La corrupción, tomó un auge vertiginoso desde que se inició el proceso bolivariano y, en consecuencia, el fraude es común y viceversa, está cerca de nosotros. El país se acostumbró a oír de préstamos y cuentas secretas, doble contabilidad, sobrecostos, lobby, compra venta de decisiones, concesiones, crímenes. Se robaron los puertos, la flota mercante, la energía, las vías 4G, las elecciones. Con corrupción han impedido el acceso a alimentos, medicamentos y tratamientos sanitarios, mutilado oportunidades de empleo, cerrado las puertas de universidades a jóvenes que terminan raptados por el crimen.
Igual, pasa con las noticias, manipuladas que anuncian crímenes contra líderes socialistas, opositores políticos y defensores de derechos humanos, de los que en algún párrafo se puede leer que también luchaban contra la corrupción y denunciaban corruptos.
La esfera pública y la privada se han vuelto difícilmente separables, las instituciones públicas fueron penetradas por sistemas de gestión, control y administración que por responder a indicadores crean climas propicios al engaño, al fraude. La corrupción es un hecho de la vida real y las elites gobernantes son las indiscutibles responsables históricas que volvieron tradición apropiarse de los bienes públicos y ofrecerse impunidades. Como ocurrió en el Perú de Fujimori, en cabeza del exjefe de inteligencia Montesinos, en Colombia hay cientos de grabaciones telefónicas y de video de hechos de corrupción que involucran a miembros de cada rama del gobierno, congresistas, ministros, empresarios, periodistas, directivos, militares y otros, con la intención de preservar pruebas que luego puedan ser utilizadas para exigir cooperación y sostener la impunidad, como parece ocurrir respecto al régimen de la seguridad democrática.
Entonces, sí la corrupción es tema del dominio público y, de su conocimiento. Porque, hay dirigentes políticos que desean controlar y manipular a la sociedad, mediante esta tradición nefasta, en vez de buscar eliminarla de raíz.
La corrupción es más perjudicial para quienes padecen los efectos nocivos de la desigualdad material, impide la realización de los derechos humanos, afecta la vida cotidiana de muchas maneras diferentes, permite que las mafias se incrusten en las instituciones y mata de manera silenciosa. Hace doscientos años hubo un primer hecho relevante: Colombia fue el primer país de América en contraer un empréstito con Londres y envió a un funcionario a traer el dinero, pero este dispuso de buena parte para su uso personal, provocando un faltante que sirvió de excusa para que trabajadores, campesinos, esclavos del campo y de la ciudad fueran reclutados para una guerra en la que se perdieron las vidas que servían para el trabajo (Bonilla, H. U.N. Colombia: 200 años de deuda externa). Vivir de la corrupción se convirtió en un fenómeno endémico, que se reproduce a diario. Con corrupción cercenaron al país y vendieron a Panamá y con parte del pago construyeron ferrocarriles que después también vendieron.
Ahora, Venezuela quiere entrar al neoliberalismo con un rostro socialista.
El neoliberalismo es, ante todo, una cultura del miedo, del sufrimiento y la muerte para la gran mayoría. Por ello, casi todos estamos acongojados. Jóvenes, adultos y jubilados. Hombres y mujeres. Extranjeros, venezolanos e inmigrantes. A los miedos que siempre nos acompañaron, como el terrorismo, la gripe aviar, el calentamiento climático, ahora se incorpora el provocado por la crisis económica, cuyo final no se vislumbra, ya que, según los pronósticos de los medios de comunicación, lo peor está por llegar. Uno de los mayores miedos es el de estar sin trabajo y por lo tanto no ser capaz de sobrevivir. O no tener en el futuro una pensión. Y si la tenemos, su duración en nuestros bolsillos es efímera.
El miedo encoge, anestesia, crea una sociedad conformista, que impide la irrupción de un movimiento colectivo para defender los derechos pisoteados. Al ir cada cual a lo suyo, se extiende una pandemia de individualismo, insolidaridad y egoísmo. La norma imperante es "sálvese quien pueda". Naturalmente también hay acciones solidarias. Según Jean Delumeau en El miedo en occidente, hasta la Revolución Francesa sentir miedo era una indignidad. Montaigne lo asignaba a las gentes humildes e ignorantes, era una debilidad que no correspondía a los héroes y los caballeros. En cambio, hoy no es una vergüenza sentirlo ni manifestarlo.
Una sociedad sin valientes es una sociedad impedida para cumplir su destino y presta a la disgregación. Para que cambie la situación, el miedo deben tenerlo las clases dominantes. Ha sido una constante histórica. Para Josep Fontana. "Las clases dominantes han vivido siempre con fantasmas: los jacobinos, los carbonarios, los masones, los anarquistas, los comunistas. Eran amenazas fantasmales, pero los miedos eran reales. Con esos miedos los trabajadores obtuvieron de los gobiernos concesiones, y así mantuvieron el orden social. Bismarck fue el primero en introducir los seguros sociales en Europa para combatir al socialismo. Tras la II Guerra Mundial el miedo al comunismo de la Europa oriental propició que en occidente se implantase el Estado del bienestar. Con ingenuidad interiorizamos que el progreso iniciado con la Ilustración y la Revolución francesa sería sempiterno. Craso error. Arrumbado el comunismo, los poderosos hoy, ¿a quién temen? Esto tiene que cambiar. ¿Cómo?
