Luego de cuatro meses oscurecidos por su violencia, quienes no quieren ni entienden a Venezuela y a los venezolanos fueron sorprendidos por la llegada del hermoso amanecer de un pueblo decidido a organizarse en Asamblea Nacional Constituyente para ejercer su derecho a delinear el nuevo rumbo de la Patria.
Emocionados, y algo asustados, muchos de nosotros caminamos de madrugada para tomar el primer tren subterráneo hasta El Poliedro. Dos más, diez más, veinte más… llegamos a la estación de Plaza Venezuela a cambiar de línea y al encontrarnos con los andenes abarrotadas de camaradas provenientes del violentado Este de Caracas, nos abrazarnos, cantamos y reímos hasta llegar a nuestro destino, donde miles y miles de mujeres y hombres ya comenzaban a alinearse para participar protagónicamente en el evento político más democrático, más temido y más atacado de la corta vida republicana de Venezuela.
Más democrático porque al convocar la Asamblea Nacional Constituyente el presidente Nicolás Maduro activó el poder originario, el poder del pueblo, de todos los venezolanos, dispuestos a ejercerlo o no. Todos somos constituyentistas y el hecho de tener que conformar una Asamblea a efectos prácticos, no debe ni puede limitar nuestra participación. Tengamos presente que el pasado 30 de julio elegimos voceros, no autoridades. Voceros que, independientemente de su poder o rango, son nuestros pares en la ANC, ecos de nuestras necesidades, de nuestras esperanzas y de nuestra visión de futuro. Está en nosotros hacerles llegar nuestras voces.
Más temido, sí y por muchos. Nuestra democracia participativa y su máxima expresión - la ANC – son percibidos, y realmente lo son, un "mal ejemplo" para otros pueblos hartos de ser dominados, expoliados y, de una manera u otra, esclavizados. Mas como dice la socióloga española Ángeles Diez: también "…hay quienes no temen a la Constituyente… es más, hay quienes la defienden incluso a riesgo de su vida…son las clases populares que no se han dejado engañar ni amedrentar" A lo que añado otros pueblos conscientes de que está llegando su hora. La hora de acabar con la opresión y la inequidad. La hora de convertir el miedo en respeto
Más atacado, es obvio, lo estamos viviendo. Por eso el pueblo, hasta ahora contenido en nombre la Paz, exige justicia. Exige decisiones inmediatas y la adopción de un nuevo ordenamiento jurídico acorde con la ética que debe caracterizar todo proyecto revolucionario. Un marco normativo que adecué la tipificación de los delitos a esta época y establezca sanciones congruentes con la gravedad del delito y la responsabilidad de quien lo induce o lo ejecuta. Un marco normativo que acabe con la impunidad que tanto daño le está haciendo a la sociedad venezolana.
Aún tenemos por delante muchas madrugadas…