El arado y el mar

Dieron un golpe y ahora no encuentran qué hacer

Un gobierno puede caer de varias maneras. Una de ellas, la más ridícula si cabe el término, es la autodisolución. El mismo gobierno va prescindiendo de sus atributos, se va entregando a un ritual que lo derrite. Es propio de la inexperiencia, pero también del desespero.

Este gobierno que hoy padecemos, torpe por demás, ha entrado en la ceremonia del autogolpe, de la autodisolución. Se ha engañado, cada movimiento por permanecer lo hace a costa de entregar una pieza del gobierno, del Estado, permanece mientras disuelve el piso que lo sostiene, se parece a aquellos animales que para sobrevivir se comen sus propias entrañas. Veamos.

Con una conducta absurda frente a la guarimba, en 2014 renunció al Socialismo, lo cambió por aquellos llamados al diálogo, por una paz boba. Hubo paz pero a costa del Socialismo, del Chavismo. Así el gobierno perdió su alma, ni siquiera la vendió, la regaló, se desprendió de su ideología como quien se desprende de una camisa, el pragmatismo es mal consejero. Después, resolvió la derrota de la Asamblea con triquiñuelas judiciales. En el intento se llevó el prestigio del máximo tribunal y el país quedó sin parlamento y sin justicia creíbles. Así, sin atacar sus causas, empezamos a caminar la crisis que cada momento empeoraba.

Hoy la situación estalló: la legalidad de la democracia burguesa no da cuenta de la crisis, hace agua, se hunde. Las instituciones no existen, nadie cree en ellas, mostraron el hueso, no engañan, el sistema no tiene legitimidad, se amolda a las circunstancias, nadie aclara, las funciones de los altos funcionarios se solapan, las culpas vuelan de lado y lado, las mentiras sustituyen a los argumentos, las acusaciones van abriendo camino al fascismo, la psiquiatría política es el nuevo paredón de fusilamiento, quien no coincida es traidor y loco (o loca).

El golpe culminó su primera etapa, la de la destrucción, lo disolvió todo. Está derogada, desde la Constitución de Chávez hasta la Fiscalía. Los infantiles del ejecutivo declararon indignos y traidores a los demás poderes, el ejecutivo está pegado con saliva de loro, no aguanta una brisa, un ligero empujoncito.

Nadie asume la situación: no hay gobierno, no hay Estado, lo que existe es un profundo vacío, el lumpen sindical jugando a dirigir el Estado terminó dándose un golpe y no se ha dado cuenta. La oposición espera que alguien les resuelva. Marchan, un día si y otro no, jugando a la guerrita, pero sin mojarse más arriba de las rodillas. Todo controlado, salen a desfilar perfumados y bañados, y en la tarde regresan a campanear un licor y a comentar su épica de humo.

Son días de peligro, puede ser que un sargento de bomberos pase por frente a Miraflores y se dé cuenta de que no hay gobierno, de que todos duermen como angelitos, y entonces se declare presidente, él mismo se juramente y no tendrá que disolver nada, ya el golpe está completado, sin Constitución, sin instituciones.

Puede ser que la derecha externa ensaye un golpe cruento y las embajadas se llenen de cooperantes, y el salón de Miraflores oiga de nuevo los griticos de las damas en trajes de noche y los caballeros contentos. Puede ser que algún líder chavista pique adelante y restituya el orden que nos había dejado Chávez.



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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