El capitalismo es más barbarie que civilización. Es un sistema permanentemente actuante que hace metástasis en todos los espacios posibles; trasciende a lo económico, penetra lugares insólitos y hasta insospechados: es ideología. Por las buenas o por las malas manda. El colonialismo impulsó su despegue y se fue haciendo planetario. Las culturas anteriores fueron destruidas, modificadas o controladas, procedimiento previo para construir un sujeto individualista, consumista, competitivo y hasta despolitizado, presto a la competencia y distante de la convivencia. “El capitalismo vino al mundo chorreando sangre por todos sus poros”. El progreso son los ofrecimientos que nunca llegan, manera también de confiscar esperanzas sociales. El desarrollo lo es para el propietario, y la evolución para la cuantía de la riqueza. En fin, el capital es un deseo de muchos que lo logran pocos. Tener es un privilegio.
Diversas formas vivas son privatizadas controladas o normadas. El colonialismo fue el grito desgarrador de todo lo vivo, y los sobrevivientes fueron transculturizados; somos sus consecuencias. El neocolonialismo es el maquillamiento y actualización del colonialismo, pero siempre con el mismo propósito: hacer más riqueza. Ella se produce en diversas ocasiones de manera ilícita injusta o inhumana. Esta civilización no cesa de ser barbarie. Los defensores y beneficiarios del capital, repiten que el capitalismo llegó para quedarse y que es la salvación social y económica: “Fin de la historia”.
Para legitimar esta rapiña salvaje, los colonialistas trajeron sus leyes y sus costumbres. LA ESPADA VENIA SEGUIDA POR LA CRUZ. En oportunidades fueron lo mismo. Hasta el nombre de América (Américo Vespucio) es un subproducto suyo. Occidente es una concepción colonial, la modernidad es neocolonial. La descolonización es una tarea difícil y larga pero necesaria. Vernos y pensarnos con mirada propia, es la vía más expedita para nuestros reencuentros ancestrales y más igualitarios. No sería entonces el ambiente sino LA CONVIVENCIA lo que nos articularia. Los humanos somos naturaleza misma. Lenin acotó que las movilizaciones de la clase trabajadora, pueden traer consigo formas incipientes de consciencia social.
Desde sus municipios colonizadores, unos cuantos pillos colonialistas se adjudicaron falsos títulos de propiedad sobre las tierras públicas; aludieron derechos de conquistas y hasta divinos. La iglesia participó en estas tropelías. Miles y miles de toneladas de oro y plata, amén de perlas preciosas nos fueron robadas. La apropiación de ejidos, ocupó también el interés de militares participes en nuestra guerra de independencia, que hicieron de la guerra su derecho de pernada y más tarde con la República, hubo la complicidad y el provecho de lideres y partidos políticos. ESTO ULTIMO SIGUE OCURRIENDO. Fue la causa sustancial de setenta años de guerra civil: 1830-1900. El grito de Zamora: “TIERRAS Y HOMBRES LIBRES” grafica el centro del conflicto social de entonces. La infinidad de ranchos alrededor de nuestras ciudades y en los campos, son gritos de protesta de los pobres; contradicciones de injusticia que el capitalismo no puede resolver, pero es su hacedor. Solo una profunda revolución social erradica este y otros problemas fundamentales para la justicia, la libertad y la existencia humana en colectivos.
La colonia forjó la pobrecia y la República vino a legitimarla. Del paso de la colonia a la república no hubo verdadera y profunda ruptura económica, política y social, hubo continuidad del poder; el mantuanaje devino en oligarquías y más tarde en burguesía, pronto se apropiaron de la política, eran dueños de todo lo demás. La burguesía desde su origen y hasta hoy, ha sido y lo es, preferentemente importadora. Con menos riesgo y mayor rapidez hacen fortunas, sumadas a las variadas estafas a la hacienda pública y su permanente especulación comercial. Ellos han hecho las leyes y saben imponerlas, hasta hacerlas naturales legitimándolas, que es en verdad el sello de su interese. Eso sí, siempre comprometidos y sumisos al capital foráneo. “Si la culebra es la misma, quien es el mantuano hoy”.
