El desarrollar la conciencia revolucionaria es una tarea de todo el caminar, en la vida social y política, de cada hombre y mujer que sienta que está comprometido con la Humanidad y la felicidad de sus congéneres. No se trata de “pura voluntad” que también la tienen los contrarrevolucionarios. No se trata de ponerle “puro corazón” al compromiso sino de transformar ese sentimiento en verdadero compromiso social y socialista, democrático, humanista y espiritual. No se trata de comprometerse 24 horas al día con el prójimo sino de ser ejemplo revolucionario y socialista, en todo el sentido del trabajo, las 24 horas del día. No se trata de practicar el egoísmo que promueve la conciencia capitalista del “yo sí y el otro no” si no de comprender que todo revolucionario está en permanente solidaridad en la consecución de los objetivos sociales que son innatos a toda revolución humanista y socialista. A todo lo anterior, es necesario permearlo con el pensamiento bolivariano, con el ejemplo de los Héroes Patrios, con los sacrificios de los llaneros que, en cabalgadura, confrontaron los climas ajenos a esos “calores” del Apure, del Guárico, de Cojedes, de Portuguesa, de Barinas, de los Llanos colombianos. Es, en última instancia, comprometerse con la Revolución Bolivariana y Socialista.
¿Qué es ser revolucionario? “Alborotador” dice el Diccionario Ideológico de la Lengua Española; mientras que The Concise Oxford Dictionary lo califica como: “Instigator of revolution [revolution: “complete change”]” Es decir, que es un compromiso personal para contribuir con cambios profundos en la estructura del sistema sustentado en una ideología concreta. A título de ejemplo podríamos mencionar como revolucionarios a: Oliver Cromwell; Maximilien Robespierre; Georgi Plejanov; Rosa Luxemburgo; Qiu Qubai; Walter Benjamín. De este lado del Atlántico hay una pléyade de revolucionarios: Simón Bolívar; Antonio José de Sucre; Francisco de Miranda; José de San Martin (vecino en Baker Street, Londres); Bernardo O`Higgins; José Martí; George Washington, entre otros muchos.
El revolucionario se tiene que definir ideológicamente. Para alcanzar ese objetivo tiene que estudiar, analizar, y alcanzar conclusiones que lo lleven a la toma de conciencia y al compromiso con los objetivos políticos, sociales, económicos e ideológicos que considera servirá para mejorar el bienestar de la sociedad donde está radicado como “ser social”. En sus momentos históricos hubo aquellos que consideraron las propuestas del capitalismo como contrarrevolucionarias frente a las realidades de la crisis del feudalismo que se vivían en la vieja Europa. Como debe haber sido, profundamente, traumático los procesos históricos que se vivieron a lo interno de la Iglesia Cristiana en los siglos XI y XII. Hombres como Francisco de Asís quien revolucionó las propias bases del Cristianismo con su propuesta de vida, frente a la praxis doctrinal de la Iglesia, cuando promovió la “pobreza”. Es decir, nos encontramos con revolucionarios en los diferentes tiempos históricos por los que ha transitado la Humanidad.
Generalmente, se ha calificado al revolucionario como un “ser social” que utilizando la “violencia” busca alcanzar sus objetivos políticos. Es verdad que ello ha sucedido y que hay ejemplos en la Historia de la Humanidad. Mencionemos algunos conocidos y extensamente propagados tanto por tirios como por troyanos. La Revolución Francesa con Saint-Simon; Robespierre; Danton; Lafayette; Mirabeau; Desmoulins. La Revolución Inglesa y la denominada Revolución Americana. La Revolución vietnamita y la china. Pero ha habido revolucionarios que, sin utilizar la violencia como medio, han alcanzado los objetivos político-sociales y económicos que se habían propuesto. Uno de estos casos es el de Mahatma Gandhi y su “Resistencia Pasiva”. Es decir, que se puede ser revolucionario sin decidir utilizar la violencia como medio para alcanzar los objetivos políticos, sociales, económicos e ideológicos propuestos. En última instancia, se podría decir que hay dos vías para la revolución: la “justa violencia” y la “pacífica activa”.
Claro estamos en “tiempos históricos”, profundamente, diferentes a los “hechos” acontecidos que hemos señalado más arriba y, al tener que aceptar esa realidad objetiva, la calidad de la “Revolución” es, también, profundamente, diferente en sus medios para lograr alcanzar lo que el diccionario Concise nos señalaba más arriba cuando define el concepto “revolución” como: “cambios profundos”. Hemos llegado a esa “etapa histórica” del desarrollo de la Humanidad, particularmente, en la América al sur del rio Bravo, tras muchas, diríamos, “muchísimas”, experiencias violentas pero, socialmente, necesarias. Podríamos recordar la Revolución Cubana; en Méjico a Maximiliano Zapata y al Movimiento Zapatista; en Nicaragua a Augusto Sandino y al sandinismo; en Colombia a Tiro Fijo, ELN, y otros; en Argentina a los Montoneros; en Chile tanto el proceso pacífico propulsado por Salvador Allende como las acciones militares del MIR; en Uruguay, los Tupamaros; en Ecuador, “Alfaro Vive; en El Salvador el FMLN; en Guatemala, el EGP; en República Dominicana, su valiente ejercito y pueblo; y en Venezuela. (Para mayor información, léase: Alberto Prieto, “Las Guerrillas contemporáneas en América Latina. Ocean Sur, Méjico, 2007, pp. 316).
