¿Vamos hacia la barbarie?

El Diablo, en provecho de sus fines, cita las Sagradas Escrituras como si fueran obras de su propia creación literaria. Napoleón –el emperador- solía decir que cuatro periódicos hostiles eran más peligrosos que cien mil soldados en un campo de batalla. Todo gobierno tiene algunos medios que le son hostiles. De allí la necesidad de leerlos con arte para descifrar y no equivocarse a la hora de determinar el curso del viento opositor en un determinado momento. En el caso venezolano no olvidemos que en esos medios opositores terminan escribiendo los más importantes ideólogos del campo que adversa –de manera democrática o a ultranza- al gobierno que preside  Hugo Chávez.

No existe tema del cual no se ocupen buscando siempre la opinión de especialistas que puedan servir de abanderados en contraponer las ideas de la oposición a las del gobierno y obtener ventajas de ello, como es lo lógico. Marx, para dotarnos de la concepción materialista de la historia y escribir “El Capital”, desmenuzó la realidad global del capitalismo, con un ojo científico que ningún otro científico poseía en su tiempo, para que no le quedara por fuera ninguna particularidad de importancia. Hoy, por el hecho de rebatir cualquier idea que exponga Chávez, salta cualquier economista y sin ton ni son dice que las ideas de Marx  son radicalmente inconsistentes, y que el valor de los bienes nada tiene que ver con el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlos. Creo, sin ser experto en economía, que la historia y, especialmente, el capitalismo en sus diversas fases, ha demostrado todo lo contrario, es decir, que Marx tiene razón desde los pies hasta la cabeza y desde ésta hasta aquellos. Pienso que don Emeterio Gómez debe saber que la ley del valor del trabajo no determina los precios de manera inmediata pero, por lo menos, los determina.

Como no existe manera científica de combatir la concepción marxista del socialismo, expuesta por hombres como Marx, Engels, Lenin y Trotsky por no citar otros importantes ideólogos de esa doctrina, se recurre a alguna idea que no aclarando el verbo puede resultar una enorme confusión, atribuyéndosela no pocas veces al marxismo. El experto en economía, don Emeterio Gómez, señala que “Vamos a la barbarie si el socialismo se mete con la productividad”. Es necesario saber la intención que lleva el verbo “meter”, porque si se trata de indicar con él que el socialismo rechaza y se opone a la productividad, don Emeterio Gómez tendría toda la razón del mundo. Pero si se trata de que el socialismo tenga que ver obligatoriamente con la productividad, entonces don Emeterio no sólo no tiene razón, sino que está recurriendo a una tergiversación de la Sagrada Escritura Marxista para fines contrarios a la misma.

Creo, con todo el respeto que merece don Emeterio Gómez como ser humano y como economista,  que esa idea de que “Vamos a la barbarie si el socialismo se mete con la productividad” es como meter gato por liebre. Lo primero que interpreto de ella, utilizada en boca de un enemigo verdadero del socialismo marxista, es que trata de confundir a la gente haciéndole creer que productividad es lo mismo que propiedad privada o, cuando menos, que ésta es la única generadora de aquella. Precisamente el socialismo, para merecer ese nombre, debe ocuparse de dos cosas que en la economía resultan como gemelas: la productividad y la economía de tiempo. La primera no trata, para el socialismo, de una cuestión de cantidad sino de calidad que tiene que ver con el rendimiento del trabajo individual y colectivo, tomando en consideración que la misión más sagrada de la técnica es la de economizar el trabajo del ser humano. Al ir armonizándose la productividad en la calidad con la economía de tiempo en el trabajo van extinguiéndose los fetiches capitalistas para que el socialismo comience a establecer relaciones más limpias, más libres y más dignas entre los seres humanos. Y eso implica, quieran o no los especialistas de la economía, una lucha frontal y oportuna contra la propiedad privada sobre los medios de producción, porque ésta ha demostrado ser sin negarle lo que de desarrollo ha generado al mundo, desde un tiempo para acá, la fuente de todos los males de la sociedad junto con el Estado burgués que se basa en ella.