La sociedad tiene que seguir manteniendo e intensificando la presión con las diferentes mareas; los movimientos huelguísticos en el mundo del trabajo y estudiantil; o los Stop desahucios, etc. La presión de la calle está surtiendo efecto. Están nerviosas las clases dominantes, por ello el proyecto de Ley de Seguridad Ciudadana para reprimir las protestas. Como señala Eric Hobsbawm "las marchas callejeras son votos con los pies que equivalen a los votos que depositamos en las urnas con las manos". Y es así, porque los que se manifiestan eligen una opción, protestan contra algo y proponen alternativas. La historia nos enseña que si en las sociedades no se produjeran estas oleadas de movilización por causas justas no habría democratización, es decir, no habría la presión necesaria para hacer efectivos derechos reconocidos constitucionalmente, ni la fuerza e imaginación para crear otros nuevos". Esto les resulta difícil de entender a nuestros gobernantes. Con frecuencia, las sociedades se incomodan con los movimientos y los consideran peligrosos y nocivos. Luego, cuando triunfan, reconocen sus bondades e integran sus conquistas a la institucionalidad vigente. Ardua tarea, a veces se necesitan siglos para alcanzar algunos derechos: jornada laboral de 8 horas o 6, descanso dominical, sufragio universal, igualdad entre hombre mujer. En definitiva, con movilizaciones se han civilizado y avanzado las sociedades modernas y democráticas. Los momentos más creativos de la democracia rara vez surgieron en los parlamentos.
Hay que armar frentes populares de todas las izquierdas, compuestos por movimientos sociales o vecinales, ONG, universidades, sindicatos, partidos políticos y con un programa democrático. La obligación moral de las izquierdas es ser portadoras para la gran mayoría frente a la cultura neoliberal, la cultura de la esperanza, la felicidad y la vida. Si las izquierdas no son capaces de detectar el sentir de la calle, pueden sucumbir o acabar en el museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce.
Nuestro presidente, Nicolás Maduro Moros es fortalecido por un ala militar, hay inconformidad por sus programas económicos, solo sale gráficado los votos del Psuv, los otros, es cambiante, lo toman los rufianes, lo mantienen secuestrado y le hacen ver que USA es su enemigo.
La corrupción política es la acción de corromper, de descomponer, dañar, utilizar mal y en beneficio propio lo que es común, razón por la cual la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, mediante resolución 58/4 del 31 de oct de 2003 aprobó la Convención contra la corrupción, tras reconocer que esta es "una plaga insidiosa que tiene un amplio espectro de consecuencias corrosivas para la sociedad. Socava la democracia y el estado de derecho, da pie a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, menoscaba la calidad de vida y permite el florecimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana." Es un fenómeno maligno, que invalida los resultados económicos, debilita las instituciones democráticas "perturba el orden social y destruye la confianza pública, permitiendo que prosperen la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas para la seguridad humana" (Koffi Annah).
Por último, como señalan Lourdes Benería y Carmen Sarasúa, según la Corte Penal Internacional, crimen contra la humanidad es "cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil". Situaciones como las que ha generado la crisis económica han hecho que se empiece a hablar de crímenes económicos contra la humanidad. Actualmente a los responsables de las políticas de ajuste, como por ejemplo el retrasar mamografías, se les podría inculpar en un futuro del delito de crímenes contra la humanidad, porque esas políticas producen daños gravísimos directos y también indirectos a grandes masas de población, que se conocen de antemano y a pesar de ello los ejecutan con premeditación y además para beneficio de una minoría. Así las clases dominantes comenzarán a sentir miedo. Seguro.
Todos, en Venezuela sentimos miedo. Estamos detenidos en el tiempo, la bota militar quiere imponerse bajo la sombra del nuevo orden disfrazado de socialismo, comunismo, neonazis y fascismo.
El corruptus es el individuo que corrompe, destruye y descompone lo bueno de la sociedad.
Ética, Social y Jurídicamente la sistematicidad e intencionalidad de hechos de lesa humanidad, ocurridas en Colombia, ponen en cuestión el estado de derecho, del que emanan prácticas de horror que revictimizan victimas por acción u omisión. Pero además hay sistemas trasversales de corrupción incubados que controlan la política, los recursos y las decisiones de estado y hay continuidad de prácticas de estigmatización que promueven la eliminación de adversarios.
Cada día, aparecen fosas comunes con miles de cadáveres en Latinoamérica o, muertes en manifestaciones abiertas, alguien nos desea quebrantar la paz continental, es necesario revisar y hacer un giro político, ahora los socialistas desean ser neoliberales y los empresarios, gobernantes. Una contradicción en la lucha de clases y la bota militar ser una figura de dominación, se caen las teorías políticas y nos encontramos en el foso y debemos consultarnos espiritualmente para revertir sus causales en beneficio para el pueblo.