Afinidades teóricas entre el romanticismo, marxismo y existencialismo

En su obra de juventud Karl Marx escribió una serie de ensayos económico-filosóficos llamados “Los Gundrisse”, dentro de ellos tenemos su “Tesis sobre Feuerbach”, donde dice que “los filósofos han venido a comprender el mundo, yo he venido a transformarlo” (Manuscritos económicos filosóficos de 1844, 1969) y en su “Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel” (1970) nos dice el autor, “…el arma de la crítica no puede sustituir la crítica de las armas” . En estas dos monumentales frases se manifiesta lo que podríamos denominar una epistemología marxista del conocimiento y de su acción transformadora ,plasmada en la voluntad política o praxis de los explotados en su empeño de construir una utopía social de justicia y felicidad, donde desaparezca la explotación y en consecuencia las clases sociales.

Algunos teóricos marxistas, entre ellos Louis Althusser en su libro “La Revolución Teórica de Marx” (1986) ven una inmensa e insalvable brecha entre los escritos de juventud de Marx (Gundrisse) y su obra cumbre de madurez en materia de Economía Política “El Capital” (1970) considera el estructuralista francés que los escritos de juventud, están llenos de metafísica hegeliana y que el “viejo topo” solo hace ciencia, (Sociología y Economía Política), en “El Capital”. Otros marxistas como los representantes de la escuela de Frankfurt a los cuales secundamos, piensan que no es así, que entre el Marx de juventud y el de madurez no existe ruptura, sino más bien continuidad, sólo que en los Gundrisse se abordan otros temas de carácter filosófico que son soslayados parcialmente en “El Capital”, sin embargo encontramos en esta obra categorías afines a ambos Marx, tal como el concepto de plusvalía quien se constituye en un puente esencial que vincula las dos épocas del autor.

En “Los Manuscritos Económico- Filosóficos”(1969) , Marx habla de la alienación del trabajador, de su miseria económica y espiritual producto del extrañamiento o enajenación que provoca en él, la expropiación del fruto de su trabajo que le infringe el capitalista. Esta apropiación o plusvalía aliena tanto al trabajador como al capitalista, quien se encuentra preso de su propia violencia, vale recordar el hermoso ensayo de Friedrich Hegel “El Amo y el Esclavo” (1975) donde el esclavo es esclavo y el amo también, ya que es víctima de su propia opresión, que no le permite ser libre. En tal sentido la tarea histórica del obrero consiste en liberarse él y al capitalista, eliminando las clases sociales y construyendo una humanidad real o reino de libertad formado por individuos no alienados.

Mientras que en “Los Manuscritos” observamos claramente el concepto de individuo, en “El Capital “dicho concepto desaparece en aras de la creación de abstracciones o categorías sociales, que dan origen a una Sociología y Economía Política científicas, lo cual a juicio de Althusser, justifica una separación entre el Marx metafísico de juventud y el científico de la madurez. Por otra parte, desde el bando de los críticos capitalistas al marxismo, la objeción a “El Capital” es que su visión económica adolece de una teoría psicológica o de un concepto individual del ser humano, debido a que para Marx el ser humano es un ser social. Creemos que tenía que ser de esa manera, Marx se vio compelido a poner el acento en el aspecto social del ser humano, debido a que analizar el modo de producción capitalista expresado en la compleja forma D-M-D’, (masa de dinero original, producción de mercancías, masa de dinero final mayor a la primera) es una tarea sistémica de múltiples conexiones sociales, cuyo análisis solo puede ser emprendido desde una perspectiva macro y no con una visión subjetiva y microeconómica del individuo que tanto promovieron los ideólogos burgueses de la Revolución Francesa, cuando pregonaban que el trabajador asalariado a diferencia del siervo de la gleba, tenía la libertad de aceptar o no el contrato de trabajo, ante lo cual Marx ironizaba diciendo que el obrero “tenía la libertad de escoger entre el mísero salario que le ofrece el burgués o morirse de hambre”; emprender el estudio del ser humano desde una perspectiva exclusivamente individual y subjetiva aun cuando existente, nos llevaría al camino de una psicología intimista y casuística carente de validez universal. La Teoría Política ha denominado a esta visión idealista y voluntarista del sujeto como subjetivismo negativo o nihilismo, donde se hace hincapié en la capacidad del individuo aislado quien juega un papel heroico, oponiéndose al yugo opresor de lo público, exaltando el riesgo del empresario como creador de riqueza que tanto alabó el liberalismo de Adam Smith y sigue siendo fundamento básico del neoliberalismo. Mientras que el individuo, representado en el proletariado, es para Marx un ser o sujeto social , histórico, objetivo y positivo; objetivo porque es la concreción de lo social, de los intereses de la clase a la que pertenece y positivo en el sentido que su conciencia o voluntad le permite ejercer un trabajo o praxis revolucionaria de transformación del mundo natural y social, aun cuando sea víctima del fetichismo ideológico; lo importante es que ese individuo puede superarse, liberándose así mismo, a su clase social y a la humanidad mediante una praxis o acción revolucionaria que implica una madurez de las condiciones subjetivas en concordancia con la inevitabilidad del triunfo del socialismo. Se podría afirmar que el marxismo sintetiza lo subjetivo con lo objetivo, la libertad de acción o libre albedrio que se manifiesta en la capacidad que tiene el individuo de tomar decisiones que puedan cambiar el curso de los acontecimientos, con el determinismo histórico producto del condicionamiento que impone al individuo la estructura cultural, política, social y económica de una determinada formación social.