Don Emeterio Gómez nos dice: “No hay una forma socialista de organizar el proceso productivo. En el núcleo básico de la economía sólo hay dos formas: el capitalismo y el totalitarismo…” Hace muchas décadas la ciencia conocida como “economía política” dio al traste con ese falso o interesado criterio burgués. No es necesario ir a Marx para encontrar argumentos que lo refuten. Simplemente, en esta oportunidad, demos ese mérito s Saint-Simon cuando dijo: “La anarquía actual de la producción –se refiere a la capitalista-, consecuencia del desarrollo de las relaciones económicas sin una regulación uniforme, debe dar paso a la organización de la producción. La producción no será dirigida por patronos aislados, independientes unos de los otros, que ignoran las necesidades económicas de los hombres; la producción se hallará en manos de una institución social determinada. El organismo central de administración, que tendrá la posibilidad de enfocar la vasta esfera de la economía social desde el punto de vista más elevado, la regulará del modo que resulte más útil para la sociedad entera, entregará los medios de producción a las manos apropiadas para ello y se preocupará, sobre todo, de que exista una armonía constante entre la producción y el consumo”. Sólo el socialismo, hay que repetirlo, con una elevada productividad cualitativa y una muy grata economía de trabajo puede crear las condiciones para un proceso productivo organizado en beneficio de todos y no en provecho de unos pocos. Que alguien crea eso sea una utopía, ya no es competencia de quienes creemos en el socialismo como una fase histórica inevitable para llegar a la comunista propiamente dicha.

Don Emeterio Gómez nos dice también que: “Se ha dicho que el capitalismo genera pobreza. Pero esto no es así: genera riqueza…” Esto es una prueba maestra de una verdad a medias, que puede resultar una mentira muy peligrosa si no somos capaces de entenderla en su justa dimensión. En verdad, el capitalismo fue revolucionario, trajo progreso y desarrollo al mundo y generó riqueza, mejoró condiciones de existencia para los explotados al concederles el derecho de ser libres jurídicamente para vender su fuerza de trabajo. Eso caracterizó a la fase de libre competencia. Una vez que se impuso el desarrollo del imperialismo, como expresión de dominio de los grandes monopolios económicos dicidiendo el destino del mundo, el capitalismo se convirtió en un generador de pobreza para las grandes mayorías de la sociedad y de riqueza para las minorías. Esto es una verdad como decir que una cosa es la luna y otra es el sol aunque no pueda vivir lo uno sin lo otro.

Luego agrega, don Emeterio Gómez, lo que viene a ser como una estocada contra la verdad histórica, cuando nos dice: “… lo que sí causa pobreza es la escasez de recursos…”. Es extraño que un experto en economía no sepa que la superabundancia y la miseria son causa y efecto una de la otra al mismo tiempo. ¿Qué sucedería producir bienes de consumo en cantidades incontroladas si la gente no posee recursos económicos para adquirirlos o lo contrario? Precisamente el socialismo tiene la misión de lograr un desarrollo tal de la producción –en calidad y cantidad-, estando los medios de producción en manos de la propiedad social, para que podamos entrar definitivamente en esa fase donde cada cual trabajará según su capacidad y obtendrá según su necesidad. Para eso es necesario acabar con la pobreza por completo y para siempre. Que alguien crea sea eso una utopía, ya no es competencia de quienes creemos en el socialismo como una fase histórica inevitable para llegar a la comunista propiamente dicha.

Pero don Emeterio Gómez no se detuvo en esa opinión, sino que nos sorprendió con tamaña emboscada teórica, llenándonos de alegría de tísico, no aparecida en ningún texto de los ideólogos esenciales del capitalismo, por lo menos, imperialista. Cuando todos los estudios científicos y todas las estadísticas señalan que la gran mayoría de la población del mundo vegeta entre la miseria crítica y la pobreza verdaderamente caótica, don Emeterio Gómez nos dice, como conclusión de su estudio sobre la economía capitalista, que “… los más pobres de ahora viven mejor que los más ricos de antes”. Imaginémonos sólo por un momento, sólo por un momento para no hacernos falsa ilusión y terminar en estado de delirio, a los desocupados y los desprotegidos de toda mano de la sociedad, que son los más pobres y sufridos en la tierra, estar viviendo mejor que los señores terratenientes en el reino del feudalismo donde disfrutaban de castillos y riqueza de sobra. ¡Por favor!: ¿existe alguna utopía más masoquista que esa?

Luego de agotados los argumentos en contra del socialismo, don Emeterio Gómez nos ilustra con la siguiente idea: “Lo esencial es que el socialismo democrático, siempre que respete de verdad la propiedad privada y la rentabilidad, en función de mejorar la calidad de vida de la gente, es perfectamente legítimo”. Bueno, así lo creo y así lo escribo, mientras más democrático sea el socialismo menos puede respetar a la propiedad privada, porque ésta es el más poderoso obstáculo para la construcción de aquel. En lo que sí no hay equivocación, es que el socialismo tiene que ser para mejorar las condiciones de vida de la sociedad y no para empeorarlas.

En mi criterio, el tiempo de la barbarie, ya ha sido superado con creces, en atrocidades, por el capitalismo salvaje. La única alternativa que nos podrá salvar de éste, es el socialismo marxista.



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Freddy Yépez


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