Camaradas: ¡ha resucitado León Trotsky!

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Si, para muchos, Jesús resucitó para viajar a los pocos días al Cielo y estar siempre al lado del Ser Supremo, es justo también pensar que existen pocos seres humanos privilegiados para resucitar y volver a la Tierra a continuar completando o perfeccionando la obra por la cual vivieron, pensaron, lucharon y murieron en ésta. Neruda dijo que Bolívar despierta cada cien años y miles de hombres y mujeres lo creen así, lo cual le otorga cierta dosis de verdad concreta mientras haya necesidad de integración de los pueblos y de ejercitar el internacionalismo de los mismos en sus luchas contra los emporios que siguen colonizando el mundo.

 Igualmente podríamos decir que miles de miles de hombres y mujeres en el mundo creen que Marx, Engels y Lenin han resucitado en cada conciencia que hace del socialismo el sueño de sus ideas y sentimientos como la única alternativa de salvar este mundo de tantas atrocidades que acomete la poca gente mala que lo gobierna contra la mucha gente buena que es gobernada. Sin embargo, si algún líder revolucionario en el mundo ha sido víctima de las peores deformaciones, desprestigios, persecuciones y acosos que se le ocurran a la mente humana perversa para aniquilarlo, no es otro que el camarada León Trotsky. Textos de historia o sociología, biografías o autobiografías, ensayos políticos o crónicas de la guerra, artículos de opinión o conferencias de hechos históricos, durante décadas, han sido mezquinos y mentirosos negando la grandeza y el papel protagónico del camarada León Trotsky en extraordinarios acontecimientos de la historia y en relevantes aportes en variados aspectos del pensamiento social.

 León Trotsky: ¡ha resucitado! para bien de la humanidad. Coulondre, un exembajador de Francia en Alemania, más o menos lo había profetizado frente a Hitler antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. Si bien Trotsky no fue el vencedor, como lo creían Coulondre y Hitler una vez vencida Alemania en la guerra por haber sido asesinado el 20 de agosto de 1940, ningún analista político serio en la actualidad sería capaz de negar que la teoría de la Revolución Permanente y la necesidad de establecer la ley del desarrollo combinado son dos elementos imprescindibles de poner en el primer plano del escenario de la lucha de clases en el mundo, si a éste se pretende salvar de las tropelías del capitalismo salvaje para que la humanidad conquiste sus más preciados sueños de justicia, libertad, igualdad y solidaridad.

 Trotsky, a los 26 años de edad, había sorprendido a lo mejor de la intelectualidad política y a los más excelsos del marxismo de Europa con sus ideas expuestas en “Balances y perspectivas” y con su protagonismo como Presidente del Soviet de Petrogrado durante la Revolución de 1905 en Rusia. Así lo dicen los hechos y así lo reconocieron, entre otros, nada más y nada menos que el gran teórico y conductor de pueblos, Vladimir Lenin. Si alguien dijera que todo lo que escribió y habló Lenin de Trotsky, especialmente a partir de los primeros meses de 1917, es producto de un lapsus cálami o lapsus línguae, sería no sólo una grosera falta de respeto al más grande sabio marxista del siglo XX, sino también una bofetada a los hechos verdaderos de la historia. Todos los libros de historia, biografía, ensayo, crónica y artículo que fueron publicados en vida de Lenin y que tienen relación con la Revolución Rusa, bien la de 1905 o la de Octubre de 1917, reconocen el papel de protagonismo del camarada Trotsky en la justa dimensión de participación, incluso por aquellos que inmediatamente una vez muerto y embalsamado el padre de la Revolución –Lenin- comenzaron a escribir y hablar negando todo lo que anteriormente habían escrito o hablado sobre Trotsky. Y un poco más allá: se dictó la orden de obligatorio cumplimiento de hacer desaparecer todo lo que el gran maestro del proletariado mundial había hablado o escrito de su mejor alumno. Igualmente se ordenó hacer desaparecer todo escrito que antes hubiese sido dedicado a reconocer el pensamiento y la acción de Trotsky en la Revolución, tal como aconteció con el libro “Siluetas” de Anatole Lunacharsky, el cual trataba de los protagonistas de la Revolución y donde no aparece el nombre de Stalin. Y conste que Sujanov, menchevique, escribió una “Historia de la Revolución Rusa”, donde destaca a Trotsky como el protagonista individual fundamental de la Revolución Rusa. Y si algo curioso no sólo demuestra la grandeza del camarada Trotsky y el más vulgar irrespeto a la memoria de Lenin, es que éste haciéndole el prólogo al libro “Los diez días que estremecieron el mundo” de Reed –donde por cierto parece el nombre de Stalin una sola vez-, recomendándolo que fuera publicado por millones de ejemplares para que los obreros del mundo se enteraran de cómo se hizo la Revolución de Octubre, luego de muerto el prologuista, la burocracia que se apoderó de todos los poderes de la Revolución decidió hacerle un epílogo señalando que Reed se había equivocado en varias partes de sus narraciones, especialmente donde reconocía el protagonismo indiscutible de Trotsky en la misma.

