales. (UCV). Doctorado en Historia (UCV). Ha sido docente de Pre y Postrado en la UCLA, UNA, UPEL. Actualmente de la UNESR en la categoría de Titular. Ha sido investigador del Centro de Historia para la América Latina y el Caribe, OEA, CELARG, Congreso de la República, Centro OPEP, entre otros. Ha sido Asistente de Investigación de los Doctores Ramón J. Velásquez, Federico Brito Figueroa, Héctor Malavé Mata y D.F. Maza Zavala, entre otros. Ex-Director de Postrado de la Universidad Simón Rodríguez-.Barquisimeto. Ex Coordinador del postgrado en Gerencia Cultural. Coordinador del doctorado de educación UNESR. Coordinador de la Línea de Investigación Filosofía y Sociopolítica de la Educación del Doctorado en Ciencias de la Educación. Presidente de la Asociación Civil Museo Histórico Lisandro Alvarado 2002-2010. El Tocuyo. Miembro fundador de la comisión de recursos hídricos de El Estado Lara .Asesor de la Misión Sucre y Aldea Universitaria de Morán. Vocero asesor de consejo comunal Los tres brazos y San Pedro. Entre los reconocimientos recibidos podemos mencionar: Premio Regional (Lara) sobre la obra de Andrés Eloy Blanco (1996). Premio Estimulo al Investigador UNESR, mayor productividad Científica del Núcleo Barquisimeto desde 1997 hasta la actualidad. Investigador ONCIT PEI Nivel. C. Premio CONABA. Premio Ensayo Histórico: Federico Brito Figueroa, Aragua 2001. Premio Ensayo Antonio Arráez: 450 años de la fundación de Barquisimeto, .2002. Premio Ensayo Educativo, Universidad de Oriente, 2004, Premio Primer Concurso Historia de Barrio Adentro del Ministerio de la Cultura, 2009. Premio sobre Legado de Chávez, Maturín, (2013). Premio Literario Rafael María Baralt, Maracaibo (2014). Más de sesenta publicaciones entre libros y artículos en revistas arbitradas a nivel nacional e internacional sobre ciencias sociales y filosofía. Es articulista en varios periódicos a nivel nacional. Coordinador de la Revista de filosofía de la educación TERÊ. Entre sus libros podemos mencionar: Juan Pablo Pérez Alfonzo, La economía venezolana, La Universidad frente a la globalización y la posmodernidad, Pensar América latina, América latina en la globalización, Educación para el Siglo XXI y La Ética Socialista. Junto a Janette García Yépez ha escrito varios libros sobre la historia de El Tocuyo, a saber: Personalidades tocuyanas, La cultura tocuyana, La cañicultura en El Tocuyo, El café y los resguardos indígenas en Morán, Crónicas tocuyanas, El Rio Tocuyo, la educación secundaria en El Tocuyo, La vida cotidiana en El Tocuyo, Memoria fotográfica de El Tocuyo, La Personalidad Intima de Lisandro Alvarado y Cultura y Tradiciones Tocuyanas.

 pedrorodriguezrojas@gmail.com

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