Sin embargo, muchas críticas al marxismo, consideran que esta teoría es comunitarista, que descarta la libertad individual en función de un hombre masa que sigue ciegamente al rebaño, a las fuerzas telenómicas de la historia que lo conducirán inexorablemente hacia el progreso. Pensamos que esta errada percepción de dicha teoría se debe en primer lugar a los fallidos modelos revolucionarios autoritarios representados por la Unión Soviética, China, Corea, Cuba, etc., que no han conducido al reino de la libertad profetizado por Marx. El otro aspecto de esta mala interpretación de la teoría, la encontramos en la profunda influencia que ejerció sobre Marx el iluminismo representado por Kant, Hegel, Feuerbach, Leibniz, Schilling, Spinoza, Holbach, Condorcet, Diderot, Rousseau y tantos otros brillantes pensadores cuyas obras fueron leídas por ese ávido lector; es de hacer notar que este movimiento iluminista europeo exacerbó la razón a las más elevadas cumbres de la inteligencia, produciendo abstracciones generalizantes como los derechos humanos, el contrato social, la teoría objetiva del valor, el concepto de Estado, división del trabajo, etc., olvidándose de la vida emocional y sentimental del ser humano y en consecuencia generó una reacción entre los jóvenes intelectuales a mediados del siglo XVIII , conocida como el Romanticismo que se extendió del arte (literatura, pintura, música, etc. ), hasta las ciencias, influenciando incluso a las ciencias sociales como la historia, psicología, sociología y economía quienes quisieron escapar del férreo yugo de la razón y anclaron su fe en los sentimientos humanos, lo cual puede verse como un retroceso histórico, pero en realidad es un avance que complementa a la razón y la comprensión del fenómeno humano. En tal sentido los científicos sociales de esa época, rompieron con el objetivismo y la causalidad epistemológica derivada del kantismo y del positivismo de August Comte y basaron su nueva teoría del conocimiento en el subjetivismo, la psicología y el hedonismo. El análisis histórico por ejemplo se fundamentó en la personalidad del héroe como motor de los cambios, dada su providencial voluntad, que ubica al proceso histórico en el plano de la epopeya.