 El diagnóstico de Lenin de que no había mejor bolchevique que Trotsky, había despertado demasiado celo y demasiado egoísmo en aquellos que se creyeron con el derecho eterno de sentirse los voceros o representantes originales del bolchevismo por el viejo por haber sido de sus primeros militantes y, por consiguiente, de la Revolución. Trotsky había llegado al maestro a través de muchos debates, polémicas, discusiones y reflexiones, que no eran de principios sino de desacuerdos sobre el carácter de la organización política y que fueron superados para siempre por el alumno, mientras que muchos otros lo único que habían hecho era ser militante y guardar silencio ante todo lo que dijera el gran maestro, aunque en la práctica hicieran lo contrario a lo enseñado por el más grande genio de la política del siglo XX.

 Pocas cosas de señalar son suficientes para creer, sin duda y sin equivocación, en la resurrección de Trotsky sin que se encuentre ningún vestigio de religión en la opinión que así lo reconozca. Además de haber sido el Presidente del Soviet de Petrogrado en 1905, lo fue también en 1917, y ese Soviet y no el partido fue quien dirigió la insurrección de octubre que llevó a los bolcheviques al poder. Cuando Lenin llegó al Smolny, ya el Soviet había tomado el poder, lo cual le causó una admiración aun mucho mayor por el mejor de todos los bolcheviques. Además fue Trotsky (lo dijo Lenin a Gorki y lo supieron los bolcheviques, los amigos y hasta los enemigos internos y externos de la Revolución), el gran organizador del Ejército Rojo, siendo éste el principal baluarte para ganarle la guerra a los imperialismos externos unidos y a los ejércitos internos que se propusieron la derrota de la Revolución. Sépase también que al único ser en su vida que Lenin ofreció firmarle hojas en blanco para que allí escribiera lo que se creyera conveniente, fue a Trotsky. Eso indica que tiene que haber una confianza ilimitada para poder tomarse una determinación de esa naturaleza que no tiene otro ejemplo en la historia. Que se sepa, si hablamos de religión, Jesucristo con ninguno de sus apóstoles hizo eso y tampoco se conoce que algún Papa lo haya hecho con un obispo. Pienso que ningún Presidente de Estados Unidos o de cualquier otro país lo haría con su Secretario o Secretaria de Estado o con su Primer Ministro, ni que sea su hermano morocho.

 La realidad del mundo actual, mucho más que la de ayer, confirma que sin producirse el carácter de la Revolución Permanente y sin aplicar la ley del desarrollo combinado, no es posible construir el socialismo en ninguna nación o región del planeta aisladamente. Por lo cual eso es lo que actualmente cobra una vigencia, como condición sine quo non, para todos los proletarios y todos los pueblos del mundo, que sólo así pueden lograr la emancipación del mismo contra los estragos que está causando la globalización capitalista salvaje. Eso significa que la lucha es por hacer la revolución –toma del poder político- en todos los países y esencialmente en los de capitalismo más altamente desarrollado, para que éstos pongan su alta tecnología o técnica al servicio de todos los pueblos para poder construir el mundo nuevo posible. Y esos aportes a la doctrina marxista, queramos o no reconocerlos, se deben a Trotsky y no a ningún otro u otra.

 De la misma manera los aportes de Trotsky en el campo de la ciencia social son invalorables y de carácter irrefutable. Así tenemos que su obra “La historia de la revolución rusa” y las de Marx “La lucha de clases en Francia” y “El dieciocho Brumario”, son lo mejor del legado de la ciencia Historia; “Los crímenes de Stalin” es una obra monumental del derecho; “Mi vida” es lo mejor que se haya escrito en el género de la autobiografía; “Literatura y revolución” es la obra más insigne que conozca la especie humana en el escenario de las artes; “Comunismo y terrorismo”, es el texto más ilustrativo que existe sobre ese medio de violencia que no ha conducido a ningún pueblo hacer realidad su sueño de emancipación social, pero el cual es aplicado con impunidad por los estados capitalistas contra sus adversarios; “En defensa del marxismo”, es el texto más sencillo y más científico de defensa de la doctrina del proletariado ante los revisionistas y negadores de la dialéctica marxista; así como “El capital” de Marx es la obra fundamental de la economía política científica, “La revolución traicionada”, es la mejor obra escrita y científica que se conozca de la economía política de la transición entre el capitalismo y el socialismo y de cómo fracasa una revolución socialista; “La revolución desfigurada”, es el texto más ilustrativo de la contradicción entre la verdad que se dice antes y la mentira que la niega después. En fin, Trotsky fue y sigue siendo un sabio que tenía que resucitar aun cuando el hombre nada hiciera para lograrlo o para evitarlo. La historia habla y escribe por el mundo.

 



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Freddy Yépez


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