Un estallido social imprevisto e insólito estalla a finales de Febrero y principios de Marzo del 89, siglo pasado, su génesis sin duda radica en los factores sociopolíticos y económicos estructurales. 25 días después de tomar el poder, por segunda vez, el califa, Carlos Andrés Pérez, un decreto sobre aumento de pasajes hace que el pueblo se haga sentir. Un millar de trabajadores que venían de Guarenas para Caracas, se encontraron con tal implementación, esta que erosionaba su bolsillo en más de un 30%, hace que se desaten sus acciones y con encono, los venezolanos, que hemos venido soportando con estoicismo los abusos a que hemos sido sometidos por 10 años, se lanzó desesperado al saqueo, al pillaje y a una barbarie que dejó sin aliento a un gobierno sordo ciego y mudo.
Esta acción fue considerada por diferentes analistas y politólogos
como un fenómeno no político, por su espontaneidad y la falta de
referencia a objetivos expresamente políticos. Pero el análisis profundo a esta situación nos enseñó todo lo contrario, y fue necesario dar
una lectura política a estos sucesos de violencia. Lo que sí ocurrió es que no
hubo una orientación partidista, doctrinaria, y eso fue normal, el país y los hombres del
pueblo no contaban con líderes políticos, tenía sátrapas, tiranos, ladrones
y explotadores, pero el acto insurrecto del pueblo, si fue una acción sociopolítica,
fue la respuesta a la suspensión de los procedimientos normales de tramitación
de las demandas sociales.
La de no tener la población
conocimiento de valores básicos, ni menos información del funcionamiento político-económico
que llevaba el Estado, fue el enfrentamiento real de la necesidad humana,
ante la demagogia de un líder y un Estado que lograba el poder engañando
las necesidades del hombre. Fue la respuesta de juicio y valor de la masa urbana a ese nuevo modelo económico que hoy se llama: Neoliberalismo
y que no es otra cosa que el desarrollo de los oligopolios. Fue la necesidad,
el hambre, la miseria y la explotación enfrentada a un estado que putrificado no tenía soluciones y que como respuesta a esta crisis, creada por
él, la centró en el uso de la fuerza reaccionaria, utilizando los cuerpos
más represivos y a los mandos militares más asesinos de todos los tiempos.
Fue una masacre política amparada y llevada bajo el estigma institucional.
Tampoco el pueblo se resignó
más a permanecer indiferente ante el uso ideológico e interesado de
esa dictadura bipartidista adecopeyana, con la palabra democracia,
la cual la designaban para crear su sistema de dominación, pues progresivamente
el gobierno de turno en Venezuela, se hacia cada día menos democrático
y menos justo con el pueblo.
¿Fue un motín
por el pan?
El tiempo histórico es dimensional
y el hombre lo hace con sus actos y sus decisiones, pero ocurre que
los hechos muchas veces se desarrollan independientemente de su voluntad
y también que al escribirla la adapta a una visión sin objetivos colectivos,
deformándola de tal manera que los hechos históricos narran diferencias
de los verdaderos hechos que ocasionaron las acciones, tal y como quisieron
hacerlo con estos sucesos algunos políticos e historiadores.
Llegamos a los 19 años de
ese imprevisto e insólito suceso que despertó al pueblo en aquel
27 de Febrero de 1989 y todavía nos consigue en una lucha abierta contra
ese terrible mal heredado, aquello fue sin duda el resultado del descontento
de los sectores menos favorecidos y que sin duda alguna podemos
asegurar que fue un motín por el pan de cada día, suceso que
calibró un nuevo hilo histórico, pues progresivamente vinieron detrás
las explosiones militares del 4 de Febrero, 27 de Noviembre, que claramente
dejan ver a civiles y militares unidos negándose a continuar el camino
de la deshumanización.
Aunque en el archivo de la
historia, estos sucesos quedaron como hechos dramáticos, con valores
trágicos y sepultados, la verdad es que ellos jalonaron el hito histórico
en las luchas cívicas-militares, para el total rescate democrático
popular y llevando como pabellón ideológico el ideal de nuestro Libertador
Simón Bolívar.
El poder y la violencia de
la injusticia se encontraron como realidades opuestas. La corrupción,
la demagogia, la inseguridad, de ese poder fueron la tarjeta de invitación
para que la violencia y la paciencia de un pueblo sometido estallaran.
Hoy estamos viviendo un momento
en el cual levantamos de nuevo las banderas de esa insurrección, la
generación presente mantiene esas ansias de justicia, libertad, soberanía
y una nueva cultura política, desde el marxista, bolivariano, cristiano
y verdaderos demócratas, todos viven el impacto que nos dejó como
lección aquella historia. Pero ese hoy también nos exige la carga
responsable de levantar un proceso que nos de el pan de cada día. No
hay escapatoria, la suerte está echada y el reto inevitable golpea
con fuerza las verdaderas conciencias revolucionarias. ¡HAGAMOS
EL BOLÍVAR DE PAN PARA NUESTRAS HAMBRES!