Los bienes territoriales públicos se fueron privatizando. Partidos y políticos rastreros se hicieron cómplices y participes de despojos de ejidos. Las mejores áreas de las ciudades y campos fueron privatizadas y los trabajadores forzados a vivir en zonas de alto riesgo. Es nuestro urbanismo anárquico y de locura, típica muestra de “la cultura del petróleo”. Si en nuestras concentradas ciudades ocurriera un sismo muy fuerte, las consecuencias pueden ser catastróficas, pues se han violentado muchas normas de ingeniera en la construcción, con la complicidad de funcionarios y políticos.
Hoy, ¿qué cantidad de territorio propio le queda a la Nación? Las llamadas zonas marginales son ejidos públicos tomados por los pobres a la fuerza. Nuestras ciudades de mayor tamaño e importancia, están rodeadas de poblamientos con personas apiñados en entornos de serios peligros permanentes. Allí se carece de todo, no se vive, se sobre vive penosamente. La rancherización ha devenido también en un negocio. En estos territorios se producen y seguirán produciendo tragedias como las de Las Tejerías. Los pobres seguirán viviendo en sitios parecidos. Las migraciones humanas internas se vinculan a estas tragedias. “A los pobres les paren sus mujeres y a los ricos sus vacas”. Como la riqueza, la pobreza también se hereda. ¿DE CUÁLES POLITICAS PUBLICAS HABLAMOS? ¿De cuál democracia, de cuál justicia? EN EL MARCO DEL SISTEMA CAPITALISTA NO HAY SOLUCIÓN A ESTOS PROBLEMAS. La respuesta es organización social y política popular. Frente a la institucionalización dominante, “revolución permanente”. Son contradicciones insolubles del capitalismo, que solo una revolución radical puede suprimir.
Las permanentes mutaciones políticas de quienes por un tiempo se presentaron como enemigos del capital, y ahora son sus aliados, complejizan estas calamidades populares; cuando más “barren bajo la alfombra”. Lideres progresistas, reformistas o socialdemócratas, que no solo coquetean con el capital, sino que le piden al pueblo que sigan estos malos ejemplos. El capital tiene defensores en derechas e “izquierdas”. La burocracia del Estado tiene caudales para esto. Es parte de la naturaleza del Estado, de su legitimidad.
Los progresivos y alarmantes problemas generados por la contaminación ambiental, causada por la acción destructiva industrial, amenaza seriamente todas las formas de vida en la tierra. La responsabilidad del capitalismo en estos peligrosos menesteres es clara. El capitalismo es un sistema que todo lo abarca, explota, controla y condiciona en favor de sus intereses. Cuenta con múltiples recursos para el logro de sus objetivos. Las institucionalidades del Estado, son de su apoderamiento. Medios de comunicación por cantidades apabullantes le sirven a su adoctrinamiento. Por su naturaleza destructiva y su ambición desmedida por más riqueza, cuesta ponerle control; no tiene FRENOS DE EMERGENCIA. Como sistema, se mueve al unisonó o en correspondencia con el todo, así, problemas como el de la vivienda está sometido a los intereses del sistema. En términos simbólicos, reales y cuantificables, las riquezas del planeta son propiedad de un puñado de multimillonarios que deciden la suerte de toda la población y hasta de todas las especies.
Progresistas, reformistas y socialdemócratas, que aducen la supuesta existencia de un lado humanizable del capital, terminaran fagocitados por él. Desde la política, instan a la población a seguir este peligroso y equivocado camino de alianzas con el capital. Los resultados son peores, pues la derrota de la esperanza se colectiviza. HASTA EL PROXIMO VIERNES.