Hay que cambiar con urgencia el modelo de desarrollo capitalista, pero para eso hay que modificar al mismo tiempo los hábitos de consumo, reeducar a la sociedad, cambiar los valores que fundamentan a la sociedad de consumo y producción capitalista, demoler la lógica del capital.
El consumismo es una distorsión de los hábitos de consumo, del consumo necesario se pasa a una conducta artificial de querer tener todo lo que el capitalismo vende como necesario, desde éxito hasta curas para enfermedades inexistentes. El consumismo es una fuerza de presión que estimula la máquina del capitalismo, que a la vez consume recursos naturales, lo cual es el punto de partida en la cadena de incidentes que ocasionan daños climáticos y ecológicos planetarios. Habría que orientar estos hábitos de consumo hacia verdaderas necesidades, básicas, materiales y espirituales, frente a falsas necesidades o necesidades superfluas.
Para eso hay que cambiar el consumo cultural. La cultura del derroche se impone a través de un modelo de vida banal uniformado en casi todo el planeta, donde todo lo que puede ser comprado con dinero es lo que vale la pena, todo es mercancía inclusive la misma persona, y en el torbellino del "vende y compra" del capitalismo se arrasa con el planeta y perece la parte más humana de la obra humana: el humanismo. La obra cultural y artística, vistas como mercancías, distorsiona la conciencia social, el trabajo artístico concebido como industria capitalista, o como "emprendimientos mercantiles" matan el conocimiento y la creación.
Si no se hace una verdadera revolución espiritual no hay una revolución económica. Sin un cambio cultural profundo no hay declaraciones y compromisos que valgan. No es posible que haya presidentes capaces de mentir impúdicamente condenando el capitalismo siendo ellos mismos promotores del capitalismo, eso es lo que hace hoy Maduro en su discurso de la 27° Conferencia sobre el Cambio Climático, miente como cualquier otra pícaro capitalista, para disimular la trampa, como cualquier vendedor de detergente.
La verdadera urgencia que debemos atender es moral, es espiritual, que también toca la educación y el problema del conocimiento. No se puede vencer al capitalismo si antes no vencemos el cinismo, no desenmascaramos el show que montan estos supuestos líderes del mundo cada año para mentir sobre el tema del clima y la conservación. Por una lado se dan golpes de pecho y por el otro promueven el derroche, el consumismo, el "crecimiento económico", la competencia; devastan selvas, contaminan ríos, colonizan islas prístinas con ambiciosos desarrollos hoteleros, promueven descaradamente un capitalismo sin control y sin restricciones en Zona Especiales,… pero tienen el descaro de denunciar al capitalismo, como el ladrón que se hace la víctima.
No se puede permitir que alguien denuncie el capitalismo en nombre del capitalismo porque estaríamos haciendo moral lo inmoral, porque se impone la amoralidad como norma, dándole cabida al disparate como el modelo a seguir. Cuando un líder no puede hacer distinciones entre lo malo y lo bueno en su propia conducta pervierte a su pueblo, a su juventud, a sus seguidores, resulta más nocivo que cualquier calentamiento global, porque antes de que llegue a desaparecer la vida en el planeta ya habrá desaparecido la humanidad degrada a bestia, a un mundo donde nos comeremos unos a otros..
Antes de direccionar los currículos académicos hacia objetivos humanistas, incluyendo los de carreras científicas y técnicas, antes de fomentar la armonía con el ambiente y la conservación de la vida, la igualdad, el derecho que tiene todo ser humano a una educación gratuita y de calidad, humanista y científico humanista, hay que salir de Maduro y de todos aquellos capaces de mentir con tanto descaro y sangre fría (incluyendo oportunistas como Nicmer Evans, que ahora defiende al capitalismo de Maduro). Primero debemos delimitar bien los campos políticos en pugna, definir esta confusión de valores, las ambigüedades, no dejarnos confundir con palabras, ver hacia los hechos.
Educación humanista, educar para la conservación de nuestra especie y de la vida, educación científica para mejorar la vida social y no para el lucro y el poder personal, o para la destrucción. Educar para el trabajo creador y fomentarlo, frente al trabajo alienado y alienante de la producción capitalista, educar para decir la verdad y vivir cerca de ella: sin condiciones como estas el mundo no cambia.
Las redes sociales nos muestran estas mismas contradicciones, muestran un síntoma de decadencia social y humana, donde nada vale si no tiene like o si no muestra opulencia, dinero o belleza. Lo terrible es que estamos normalizando los niveles más bajos de conocimiento y de espíritu humanista; entendiendo y sintiendo como algo natural la pobreza intelectual y de conocimiento, en nuestros jóvenes; una juventud, que a la vez que divulga la ignorancia es expuesta sin piedad a ella.
La obra humana está vaciada de verdad, de memoria, de universalidad, de conocimiento, de sabiduría. En las llamadas artes visuales, el arte se resume a formas hueras, "bonitas" para ser vendidas en un mercado de pulgas o en el gran mercado del lujo. Criaderos de chiripas que no muestran o que obvian el trabajo artístico, el conocimiento artístico acumulado, la memoria, la tradición.
En la música, así como el "virtuosismo" ha sustituido la interpretación, el mercado ha sustituido al arte en casi todos los géneros. Los géneros musicales emergentes que más se venden son deplorables, y casi todos se inclinan hacia el ritual de la violencia y el sexo reprimido, el cual se manifiesta sólo cuando se lo conjura en una champeta.
La historia ha quedado bajo el control de la manipulación mediática y de las redes sociales, es decir, del poder del mercado y del capitalismo. History Channel ha hecho de la historia la historia oficial del mundo, atentando en contra del conocimiento y de la lectura inteligente. Así mismo la industria del cine y la televisión.
El cine y la Televisión se simplifican, cada día que pasa, en Netflix, y sus similares, que es como un agujero negro que además de producir mucho dinero tuerce la conciencia colectiva, criando bobos y sembrando odios raciales, clasismo, violencia, fatalismo y miedo; es una industria del terror, que se despacha y se da los vueltos, que lo crea y luego lo denuncia.
Si no frenamos ¡ya! la emisión de CO2 el deterioro de la naturaleza a través del calentamiento acelerado del planeta será irreversible. Sin embargo, si no frenamos el crecimiento exponencial del cinismo, el caradurismo de estos líderes de pacotilla y la caída de la calidad humana de nuestra especie, el fin de ella será inminente, y se dará primero que el fin del planeta a causa del calentamiento global.
El desastre cultural, la decadencia espiritual del ser humano del milenio, es el caldo de cultivo de las guerras intercapitalistas y del fascismo. Son bobos los que alimentan los ejércitos nacionales cargados de odio; mentes débiles. Son bobos dóciles y violentos los que aúpan las guerras, no seres libres y fuertes, hombres y mujeres "empoderados" de sí mismos.
Todavía es evitable la destrucción de nuestra civilización si corregimos desde ahora la tendencia disolvente del capitalismo.
Por eso es URGENTE que comencemos a restaurar la voluntad de estar cerca de la verdad, el espíritu humanista, el equilibrio humano y de la vida, racionalizar y planificar la economía y la explotación de recursos y educar para la vida y no para competencia, la violencia y la muerte. Eso solo es posible en socialismo, ¡imposible en el capitalismo! .
¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!, ¡VOLVAMOS A CHÁVEZ!