V.E. El Pueblo

Hoy inspirado en esa escritura bonita, apoyada en un exquisito lenguaje, delicado y con fluidez, que a lo largo de la época de la colonia utilizaron en sus cartas nuestros libertadores, comenzaré esta nueva entrega dirigida a vuestra excelencia (V.E) el pueblo ante los hechos que vienen afectando a la nación, debido, sin equívoco, a la perfidia de muchos que arropados en la política solo desean el bienestar propio, sin importarles la suerte del resto del país.

La Aquiescencia de todo lo malo en la nación, al parecer, se viene aprobando sin cautela y con menoscabo en perjuicio de la población, mientras los responsables de tales hechos continúan libres, amparados en un prestigio falso que solo es apoyado por las corporaciones noticiosas, en fiel cumplimiento al mandato de ese país del norte, que a cuentas de su poderío todo lo toma a la fuerza y lo manipula.

Hasta ahora vemos que la acrimonia florece en quienes llevan la voz cantante de la política en el país, mientras los acrisolados, de conductas verdaderamente intachables, ven mermados sus esfuerzos y esperanzas por lograr la paz verdadera que merece V. E, el pueblo venezolano. Mientras todo esto ocurre, por desgracia, el absolutismo, al parecer, y solo al parecer, se quiere imponer a las buenas o a las malas.

Esfuerzos se han hecho en vecinas naciones para llegar al entendimiento, sin embargo hemos vistos con desagrado y asombro que adláteres y sediciosos mantienen en vilo, al pie del abismo, el albur que tanto se desea llegue a feliz término.

A estas alturas de la vida, V.E, el pueblo, ha tenido tiempo suficiente para reflexionar y de hecho lo hace y lo entiende al notar como la avilantez hace estragos en la sociedad, muy a su pesar.

Ya es común, ante tanta ignominia en perjuicio del país, que surjan las anatemas, entre unos y otros, mientras la paz la vemos cada día más equidistante, sin posibilidades hasta ahora de sellarla.

Mientras todo esto ocurre, a la vista incluso del universo, V.E. el pueblo, sigue pagando los "platos rotos". Incluso debe soportar la impertinencia de badulaques de oficio que a diario toman las vocerías para armar la barahúnda, sin recato ni consideración. De sus bocas solo sale la befa en todo momento, sin respetar las más mínimas reglas del pudor y la cortesía.

Ante esta realidad vemos que en la Asamblea Nacional (AN) se cabildea sin cesar con fines macabros, mientras se vende a nivel internacional la inocencia de ese cuerpo colegiado, y lo boato se promociona sin recato.

Somos muchos los que a diario hemos asumido la postura de cavilar, pues quienes adversan al gobierno continúan convoyando sin temor a las leyes y sin consideración. Mientras todo esto ocurre V.E el pueblo ha entrado en una etapa de consunción de manera irremediable, ante las políticas atroces que son impuestas, sin ninguna consideración y moderación, desde el imperio.

Los correligionarios están por todas partes tras el erario público, mientras los que se desenvuelven en los grandes centros de la sociedad los vemos pavonearse con chocarrerías, sin vergüenza ni reparo.

Aún cuando esto ocurre y es común ya verlo en el seno de la sociedad notamos también que los chanta, con una circunspección disimulada desean convertirse en verdaderos corifeos buscando solo propósitos.

El discernimiento no puede seguir siendo eludido. Quienes tenemos interés en salvar a la república así lo exigimos. V. E. el pueblo, lo reclama con entereza y prontitud.

Basta ya de disensiones que en nada contribuyen a la paz del país. Es hora de evitar, de echar a un lado, la odiosa figura de desconceptuar alegremente a todo aquel que por diferencias ideológicas o partidistas no nos agrada.

Ha llegado la hora, si es necesario, de aplicar efugios que permitan conseguir la luz al final del túnel. El país no está, y V.E. el pueblo lo sabe, para entronizar a nadie. Es preciso que impere la equidad, pues de lo contrario estaremos destinados a ir a parar irremediablemente al sepulcro.

Los emparturradores, esos que llaman a que se apliquen sanciones, o que piden una invasión en perjuicio del país, V.E. el pueblo, en definitiva, deben execrarlos en bien de la república.

La filantropía debe imponerse como lo soñaron nuestros Libertadores, pues ese es el camino ideal que le puede brindar la mayor suma de felicidad a V. E. el pueblo. A fin de cuentas el país aún cuenta con suficientes frioleras para cubrir tales fines.

Pero ante todo no hay que perder de vista a quienes irremisiblemente enarbolan las banderas de la discordia y el caos, pues están claramente confesos ante la opinión pública que incluso irrogan a todo aquel que les sea indiferente.

No hay que olvidar que el pueblo está cansado ya de tantas jaranas estériles que en nada contribuyen al entendimiento, precisamente por la laxitud de quienes tienen la responsabilidad desde el gobierno de impedirlo.

Vemos, incluso, del lado de quienes apoyan la filantropía y el humanismo, que siempre han asumido posturas laudables en nuestra sociedad, y muy por el contrario se les descalifica de manera alegre con libelos sin ponderación ni consideración.

Pero además hay también lisonjeros que viven de este oficio, de avión en avión, viajando al imperio para ganar indulgencias de los verdaderos verdugos, todo con el vil propósito de perjudicar a la república, mientras la lenidad invade al gobierno.

Todo, absolutamente todo se ha vuelto un caos en el país, mientras V.E. el pueblo ya no puede consumir ni siquiera menestras como lo hacía con regularidad en mejores tiempos.

Al parecer se desea que las familias vivan solo de preces, pero al mismo tiempo malhadadas por la perfidia y la malevolencia de muchos.

Aún cuando notamos que se ha hecho todo un esfuerzo porque prive el surgimiento de los pusilánimes, no es menos cierto también que florece una clara tendencia de los prosélitos que apoyan mayoritariamente al gobierno, aún cuando los pérfidos tratan por todos los medios de impedirlo.

Sobre este último punto hay que recalcar que quienes adversan al gobierno apelan todo el tiempo a conductas pretextadas, con un sesgo a promover la sedición siempre acompañadas de sofismas y conductas sibaríticas.

No hay duda que la veleidad prevalece en quienes hasta ahora se mantienen del lado opuesto a la razón. Son verdaderos vocingleros que en nada contribuyen a lograr un acuerdo definitivo para que el país, y V.E. el pueblo, viva feliz y en cordialidad.

*Periodista

italourdaneta@gmail.com



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Ítalo Urdaneta

Periodista, historiador y profesor universitario

 italourdaneta@gmail.com

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