Pero Marx no solo abrevó de los escritores de la ilustración, también se nutrió de los románticos a tal punto que reconoció el aporte de los socialistas utópicos y de su originaria fuente de inspiración como fue el historiador y economista suizo Jean Charles Sismondi, quien en su obra principal “Nouveaux Principes d’économíe” (1939) descubre la existencia de las crisis cíclicas del capitalismo, disiente del fisiócrata Jean Batiste Say y del clásico David Ricardo. Del primero critica el equilibrio automático entre oferta y demanda; y del segundo su laissez faire y su visión optimista del industrialismo al cual analizó de manera descarnada y caracterizó como un proceso hambreador, injusto, embrutecedor y violento hacia la clase obrera, como sólo tiempo después harían Marx y Engels. Consideraba que la sociedad se sostenía de la alianza entre propietarios y obreros, en tal sentido propuso para remediar la pobreza de estos últimos y que no se rompiera esta unidad, salarios justos y un regreso a la pequeña propiedad feudal productora de bienes o valores de uso. Es en esta añoranza sublime del pasado y en el mantenimiento conservador del status quo del sistema, es donde centra su crítica Marx a Sismondi, considerándolo un economista pequeño burgués, incapaz de plantearse la destrucción del capitalismo al cual aborrecía de manera conservadora, es decir sin atreverse a cuestionar la propiedad privada sobre los medios de producción, habla de injusticia hacia el obrero, usando un término moral que se puede regular legalmente en lugar de utilizar la palabra explotación que implica la ruptura de la antagónica relación capital-trabajo y analiza comparativamente el pasado para quedarse en él, sin vislumbrar como si lo hace Marx la construcción de una sociedad solidaria sin explotación. También Marx concuerda con Engels en su análisis de la sociedad primitiva o modo de producción comunista primitivo, plasmado en el libro “El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado y la transformación del mono en hombre a través del trabajo”(1969) donde observan la existencia en estas sociedades de valores esenciales del ser humano, tales como la fraternidad, solidaridad y libertad de una sociedad sin Estado opresor, donde no hay tabúes sexuales ni los complejos que se derivan de estos. Dichos valores, no se deben confundir con preceptos morales, pues la moral es un mecanismo ideológico opresor al servicio de las clases dominantes. Para Marx los valores de esa remota sociedad, servirán de inspiración para la construcción del nuevo comunismo; he aquí la diferencia entre revolucionarios y conservadores, entre marxistas y románticos, los revolucionarios no se quedan anclados al pasado, hablan del pretérito para descubrir la continuidad histórico-social que se proyecta hacia el futuro.

Creemos que una de los aspectos menos entendidos por los seguidores de Marx, ha sido el problema de la existencia en esta teoría de valores éticos verdaderos, en pugna con una falsa moral de origen ideológico que como la religión y el derecho justifican la explotación y la propiedad privada como fuente de inequidad social. De nuevo pensamos que la respuesta correcta la dan los románticos y Marx, los primeros mediante su rechazo compulsivo a la fría razón que conculca los sentimientos; y el segundo mediante una lógica dialéctica e histórica no mecanicista, que entiende al ser humano como producto de interacciones socioculturales surgidas del trabajo, que combinan las emociones con el intelecto o desarrollo del cerebro. El filósofo romántico Jean Batiste Rousseau manifiesta su desconfianza radical en el intelecto cuando expresa que, “todo hombre que piensa es un animal perverso”, para Marx y Engels en una suerte de antropología genética de lo humano, plantean en “El origen de la familia…”, que en un primer momento las relaciones de cooperación en el trabajo humanizan al antecedente del hombre, creando en él sentimientos de amor y fraternidad esenciales que luego son liquidados por la alienación de una sociedad dividida en clases por la propiedad privada, y sustituidos por las formas ideológicas de una falsa moral, pero que servirán para prefigurar la sociedad comunista del futuro donde los valores serán de nuevo sentimientos de solidaridad, libertad e igualdad .

Con respecto al problema de la subjetividad o psicologismo propuesto como método por los románticos para estudiar la historia de la sociedad, vemos que es relativamente exitoso e influirá en un movimiento filosófico muy importante que se inicia a fines del siglo XIX y permanece en la actualidad, denominado como existencialismo, el cual al igual que el romanticismo guarda una enconada aversión al racionalismo positivista como epistemología científica. Pero no solo los románticos influyen en el existencialismo, también Hegel marcó a los existencialistas de tal forma que tanto el existencialismo como el marxismo han sido alimentados por las mismas proposiciones intelectuales, de ahí que encontramos a pesar de la distancia, grandes similitudes entre el existencialismo y el marxismo lo cual se corrobora por el intento de conciliación filosófica promovido por el filósofo francés Jean Paul Sartre entre ambas corrientes de pensamiento.

