La bien consabida crítica que nunca deja de faltar a nuestro juicio por las personas, y los eventos que se brindan a nuestra consideración. No hay un día que no seamos criticados, muchas veces, sin tener conocimiento verdadero. Nos hacemos ecos de opiniones y contra opiniones, sin escudriñar el por qué están sucediendo las cosas. Especulaciones van; y especulaciones vienen, que sólo enturbian la atmósfera. Hay que meterse en el infierno del problema, hay que sentir el calor de los eventos en propia carne para poder emitir algún juicio de valor. El que no está padeciendo el problema en cuerpo y alma viva, asume unos paradigmas divergentes; y de ahí sus argumentos írritos. No tengo fobia contra la crítica; sólo aquella que se pasea inmisericordemente. En mi opinión, una persona con raciocino, no juzga ni critica lo que no conoce. La lógica lo dice todo. El que está fuera del infierno, ve las cosas desde otra óptica. Esto no va referido a situaciones geográficas, sino en el contexto del pensamiento y discernimiento reflexivo.
En las mismas circunstancias, opino, que cuando los ojos empiezan a razonar por el cerebro, la lengua se activa, obedeciendo a los primeros. Son yerros que nos ocurren con mucha frecuencia ¿Cuántas veces, usted, no ha sido criticado? ¿Cuántas veces no ha sido arponeado por la crítica insalubre? por parte de almas que no conocen del asunto, que no están metidos en el ojo del huracán; pareciera que criticar sin juicio ni valor les produjera orgasmo de satisfacción. Considero que si una persona no afronta con profundidad los acontecimientos que le rodean; hasta de su vida propia; está propenso a sumergirse en el lodo de la confusión, la búsqueda de un atajo, para hacer creer a los demás, que él es el dueño absoluto de la realidad. Una crítica con buena intención debe ser constructiva y oportuna. En un abrir y cerrar de ojos, la persona que critica despiadadamente, puede cambiar la imagen de su víctima en un santiamén, empujando al sujeto pasivo al patíbulo de los comentarios colectivos infundados, a la hoguera del desprecio. ¡Eso es malo!
Sin embargo, no es una ficción que una crítica, aun, siendo cítrica puede ser verdaderamente razonable. En mi opinión, a una interior riqueza del yo, evaluar con ponderación selectiva; todo eso contribuirá en alguna medida, a dar un mayor realce significativo a la capacidad de valoración y de juicio constante. No hay que dejarse llevar por las pasiones humanas, que en oportunidades, lo que hacen es fabricar un mundo de confusiones, dudas, resentimientos, que sólo los necios y los frívolos utilizan, para parir esa cría de ambigüedad y desconcierto entre todos los involucrados. Sólo las personas sin sentido común, sin tener el mogote de los problemas en sus manos; se dedican a explayarse, sin razón, en ínfimos detalles que se hallan fuera de la realidad. Amigo, amiga; no piensa lo mismo el boxeador que está dentro del ring, que el espectador que está mirándolo. Únicamente las personas que se hallan subsumidas en su desgracia son las que sienten y padecen como una brasa ardiente sus incomodidades ¿Quién puede alegar lo contrario?
"Todo tiene su final, nada dura para siempre"…Héctor Lavoe dixit. Con esta metáfora, para despedirnos; hay que encuadrarse ante situaciones, circunstancias y acontecimientos con sentido práctico de la vida. Considero que debemos aumentar nuestra capacidad de valoración de pareceres; y establecer un puente de equilibrio, donde predomine la serenidad (no confundirla con negligencia o apatía), objetividad, sentido común y ecuanimidad, entre otros, para poder defendernos, incluso, de nosotros mismos y de todos aquellos seres que nos rodean. Creo que con esto perfeccionaríamos nuestras criticas; y poder ayudar a nuestros semejantes en los diferentes quehaceres de su existencia; agregando valor a nuestras acciones; y que no todo se vea irradiado de cosas superfluas que no dejan nada concreto, sólo fracturas en nuestras relaciones humanas, que muchas veces andan en muletas. Si usted está del otro lado del problema, actúe con mucha prudencia, que no le sea más fácil juzgar las cosas desde afuera, que verlas desde adentro.
¡Muchas gracias! Nos vemos a la vuelta de la esquina porque muchas veces, es más fácil juzgar desde afuera que ver desde adentro.