Las experiencias revolucionarias continentales arriba mencionadas (sin descartar los movimientos sociales en la propia sociedad norteamericana que pareciera están en su resurgir con sus propios objetivos tan particularmente green-go) han dejado una profunda e importante experiencia para los movimientos revolucionarios, políticos y sociales, en este comenzar del siglo XXI. Quizás, nos atreveríamos a proponerles, lectoras y lectores, que la Revolución Bolivariana ha sido el gran catalizador de todas esas experiencias político-sociales. No desearíamos que se suponga como un acto de soberbia ni de pedantería nuestra propuesta sino como una conclusión, como un aporte, que tratamos sea objetivo hacia el desarrollo de la Revolución Continental Americana.
La Revolución Bolivariana es una revolución cívico-militar pacífica. No es “pacífica” en la abstracción alcanzada producto de la praxis socio-económica y política de Mahatma Gandhi. La propuesta de una nueva Constitución, aprobada y promulgada por la Constituyente significó y comunicó las líneas políticas que el Gobierno Bolivariano iba a implementar en el marco de la primera etapa de la Revolución Bolivariana en su praxis democrática, pacífica y participativa. Las contradicciones a lo interno de la Revolución y las acciones políticas de la contrarrevolución, le enseñó a la “Revolución Bolivariana pacífica” que la “praxis revolucionaria pacífica” significaba un mayor sacrifico personal, mayor formación ideológica, mayor solidez en el carácter del revolucionario, una mayor conciencia política revolucionaria, la profundización de las relaciones socio-económicas de la Revolución, mayor comunión con los sectores sociales a los cuales está dirigida la Revolución Bolivariana.
La Revolución Bolivariana es y debe mantenerse como una “revolución pacífica” a pesar de las continuas acciones contrarrevolucionarias que, permanentemente, vienen gestando los “grupos políticos antinacionalistas” como bien lo denunció José Vicente Rangel en su programa dominical: “José Vicente hoy” (07 septiembre, 2008) y, en su página de opinión, en “Ultimas Noticias”, del 08 de septiembre, 2008. En ese marco, es, permanentemente, necesaria la actividad política. Se decía que las “masas aprendían política en las manifestaciones”. Era una actividad que en la praxis lograba que la “masa” tomara conciencia en su proceso revolucionario hacia convertirse en “sujeto”; pero el capitalismo también aprendió de esa realidad temporal incorporando, gracias a las propuestas ideológicas post-Vietnam, transformar los “lemas y símbolos revolucionarios” en objetos de consumo gracias a la mass-media.
En las acciones de “protesta” de la “oposición venezolana” contra cualquier decisión ejecutiva de la Presidencia de la República Bolivariana se incorporan, en sus actos políticos, canciones revolucionarias, lemas revolucionario buscando activar el subconsciente colectivo de la sociedad bolivariana. ¿Cómo debe comportarse el revolucionario bolivariano?
Una de las experiencias personales que más nos han impactado en nuestro quehacer político fue la organización de los cuadros del Partido Comunista Español durante la Dictadura de Francisco Franco tanto dentro de España como en el resto de Europa. Pero mas allá de su organización y disciplina, era su real conocimiento de los sucesos históricos españoles, de las teorías actualizadas vertidas en la revista, el “Viejo Topo”, en los libros publicados por la editorial del “Ruedo Ibérico”, la reuniones en la librería “Rayuela” de Madrid, en el compromiso y la actividad política en las facultades de la Universidad Complutense. Los cuadros del PCE vivían, día a día, la aspiración a cambiar las realidades políticas de la “Dictadura”. Frente a estas acciones revolucionarias, las altas autoridades universitarias franquistas, fascistas y falangistas, permanentemente, buscaban la forma de reprimir, policial y escolarmente, a los activistas políticos.
¿Tendremos un “septiembre-octubre universitario caliente”? Por los discursos y las actuaciones pareciera que las universidades donde las “derechas antinacionalistas” mantienen un control administrativo se busca “movilizar” a ese estudiantado que se mantienen dentro de esquemas ideológicos consumistas. ¿Es inevitable la confrontación ideológica entre los estudiantes revolucionarios bolivarianos y las derechas estudiantiles? ¿Será sobre la base de discusiones en el campo de las ideas? ¿Sobre la propuesta de proyectos políticos en el marco de las elecciones de noviembre? ¿Cómo afectará el proceso electoral norteamericano en la conciencia de las “derechas antinacionalistas”?
Los estudiantes universitarios revolucionarios bolivarianos deberán reorganizarse dejando de lado las objetivas diferencias político-ideológicas que “manejan” los diferentes grupos políticos de izquierda que “hacen vida en las universidades”. Comportarse como “revolucionarios bolivarianos, demócratas, socialista, humanistas y nacionalistas” es, más que una necesidad, la “toma de conciencia” del ser revolucionario.
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