Los seres humanos son algo acomodaticios, inventan vocablos o palabras para justificar ciertos comportamientos y sobre esto crear toda una o varias teorías para explicar aquellas conductas, uno de etas expresiones es “evolución”. Esta significa la serie de transformaciones continuas que experimenta la naturaleza y los seres vivos que la componen. Tales modificaciones no implican que estas sean buenas o malas, es decir, se evoluciona no específicamente para ser mejor, tal como lo conciben los animales que caminan erguidos sobre dos piernas. Biológicamente, podría decirse que la evolución es la transformación continua de la especie a través de cambios que se heredan de una generación a otra. Del mismo modo se define transformación como la acción de cambiar de forma a algo o a alguien, es decir, transmutar algo en otra cosa. En términos biológicos se considera como el fenómeno por el que ciertas células adquieren material genético de otras. De acuerdo con lo expresado, evolución y transformación son sinónimos, sin embargo, los “seres superiores” utilizan por general el término evolución como la transformación para la formación de un animal superior, por encima de todas las especies que reptan, caminan, nadan y vuelan. Así mismo conciben la evolución como los cambios hacia el progreso social, económico y científico.
Ciertamente, el hombre es producto una transformación, del trabajo que hace la naturaleza, mediante procesos muy complejos, sin embargo, nadie puede explicar el por qué sucede tales cambios. Algunos expertos afirmarán que tales transformaciones ocurrieron, durante millones de años, para permitir a las especies adaptarse a las grandes mutaciones que experimentó la naturaleza desde el Precámbrico, hasta el Cenozoico, pasando por el Paleozoico y el Mesozoico, hasta llegar al Antropoceno, la era cuando la humanidad está generando alteraciones en el clima y en la biodiversidad. En otras palabras, el ser humano, no solo llegó a convertirse en un bípedo erecto, que habla y piensa para adaptarse a la naturaleza, sino también, para cambiarla y destruirla.
Los humanos, crearon o adecuaron ciertos vocablos para justificar su conducta e instituyeron la evolución como la mutación que generó la especie capaz de adaptarse a los cambios ambientales y destruir el habitad que lo rodea, tal teoría los convirtió en “animales superiores”. Estos seres fueron y son los capaces de cometer las peores atrocidades que se ha conocido a través de toda la historia de la humanidad registrada en los libros de textos y en obras especializadas. Lamentablemente, hay otras crueldades que no están narradas consecuencia de que en aquellas épocas no se había inventado la escritura.
Es notorio como en las selvas y ciertas reservas forestales, en las pocas que quedan, los animales conviven hasta pacen en los mismos prados, además, abrevan en las mismas lagunas y ríos. Contrariamente, los humanos no conciben tales comportamientos y peor aún, no permiten compartir con otros humanos lo que la naturaleza entregó de manera gratuita. Los animales superiores solo lo autorizan si le saca algún provecho económico, es decir, si obtiene algún dinero para que otros accedan a sus heredades, es decir, para que otros humanos se beneficien del agua y del pasto que la naturaleza entrega sin costo alguno.
Los humanos poseen características muy especiales que los hacen diferentes a las otras especies. Inventa palabras como dios, religión, patria, democracia, civilización, progreso, derechos humanos, libertad, constitución, entre otras, simplemente para matar y destruir en nombre de dichos vocablos. Para imponer o defender esto inventaron otra expresión, la maldita “guerra”. Una justificación para unos pueblos se adecue por la fuerza y la violencia a los requerimientos de los más poderosos. La historia registró, en un principio, millones de muertos en nombre dios y la religión, pasado los siglos otros millones de víctimas aparecerán tendidos en los campos de batallas y en las ciudades en nombre de la patria, de la libertad, de la civilización y de otras monsergas que solo han servido para la destrucción de los humanos entre sí y la acumulación de riquezas de otros.
Los humanos inventan leyes para castiga a los criminales, pero glorifica a unos soldados que van a diversos pueblos a asesinar a otros de su misma especie. A manera de ejemplo, el gobierno de EEUU condenó a prisión y le retiró el título de campeón mundial al boxeador Cassius Clay o Muhammad Ali por negarse ir a la guerra de Vietnam a matar a un semejante que no le había hecho nada, sin embargo, premió con condecoraciones a los soldados que asesinaron a otros como ellos, quienes también fueron a la guerra obligados. Los gobiernos laurean a las huestes asesinas que van a otros pueblos a matar a sus semejantes, construyen cementerios para conmemorar el horror del crimen, inauguran monumentos recordar hechos históricos lamentables, reciben a los soldados muertos que fueron a asesinar a sus semejantes con la lúgubre majestuosidad de un catafalco cubierto con la bandera nacional y los entierran bajo los acordes del himno nacional.