El existencialismo alemán y europeo devenido del hegelianismo y representado por Husserl, Jasper, Heidegger y Kierkegaard, ( por no citar a Nietzsche, filósofo carente de un sistema racional aparente, pero con concepciones terriblemente cuestionadoras del sistema de valores imperantes en el euro-centrismo o lo que podríamos denominar en términos marxistas como ideología dominante), posee una serie de extraordinarias coincidencias con el marxismo, que trataremos de explicitar y que implican consecuencias afines en temas como la consciencia, la voluntad, el poder, el conocimiento y la ética.

El existencialismo parte del axioma que sólo las cosas tienen ser en si, o ser primario; las ideas por el contrario, nada más poseen ser derivado de las cosas. Por lo cual, el “yo absoluto” o “consciencia absoluta “de los idealistas desaparece y con ella la idea de Dios, Federico Nietzsche dirá “Dios ha muerto, viva el Súper Hombre “.(El Crepúsculo de los dioses” 1944) Se ha creado una nueva consciencia, una consciencia relativa; relativa a las cosas, a la existencia humana y a su ser social, se ha creado una consciencia no alienada o engañada. Ellos, Marx y los existencialistas, han develado el mito que cegó a Hegel, se derrumba la Superestructura: El Estado, el Derecho, la Educación, los Valores, dejan de ser conceptos absolutos y se transforman en excrecencias de unas determinadas relaciones de producción o dominación, Sin embargo, los materialistas vulgares o dogmáticos malinterpretan el hecho que la consciencia y sus productos (conceptos, ideas, valores, etc.) sean entes derivados para asignarle un lugar subordinado y secundario con respecto a las relaciones de producción, desconociendo la capacidad de transformación que ejerce la consciencia en la historia.

Entonces se hacen evidentes las afinidades entre los discípulos de Hegel, con respecto a la consciencia. Edmund Husserl dice “toda consciencia es consciencia de algo”, Heidegger opina que “toda consciencia es consciencia de alguien” y Marx afirma que toda consciencia es consciencia de clase, “el ser social determina la consciencia social”.

La consciencia se transforma en acción o voluntad de poder. ¡En poder liberador!

En cuanto a la teoría del conocimiento inaugurada por Descartes y afinada por Kant, Hegel deja su impronta en Heidegger, pues para este último la relación sujeto activo que conoce y objeto pasivo a conocer, no es una simple relación mecánica o positiva, sino más bien, una relación dialéctica, dinámica e inter actuante que en “ La pregunta por la cosa” Heidegger la expresa de una manera muy hermosa, cuando dice que el sujeto va en busca de la cosa ( de su ser ) y la cosa sale en pos del sujeto, al encuentro de este. Ambos, sujeto y objeto se transforman mutuamente. Igual ocurre con la dialéctica implícita en el materialismo histórico de Marx, (el sujeto hombre estudia al objeto humano) el sujeto que hace la historia, la clase en si, el proletariado, es la clase con consciencia no alienada, capaz de liberarse a si misma y a las demás clases para alcanzar la unidad humana en el reino de la libertad. La afinidad es obvia y se expresa en ambos herederos de Hegel en forma bellamente utópica. Estas tendencias no separan el discurso científico del estético.

Dentro de los existencialistas nos encontramos con un profundo pensador como Wilhelm Dilthey quien se niega aceptar la proposición positivista de una metodología común para las ciencias naturales y sociales, a estas últimas las llama ciencias del espíritu e inaugura para ellas y específicamente para la historia, el llamado método hermenéutico o del análisis subjetivo de los textos, el cual consiste en interpretar el texto no solo por lo que dice, sino ubicándolo dentro del contexto socio-cultural en el que fue escrito. Basa este autor su epistemología de la historia en aquella hermosa trilogía donde expresa que la existencia humana es una extraña combinación, de azar, destino y voluntad.

 

joseburelli@hotmail.com

 



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José Burelli

Economista. Maestría en Relaciones Internacionales. Subdirector de Cultura UNESR. Profesor de la UNEFA, Universidad Pedagógica de Caracas.

 joseburelli@hotmail.com

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