Mi respuesta es no. Lo que sí
puede afirmarse es que podemos
contar con artistas comprometidos
con la construcción del
socialismo. La historia, y la realidad
toda, nos ha enseñado que los artistas
comprometidos que han intentado comprometer
sus productos estéticos, por
decisión o por mandato, siempre han terminado
ofreciendo unos bodrios o unos
panfletos de discursos directos que cada
vez se alejan más de ser obras de arte.
El arte, todo arte, es un producto que
está sujeto a las mismas relaciones por
las que se producen los bienes materiales
en una determinada sociedad. En este
sentido, al igual que es imposible producir
bienes materiales exclusivamente de
uso, en una sociedad en la que se produce
solamente para el intercambio de mercancías,
también es imposible producir
bienes espirituales bajo relaciones de
explotación, que sean sólo para el disfrute.
No hay arte socialista si no hay producción
socialista. Todos los bienes, ya
sean ellos materiales o espirituales, siempre
serán el resultado del modo cómo se
produce en una determinada sociedad.
Bajo el modo capitalista de producir
siempre se generarán objetos que entrarán
en una esfera de circulación para
intercambiarse como mercancías con
otras, entre las que se encuentra el mismo
individuo que las produce y vende su
fuerza de trabajo para ello.
Un determinado artista puede ser
revolucionario, al igual que revolucionario
puede ser un determinado obrero.
Pero ninguno de los dos, en la medida en
que producen bajo relaciones de explotación
capitalista, van a generar productos
revolucionarios. Siempre van a generar,
bajo esas condiciones de alienación, productos
extrañados, ajenos, en los que el
productor no alcanza a reconocerse, sino
como objeto para el intercambio, como
mercancía.
Para que las creadoras y los creadores
produzcan sentido no alienado, no objetivado,
no mercancía, hará falta que hayamos
hecho la revolución. Y la
revolución, aunque pueda soñarse o prefigurarse
en un determinado producto
artístico, no se hace mediante obras de
arte. Es el artista, el creador, quien asume
el compromiso histórico de clase, de contribuir
a hacer la revolución y, en ese sentido,
lo que puede hacer es convertirse en
intelectual orgánico de la clase de los
revolucionarios, del proletariado.
Puede, como intelectual orgánico,
contribuir a librar la batalla por la hegemonía,
pero ello muy a pesar de su arte
que, como producto hecho en el capitalismo
y bajo relaciones de explotación,
no puede romper con las condiciones que
lo atan.
Podemos, entonces, contar con artistas
comprometidos con la revolución y
clasistamente empeñados en contribuir
con la construcción del socialismo, pero
su arte, en el capitalismo, no puede ser
revolucionario, como no lo es tampoco el
lápiz, los zapatos, los vehículos, los
panes, que se producen bajo las mismas
relaciones de explotación aludidas.
En el período revolucionario que se
vive hoy en Venezuela, la producción de
nuestros bienes materiales y espirituales,
se hace en condiciones impuestas por el
capitalismo. Es con ese modo de producción
con el que hace falta romper radicalmente.
Sólo entonces podremos contar
con un arte verdaderamente libre.
siglosocialista@hotmail.com