La construcción del principal instrumento de la revolución bolivariana socialista, está a punto y seña de cristalizar en un partido de masas, a la vez en el emerger de un partido de cuadros, ambas exigencias deben privar sobre cualquier otra; estas premisas para entender esta explicación y la exigencia multitudinaria en declarar el optimismo y la fe en el devenir próximo en lo táctico y a más largo plazo el cumplimiento de las estrategias que le son propias, se convierten en el deber ser de la organización política y en el desarrollo de la lucha para la consolidación del proceso revolucionario.
No es hora sino de ir adelante, en ese camino debemos concursar todos y apostar en el éxito del ahora y para siempre, las críticas sobre las imperfecciones habidas en el desarrollo de su construcción deben canalizarse constructivamente, construir un partido de la revolución requiere de revolucionarios y es revolucionario quien trabaja de buena fe para que las autoridades del partido tomen el camino correcto, es revolucionario quien con humildad acepta la realidad, porque si esta desdibuja los verdaderos intereses en un hacer de desviación hacia la derecha, está entonces el verdadero revolucionario en la capacidad de que con su acción contribuya a que esa realidad sea la que queremos para bien del proceso.
Si hablamos de una realidad, ella no puede ser otra que el camino socialista bolivariano inspirados por ahora en el único instrumento que se tiene como lo es la Constitución Bolivariana; es la transición actual un momentum para evaluar el verdadero camino a andar en función de profundizar el objetivo ulterior y es el papel del partido como instrumento político quien estelarmente debe orientar ese camino, en las actuales circunstancias no hay tiempo (tiempo físico), para detener a través de la discusión sobre las autoridades electas si estas son o no las mejores, este año de autoridad partidista debemos tomarlo como un termómetro en la praxis de la construcción, que con los retos electorales y políticos que se avecinan demostrarán o no la capacidad y lealtad a los fines que los revolucionarios de verdad queremos establecer, al tiempo hay que darle su tiempo y la revolución venezolana por inédita, por aluvional, por debilidad ideológica, por improvisación si se quiere, necesita su tiempo y madurez.
Creemos firmemente que llegó la hora del temple y el acero, de la hoz y el martillo como símbolos del trabajo, de la constancia, de la confianza en nosotros mismos, de las decisiones afortunadas y sobremanera de la imposición de la mayor de las virtudes, la honradez, pero no la de acallar la voz, por el contrario, la de demostrar con fe y optimismo a través de la militancia en los batallones que estamos firmes y decididos a defender esta vaina de quien pretenda, si es el caso, desviar ese camino que el pueblo venezolano añora y por el cual dará la vida si es necesario, mientras tanto no debe haber incertidumbre, volteemos la página y enrumbemos la nave hacia buen puerto con el comandante al frente.
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