Los seres humanos, en su “evolución”, son los únicos animales de la naturaleza capaces de matar a mansalva a millones de seres humanos y destruir civilizaciones completas, así lo hicieron los españoles, los portugueses y los ingleses en su interés de apropiarse de los recursos naturales de América. Así lo hicieron los belgas cuando acabaron con más de diez millones de habitantes de la zona del Congo Belga, hoy, República Democrática del Congo, esto mismo lo hicieron los franceses en Argel y en otros pueblos de África. En esto del exterminio de humanos no se quedaron atrás los alemanes ni tampoco los italianos, lo cual se evidenció durante la repartición de África por parte de los europeos. La historia revela los abanderados de la aniquilación de los seres humanos con relación a la eliminación de civilizaciones enteras. Estos fueron los ingleses, responsables de la muerte de más de diez millones de habitantes de la India, así mismo, acabaron con la mayoría de los nativos de Australia y de otras islas del pacífico. Hoy por hoy existen guerras para la aniquilación de naciones enteras como es el caso de los gobiernos de Israel que intentan acabar con el pueblo palestino y lo sauditas que masacran miles de infantes y jóvenes yemenitas. La estadística revela que fueron millones de humanos asesinados y pueblos completos destruidos en nombre de dios, la religión, la civilización, el progreso y la democracia. Los humanos de las grandes corporaciones comerciales se las ingenian inventando excusas para llevar a varios países a la guerra. Actualmente observamos pasmosos como EEUU y la UE declararon una guerra contra Rusia con la excusa de una invasión que nunca se produjo, contra Ucrania, simplemente fue un invento similar a como se hizo contra Irak, Libia y Afganistán. El humano es el único que hace la guerra para alcanzar la paz que nunca consigue.
El humano en su proceso evolutivo es el único que ha esclavizado a otros de su especie, no solo se trata de blancos que esclavizaron los pobladores de África sacados de su tierra a la fuerza, se trata de una práctica habitual y milenaria derivada de las miles de guerras de la antigüedad. Los triunfadores de la conflagración se adjudicarán el derecho de sojuzgar a los vencidos, tantos a hombres como a las mujeres y a los niños. Los romanos, los árabes, los macedonios, los celtas, los godos, los visigodos y la mayoría de los reinos de Europa que, cuando ganaban una guerra esclavizaban a los vencidos, hasta con el derecho de la violación de sus mujeres. Práctica esta que repitieron los japoneses contra los chinos y los coreanos a principios del siglo XX. De esto surgió el racismo, no solo de los blancos contra los negros, también de los negros contra los blancos, de igual modo, el racismo de blancos contra blancos y de los negros contra negros, en el afán de los “evolucionados” de inventar razas supriores destinados por la providencia divina a dominar a otros.
El humano evolucionado es el único animal de la especie que asesina a mansalva sin rubor alguno. Ejemplos hay muchos como es el caso de batalla de Verdún, Francia (1916, Primera Guerra Mundial), una ofensiva entre franceses y alemanas que duró más de diez meses donde murieron más de 700.000 mil soldados. El premio a la gesta de estos asesinos, tildados de héroes quienes fueron a matarse unos entre otros, fue el Osario de Douaumont (zona roja de Verdún), un monumento en memoria de los combatientes, yo diría pendejos, fallecidos durante “la madre de todas las batallas”.
Los humanos todavía le rinden culto a los muertos, similar a las antiguas civilizaciones, es por eso que construyen la Tumba al Soldado Desconocido un monumento que erigen las naciones para honrar a los soldados que mueren en tiempo de guerra. Quizás estos fueron los combatientes despachados hacia otros pueblos para conquistarlos y destruirlos. Este es el premio a tal barbarie que los gobiernos entregan a sus parientes, un lugar conde ir a llorar a su ser querido quien nunca regresó de la guerra a su hogar. No podría ser de otra forma, porque son los humanos los únicos que tienen escuelas, los cuarteles, para que los jóvenes aprendan a matar a sus semejantes, para que se trasladen de su pueblo natal para conquistar a otro en nombre de dios, la liberad, la democracia o la civilización. Siempre el humano inventará una frase para justiciar una masacre. El humano es el único de la especie que sanciona a un asesinato con otro crimen, es el caso de la condena de muerte, práctica que todavía utiliza algunos gobiernos para ajusticiar a ciertos reos. El culto a la muerte de los humanos no debe sorprender, en la actualidad el comercio utiliza los llamados juegos de guerra donde el niño o el adolescente aprende a matar como una diversión infantil, una manera de acostumbrar al menor a este sombrío entretenimiento.
No creo que el humano haya evolucionado para ser un mejor animal, está más que demostrado que un sujeto nocivo no puede ser un animal superior. El tigre, el león, la pantera, entre otros carnívoros no son los depredadores, estos matan para comer, el verdadero y único depredador es el humano, un ser que evolucionó para destruirse entre si y destruir el medio ambiente que lo acoge. Este adquirió durante el proceso evolutivo la razón y la inteligencia para acabar con sus congéneres y con el planeta. Quizás por esto Tomás Alba Edison expresó: “La no violencia lleva hacia la más alta ética, lo cual es la meta de la evolución. Hasta que no dejemos de dañar a otros seres vivos, somos aún salvajes”. Lee que algo queda.