Manuela la mujer IX

Bolívar regresa a Quito por espacio de ocho días, es un tiempo breve, pero lo aprovecha al máximo, no lo va a olvidar porque su vida va a arder en sus venas, allí se amarran esos dos seres en una fiesta de amor, en una promesa que quiere liberarse para convertirse en un sentimiento eterno, juntos se van por la ruta dejando un viaje que nunca acabara, porque no tendrá final, puesto que de esa pasión aun están las cenizas ardiendo en las paredes de la historia y son como una canción que no precisa fin.

Amor y causa se unen en los amantes, no se puede estancar el momento histórico. Bolívar atiende a los centenares de asuntos graves que le obligan a continuar viaje a Guayaquil. En efecto en el Perú han estallado sucesos de trascendencia, allí han llegado las divisiones Colombianas, es 6 de septiembre de 1822, el llamado “protector”, San Martin, se embarca en el bergantín “Belgrano” abandonando para siempre el Perú, después de haberle dicho al General Guido con su prepotencia que lo adornaba: “Bolívar y yo no cabemos en el Perú”. El congreso constituyente peruano le había aceptado la renuncia al poder. Esto despertó nuevas pugnas políticas, marcando un englobado sentimiento anticolombiano el cual engruda también al ejército.

En la obra histórica “El Ecuador en la independencia de América del historiador Carlos A Vivanco, en la página 33”, encontramos lo siguiente: “no parece sino que las aspiraciones del libertador de lanzarse contra los españoles en el Perú, están camino de fracaso. No dispone de las suficientes autorizaciones legales, ni los peruanos, movidos por rencillas políticas, toman en serio, con la urgencia del caso, la presencia de las tropas realistas que amenazan la reconquista de las posiciones perdidas.

En marzo, sin embargo, el embajador Portocarrero llega a Guayaquil y pide, suplica a Bolívar que acuda en defensa del Perú. El caraqueño ve renacer sus sueños y contesta: “Colombia hará su deber con el Perú. Llevará sus soldados hasta EL POTOSI, y estos bravos volverán a sus hogares con la sola recompensa de haber contribuido a destruir los últimos tiranos del nuevo mundo. Colombia no pretende un grano de terreno del Perú, porque su gloria, su dicha y su seguridad se fijan en conservar la libertad para sí y en dejar independientes a sus hermanos”. Casi enseguida son enviados unos tres mil hombres para corresponder a los solicitados, y en los meses posteriores otros tres mil”.

Bolívar lucha contra el pesimismo histórico y se ocupa en la organización eficiente de la nueva campaña para la causa. Pero, también con él va su compañera de viaje, su amor, que aunque no está presente, ya es una compañera privilegiada, porque él la amasa en sus sueños, ella es su carne, la mujer amada que no tiene en la aventura ese papel figurante, porque ella es la garantía para no hundirse, en tan poco tiempo le ha dado tanto, que la distancia y la separación se hace para ambos una trampa de amor infinito.

Encontramos así la forma de cómo continúan mas unidos y donde muestran al mundo ese papel paradójico que le han asignado a su amor adquiriendo la importancia de una lección libre y humana. Testimonial de todo esto son sus cartas llevadas y traídas con frecuencia, en esas etapas cortas y angustiosas en que las necesidades de la causa obliga a estos dos seres a estar separados, se escribieron tantas, que en 1846 conto el General O’Leary, edecán del libertador a un amigo que le había solicitado autógrafos de personas ilustres de la causa, lo siguiente:

- A propósito de autógrafos amigo mío. ¿No ha oído usted hablar de Doña Manuela Sáenz?

- Por supuesto mi General, conozco el desencadenamiento y promovido sentimiento que ha causado en el corazón de nuestro libertador, no sabe usted el valor que tiene un autógrafo de tan distinguida dama.

- Hace pocos días, - Respondió el General sonriente - me mando una orden para que me entregaran en Bogotá un cofrecito que contiene una cantidad de cartas dirigidas a su amante, todas de su puño y letra. Apenas he tenido tiempo de recorrerlas muy a la ligera y le digo a usted amigo mío, que nunca ha habido amantes más ardientes ni más apasionados.

- Mi General, - le asegura el amigo - Manuela es una de las criaturas más hermosas que han visto estos viejos ojos. Muchos la pretenden, pero de lejos, porque ella misma no los deja acercarse, su resistencia solo la puede vencer un corazón que le de felicidad, seguridad, confianza y que le llene de intensidad todo su ser y ese corazón, no es otro, que el de nuestro libertador.

Otra cosa que podemos observar en esta historia de amor, es que las ausencias se han convertido en una manera más fuerte de amar. Cada despedida es un anhelo de regreso, pero sin desesperación, en ellos es en vano buscar gritos de dolor. Si hay tristezas y profundas, pero una consecuencia de sentimientos los amarra y en esa soledad el viento de la pasión los caza como errantes gaviotas descalzas que buscan la libertad en la altura de un cielo inmenso e infinito.

(Continuará…)


vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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