De opiniones y poder popular

No sé qué tipo de sentimientos provoca en mi revisar la columna de Opinión de APORREA cada vez que en el país sucede algún hecho que amerite reflexión. Es una especie de mezcla entre curiosidad reflexiva o reflexión desde la curiosidad; un tipo de humor bien parecido al que se logra en una mesa de café o frente a unos vasos llenos de algún amarillo burbujeante.

No está mal, pues el diálogo es ingrediente fundamental en el logro de la introyección de constructos, colectivos e incluso personales, que nos permitan atisbar algo de esa estructura misteriosa que subyace cada hecho social, político, científico, etc. Para decirlo de otra forma: nos permite ir armando el cúmulo de “conocimientos” que usamos para explicarnos nuestro papel y posición dentro del entramado cultural que llamamos sociedad.

El asombro maravilloso de sabernos pensando acerca de algo es una sensación de por sí interesante. Lamentablemente no es suficiente. Y menos cuando de la revisión de dichas opiniones se puede caracterizar al colectivo que las genera como espasmódico, como ocupado en los temas cuando ya la historia hizo de las suyas; es decir, pareciera que profetizáramos el pasado.

No es que sea sencillo siempre explicar lo que pasó, pero en todo caso, lo que tratamos de explicar ya ha sucedido.

Esa manía tan nuestra de “profetizar el pasado” no es que sea negativa en si misma, pues constituye una forma de reflexión. Pero como tal explicación debemos tratarla y como tal debemos entenderla y sacar de ella las enseñanzas que sean pero tratando de comprender esa explicación, esa teorización primaria, en su justa dimensión temporal.

He leído, luego del 23N, gran cantidad de trabajos que si hubieran sido divulgados antes de dicha fecha, otro gallo estaría cantando. Un gallo rojo, para ser más pictóricos. Gran cantidad de esos maravillosos artículos de reflexión pudieron haber sido escritos y publicados, sin cambiar nada de lo que dicen, antes del 23N y en tal sentido hubiesen podido ser utilizados para generar la discusión que nunca se generó en el seno del pueblo (como poseedor irrenunciable de la Soberanía) y que conduce a tener que volver a colocarnos a la defensiva ante las embestidas de la canalla fascista.

Es notorio, además, que sea casi un factor común el hecho de sabernos débiles en el aspecto ideológico y prácticamente no habernos abocado a darle solución a esa inmensa debilidad. Disponemos de una mínima estructura –universidades de nuevo cuño como UBV, UNEFA, los consejos comunales entendidos en una dimensión más amplia, etc.-desde la cual ese tipo de creación se pude comenzar (lamento tener que decir comenzar hoy, cuando debió haberse empezado ya hace varios años) a armarnos de las ideas que nos son tan necesarias en estos momentos. No es que no tengamos las ideas, pero tenerlas cada uno, solo, suelto, aislados, no sirve de mucho si se trata es de armar eso que llamamos Socialismo del Siglo XXI. Y como sabemos esas ideas solitarias, aisladas, toman un impulso que nos asombra cuando el colectivo las alimenta, las hace suyas, las revive desde lo múltiple.

Si no nos encontramos con nuestra idiosincrasia más básica, dejando de lado tanta estupidez mediática que moldea nuestros gustos y disgustos; si no nos convencemos de que hay ciertas estructuras que tienen que ser suplantadas por otras armadas desde ideas efectivas, si no somos conscientes de nuestro poder creador como pueblo y de que los logros que hemos tenido dentro de la Revolución Bolivariana son irrenunciables y no tienen que depender de quién sea el “mandante” de turno, habremos arado en una nube, ni siquiera en el mar.

Es hora de tener el valor de cuestionar, incluso, si es necesario, la misma idea de que unas elecciones de alcalde o gobernador son algo de lo cual debe depender nuestra idea de una mejor sociedad, pues en el fondo sigue siendo el “gendarme necesario” que ha de venir a domar al “buen salvaje”, nada más que una metáfora del poder popular que más que participativa y protagónica sigue siendo un atavismo representativo bastante oneroso para nuestra siquis como pueblo.

Está bien, admitamos que es ejercido a través del voto, pero EL PODER RESIDE EN EL PUEBLO.

Hasta la victoria SIEMPRE

VENCIENDO

Y cada vez más


(*)Matemático. Profesor UBV.

cosasdejuancho@gmail.com



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