Mi compañero de clase es fascista

En los tiempos que corren, la palabra "fascista" se ha convertido en un término utilizado con ligereza y, a menudo, sin un entendimiento claro de su verdadero significado. En Venezuela, esta palabra se arroja en debates y discusiones como una piedra destinada a herir, a descalificar a cualquier adversario político. Pero, ¿qué es realmente el fascismo y cómo se aplica este término en nuestra realidad cotidiana?

El fascismo, como ideología política, surge en la Italia de Benito Mussolini en los años 20 del siglo pasado. Es un sistema autoritario que exalta la nación, la raza y la lealtad al líder supremo, promoviendo la militarización y la represión de cualquier forma de oposición. Se caracteriza por el control total del Estado sobre la sociedad, la economía, y la vida pública, eliminando las libertades individuales y los derechos democráticos. Sí, ya sé que lo notaste. Sigue leyendo.

En el contexto venezolano, la etiqueta de "fascista" se ha utilizado de manera indiscriminada para describir a cualquiera que se oponga al gobierno. Estudiantes, activistas, periodistas y políticos han sido calificados de fascistas simplemente por criticar las políticas del régimen. Este uso erróneo y manipulador del término desvirtúa su verdadero significado y banaliza los horrores históricos asociados con el fascismo.

Imaginemos una escena común en una universidad venezolana. Un grupo de estudiantes debate sobre la crisis política y económica del país. Uno de ellos, llamémosle Jorge, critica abiertamente al gobierno de Nicolás Maduro, hablando sobre la corrupción, la falta de libertades y la represión. Otro estudiante, ferviente defensor del gobierno, le responde: "¡Eres un fascista!".

La situación se vuelve aún más absurda cuando el propio Nicolás Maduro, en un discurso transmitido por televisión, llama fascista a Jorge por poner en su estado de WhatsApp una foto de la bandera venezolana. Esta acusación no solo es infundada, sino que muestra un intento deliberado de estigmatizar y silenciar cualquier forma de disidencia.

Es irónico que un gobierno que ejerce un control casi total sobre el país, que ha sido señalado por organismos internacionales por violaciones a los derechos humanos, y que ha reprimido brutalmente a sus opositores, utilice la palabra "fascista" para describir a ciudadanos comunes y corrientes. En un sistema donde el poder se concentra en manos de unos pocos, la verdadera amenaza no proviene de un estudiante que alza su voz, sino del aparato estatal que busca callarlo.

Es crucial que entendamos y usemos correctamente los términos políticos. Un adversario político no es automáticamente un fascista. La crítica y el debate son esenciales en cualquier democracia, y etiquetar indiscriminadamente a quienes disienten como fascistas solo sirve para polarizar más nuestra sociedad y desviar la atención de los verdaderos problemas. Mi compañero de clase no es fascista por querer un país mejor; fascista es quien quiere imponer un pensamiento único y reprimir cualquier forma de oposición.

El Madurismo, en su intento de perpetuarse en el poder, ha demostrado carecer de una teoría política sólida, de una ideología coherente y de bases firmes. En lugar de construir un proyecto de nación, se ha centrado en la consolidación del poder a través de la represión y la desinformación, etiquetando a sus opositores de manera injusta y desproporcionada.



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Víctor Caballero

Politólogo colombo-venezolano

 victorcaballerobaez@gmail.com

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